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El infierno ha vuelto a Grecia. Los fuegos que empezaron hace tres días ya han quemado 10.000 hectáreas en la parte norte de las afueras de Atenas, en Ática. Se han cobrado una víctima humana, y decenas de viviendas, negocios, campos y edificios públicos han quedado destruidos.
Es la primera vez que un incendio se acerca tanto a la capital, pero los bomberos ya lo dan por controlado. La esperanza de apagar el incendio llegaba en forma de aviones, personal y vehículos de Francia, Italia, Turquía, Serbía, República Checa y Rumanía. Aunque no se han registrado nuevos focos importantes, todavía hay cientos de ellos que, aun menores, siguen activos por los fuertes vientos de estos días. Esta nueva jornada se dedicará a vigilar que las brasas no revivan en el suelo, todavía humeante.
El fuego, que se inició el pasado domingo en la localidad de Varnava, se propagó con rapidez hacia el sur hasta la capital. En estos días, se ha producido la evacuación de más de 50.000 personas, que han vuelto hoy a sus casas. Para paliar las pérdidas, el Gobierno griego anunció este martes que otorgará una primera ayuda de entre 5.000 y 10.000 euros a los propietarios de aquellas casas que fueron parcial o totalmente quemadas y otra de entre 2.000 y 4.000 para los dueños de las empresas afectadas.
El cambio climático avivó otros incendios
No es el primer año que Grecia arde con esta virulencia. En 2023, el fuego en Evros quemó alrededor de 900 kilómetros cuadarados en el peor incendio registrado nunca en Europa.
El territorio helénico no fue el único que se abrasó: entre marzo de 2023 a febrero de 2024 también lo hicieron en especial Canadá, donde se quemaron más de 150.000 kilómetros cuadrados y ocho bomberos perdieron la vida, y la Amazonia, donde hubo récord de incendios por una sequía sin precedentes. Chile, Hawái y Argelia tampoco se salvaron, con las peores cifras de muertes atribuibles al fuego en la pasada temporada de incendios.
El cambio climático tiene que ver en la extremidad de estos episodios, tanto en muertes y desplazamientos como en destrucción. El calentamiento global provocado por el ser humano alimenta las condiciones cálidas y secas que constituyen el caldo de cultivo de los incendios, según un informe publicado este miércoles en la revista Earth System Science Data. El análisis asegura que, debido al cambio climático, los fuegos extremos fueron 20 veces más probables de lo normal en la Amazonia la pasada temporada, 3 veces más en Canadá y 2 veces más en Grecia.
Además, los investigadores han estudiado cuál habría sido la extensión de esos incendios sin el contexto de impactos climáticos en el que se produjeron, llegando a la conclusión de que hubiera sido un 18% menor de la que fue.
En el caso de Canadá y Grecia, la transformación del paisaje por el ser humano, con actividades como la agricultura, silvicultura o gestión forestal, ayudó a frenar las llamas; mientras que en el caso de la Amazonia fue al contrario y la deforestación o la degradación del suelo por el ser humano amplificó la vulnerabilidad.
Asimismo, la contaminación humana causa una perversa retroalimentación: el cambio climático provoca más incendios y las quemas aumentan los niveles de CO2 en la atmósfera, causando más calentamiento. En la temporada 2023/24, las emisiones de CO2 causadas por los incendios forestales fueron un 16% superiores a la media: con 8.600 millones de toneladas de dióxido de carbono, la cifra más alta de contaminación atmosférica atribuible al fuego desde 2003.
Las llamas dependerán del nivel de mitigación
De continuar en un escenario de altas emisiones, como el actual, los megaincendios serán seis veces más frecuentes en Canadá de aquí a finales de siglo, tres veces más en la Amazonía occidental y dos veces más en Grecia.
«Uno de cada dos canadienses nacidos hoy tendrán posibilidades de sufrir las consecuencias directas de un gran incendio, frente a 1 de cada 10 de los nacidos en la década de los 40 del siglo pasado», ejemplifica Chantelle Burton, investigadora de centro de meteorología británico (Met Office), en rueda de prensa.
Por tanto, la probabilidad de megaincendios en el futuro (2090) dependerá de cuándo se agrave el cambio climático. En un escenario de emisiones altas, habrá entre un 65 y un 90% de posibilidades, un 48-84% en un contexto de emisiones medias-altas y un 19-76% en un escenario de bajas emisiones. En cambio, en un futuro más limpio, la frecuencia e intensidad de los grandes incendios puede reducirse hasta dos tercios en Canadá en un escenario de bajas emisiones, y no aumentar ni en la Amazonía ni en Grecia.
Pero, aun en el mejor de los escenarios, el cambio climático ya acumulado seguirá afectando negativamente a los incendios, por lo que el equipo de investigadores insisten en la importancia de desarrollar con urgencia planes de adaptación robustos y una buena gestión del suelo.