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Durante varios días, el cadáver del jaguar se mantuvo expuesto al público. Su cazador, Russell Culbreath, posaba orgulloso para las fotos. Probablemente no lo sabía, pero había matado a uno de los últimos jaguares de Arizona, Estados Unidos. Era enero de 1964. Durante las décadas que siguieron, esta especie se consideró en peligro, pero lo cierto es que su presencia al norte de la frontera con México era nula. Hoy, el cambio climático y la recuperación de la población están empujando a los jaguares de nuevo hacia el norte.
Sin embargo, la línea del mapa que separa ambos países está lejos de ser imaginaria. Un conjunto de vallas y cercas se extiende a lo largo de 1.128 kilómetros (algo más de un tercio de la frontera). El muro que Donald Trump hizo famoso (aunque finalmente construyó menos de 100 kilómetros nuevos) y al que todos sus predecesores contribuyeron, no solo impide el paso a los migrantes humanos que llegan desde América Latina, sino que frena el paso de muchas otras especies.
“El muro fronterizo amenaza algunas poblaciones animales al degradar la conectividad de los ecosistemas. Las barreras físicas evitan que los animales accedan a alimentos, agua y otros recursos críticos al interrumpir las rutas de dispersión y migración anual o estacional”, señalan los más de 2.900 científicos que firman un artículo publicado en 2018 en la revista Bioscience en el que recogen todos los argumentos ecológicos contrarios a las vallas fronterizas.
El jaguar no está solo en su caminar hacia un lado y otro de la frontera. Más de 1.500 especies animales y vegetales se ven afectadas por los muros que separan Estados Unidos y México, incluyendo 62 que están en peligro de extinción o en estado vulnerable, como el lobo gris mexicano o el berrendo de Sonora. La situación en Norteamérica no es única y se repite en todas las fronteras amuralladas del planeta. Para muchas de las especies que migran, ya sea de forma natural o impulsadas por los cambios climáticos, las vallas son una trampa.
Los migrantes climáticos de la naturaleza
Los cambios medioambientales han impulsado buena parte de las migraciones humanas a lo largo de la historia. Según la Organización Internacional para las Migraciones de la ONU, las personas huyen para sobrevivir a desastres naturales o se desplazan tras el deterioro de las condiciones medioambientales en busca de oportunidades en otras partes. “Habida cuenta de estas repercusiones, el cambio climático ya está incidiendo en la migración en todas partes del mundo”, señala la OIM.
Estimar el impacto climático en los desplazamientos humanos es una tarea compleja, ya que el medioambiente no es el único factor determinante. Aun así, en 2020, más de 30 millones de personas de 140 países tuvieron que desplazarse tras verse afectadas por desastres naturales, según el último informe del Internal Displacement Monitoring Centre (IDMC). La mayoría de estos desplazamientos fueron internos, dentro de las fronteras del propio país.
Los desastres asociados al clima, como inundaciones o sequías prolongadas, alteran la forma de vida de las personas y también del resto de especies. Pueden poner patas arriba las dinámicas del ecosistema que alimenta y da cobijo a todos los seres vivos. Un estudio elaborado por investigadores de las universidades de Cambridge, Durham y Newcastle, en Reino Unido, y publicado el pasado mes de febrero, señala que al menos un tercio de las especies de aves y mamíferos alterarán su distribución en los próximos 50 años debido al cambio climático.
“Los efectos del cambio climático no son los mismos en todos los grupos. Depende mucho de la zona y de las características fisiológicas de cada especie”, explica Sergi Herrando, ecólogo de poblaciones e investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y del Instituto Catalán de Ornitología. “Por ejemplo, en España, la falta de humedad afecta más a las aves de las zonas donde llueve más, mientras que las de las zonas secas parecen resistir mejor. Sin embargo, la ausencia de precipitaciones tiene un gran impacto en las mariposas de las zonas secas, que no tienen apenas recursos para desplazarse”.
Muchas especies migratorias también están alterando sus hábitos por el cambio del clima. Cada vez más cigüeñas no completan su ruta habitual para hibernar en el Sahel y se quedan en la península Ibérica. “Es bastante complejo por qué se producen estos cambios, varía mucho con las capacidades de aprendizaje de cada especie”, señala Herrando. “Tampoco es fácil saber hasta qué punto el clima influye en los cambios. Además, estos cambios no siempre conllevan éxito para la especie”.
Aves como el ruiseñor, por ejemplo, crían en los bosques europeos en primavera y pasan el invierno en África central y occidental. Desde la década de los 80 del siglo pasado, sin embargo, se ha venido constatando que cada vez cruzan antes el Mediterráneo, motivados, entre otros factores, por el aumento de las temperaturas en el norte. Sin embargo, sus poblaciones se están resintiendo.
“Las hojas de los árboles también salen antes, las orugas se las comen antes y, cuando llegan las aves, ya no hay tantas orugas con las que alimentar a sus crías. Como consecuencia, la producción de pollos baja”, explica el ecólogo del CREAF. “Ellos han adelantado sus hábitos, pero otros componentes del ecosistema han avanzado más”.
El impacto de las barreras humanas
Un gran número de estudios ha constatado los cambios en los hábitos y los desplazamientos de muchas especies animales en los últimos años. Cambios que son desiguales y que están motivados por muchos factores. Una investigación reciente publicada en el Journal of Animal Ecology señala cómo algunas poblaciones de aves en Europa y Norteamérica se reestructuran en función de las nuevas condiciones climáticas. Y otro estudio de la NASA publicado el año pasado concluye que buena parte de las especies del Ártico están modificando sus patrones de desplazamiento.
Si bien sigue siendo difícil concretar el papel exacto del cambio climático, lo que sí es seguro es que las migraciones de muchas de estas especies se ven, de una forma u otra, interrumpidas por las barreras humanas. Desde los edificios y las carreteras hasta la iluminación nocturna, pasando, claro, por los muros y las vallas, las construcciones dificultan el movimiento de los animales.
“Por ejemplo, en las rutas migratorias de la zona litoral mediterránea tenemos un nivel de infraestructuras muy bestia. Las construcciones son continuas: edificaciones, vallas… Y hay dos factores especialmente importantes: los edificios de vidrio y la contaminación luminosa. Ambos afectan en gran medida a las aves migratorias, que no reconocen estos materiales o se sienten atraídas por la iluminación o los reflejos”, señala Sergi Herrando.
Los diferentes tipos de vallas (se estima que la longitud total de las cercas construidas en el mundo es 10 veces superior a la de las carreteras), y en especial los muros fronterizos, reciben cada vez más atención por parte de los ecólogos. Su potencial de disrupción de los ecosistemas es enorme.
No solo se trata del muro en sí, sino de todo lo que lo rodea: iluminación intensa, zonas deforestadas y construcciones auxiliares. Así, los animales terrestres encuentran en ellas un obstáculo evidente, pero muchas especies de aves y murciélagos también se ven afectadas. A su vez, muchos insectos y, en especial, los polinizadores, tampoco pueden moverse con la misma libertad, lo que repercute en la distribución de las plantas y en la base de la pirámide alimentaria.
La importancia de mantener los ecosistemas conectados es evidente, como han demostrado los pasos de fauna o las renaturalizaciones de espacios degradados. Los muros en las fronteras pueden ser cuestionados por muchas razones. Su impacto ecológico es también una de ellas.
La cultura popular e incluso el diccionario han terminado por identificar a los buitres como animales oscuros y aprovechados, a menudo relacionados con la muerte.
Esa mala fama es del todo inmerecida. El buitre es el auténtico sanador de la naturaleza.
Situados en la cúspide de la cadena trófica, eliminan con su dieta necrófaga la amenaza de enfermedades que surgen durante la putrefacción de los cadáveres. Son, por tanto, esenciales para mantener la salud del entorno y la nuestra. Sin ellos, las patologías podrían llegar incluso a las fuentes de agua y afectar a multitud de seres vivos. Son además grandes aliados de los ganaderos, no sólo por limpiar el campo, sino porque evitan el tratamiento e incineración de miles de toneladas de restos animales cada año.
Sin embargo, los buitres están despareciendo de forma alarmante. En la actualidad, el 75% de todos los buitres caminan de un modo u otro hacia la extinción. 16 de las 23 especies que viven en el planeta están amenazadas.
En la Unión Europea, la mayor parte de los buitres –por encima del 80%- se ubican en España, aunque también Portugal e Italia cuentan con poblaciones. Son, fundamentalmente, buitre negro y buitre leonado, a los que se unen otras aves necrófagas como el alimoche o el quebrantahuesos.
En un mundo en el que los buitres viven amenazados, los Gobiernos de España, Italia y Portugal, así como los responsables de la Unión Europea, han de velar por la salud de las comunidades de aves necrófagas que acogen en sus territorios. Y no lo están haciendo: los buitres en Europa están en peligro por el diclofenaco, un medicamento de uso veterinario. Es inocuo para el ser humano y para el ganado al que se administra, pero para estas aves es mortal. De hecho, fue el causante de la práctica extinción de los buitres en Asia.
Hay alternativas al diclofenaco, seguras para los buitres y de similar coste para el ganadero. Prohibir este fármaco en la Unión Europea es una cuestión de sentido común. Y es posible.
https://seoactua.org/peticion/no-seas-buitre
Vint mesures per a evitar morts d’aus en línies elèctriques.
https://www.ecologistasenaccion.org/174481/vint-mesures-per-a-evitar-morts-daus-en-linies-electriques/
La mortalidad de aves y murciélagos se dispara con los grandes aerogeneradores de última generación.
Ecologistas en Acción advierte que los aerogeneradores de más tamaño que se están instalando en los parques eólicos en los últimos años generan unas accidentalidades muy por encima de las conocidas hasta la fecha.
La organización ecologista reclama la adopción de medidas a las administraciones autonómicas y al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico.
En los últimos años se han comenzado a instalar en España una generación de grandes aerogeneradores eólicos que superan los 2 MW de potencia unitaria. Se encuentran ya en tramitación proyectos con máquinas de más de 6 MW. Los impactos de los aerogeneradores en la fauna son de sobra conocidos pero, dado lo novedoso de la instalación de este tipo de grandes máquinas en España, y aunque diversos estudios realizados en EE UU y en Europa ya alertaban de la posible mayor incidencia en la mortalidad, hasta ahora no se disponía de datos de la afección real que podrían provocar sobre quirópteros y avifauna.
https://www.ecologistasenaccion.org/175077/la-mortalidad-de-aves-y-murcielagos-se-dispara-con-los-grandes-aerogeneradores-de-ultima-generacion/