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El pasado mes de marzo, el Congreso aprobó la salida del lobo del listado de especies protegidas. Inmediatamente, amantes de la naturaleza, en toda España, empezaron a movilizarse contra una medida propagandística y sin aval científico alguno. La decisión de los diputados, «una tropelía», en palabras de Ernesto Díaz, responde a una nueva batalla cultural emprendida (con éxito) por la derecha y la ultraderecha.
Díaz es uno de los promotores del Fondo para la Protección del Lobo Ibérico, una plataforma organizada con urgencia y que aglutina a 43 entidades conservacionistas de España y Portugal. Esta semana, en una gira que le llevará por toda España, pasó por la librería Muga, en Vallecas, para presentar el trabajo del fondo junto a la editora Silvia Cosio y el periodista Pedro Vallín.
Díaz explicó por qué la maniobra política para desproteger al lobo en el Parlamento fue especialmente ruin: «Se metió como una enmienda a la ley de desperdicio alimentario. Es algo verdaderamente grosero. En nuestro sistema productivo el porcentaje de desperdicio alimentario es aproximadamente del 40%. Que se les quite la protección a los lobos porque con sus daños están desperdiciando alimentos es una ignominia. No tiene otro nombre».
Para poner en perspectiva el problema del lobo es conveniente acudir a las cifras. «En Asturias, según el censo del propio Principado, hay 400.000 vacas y 350 lobos», ilustra Díaz. El plan del Gobierno asturiano es exterminar a 54 lobos. «Ya los están matando –interviene Cosio– . Y lo están haciendo precisamente ahora, cuando las lobas están preñadas. Es una barbaridad».
¿Cómo es posible que un presidente socialista como Adrián Barbón (que gobierna el Principado en coalición con IU) haya dado vía libre a esta «barbaridad»? La explicación responde a un cálculo electoralista. «En Asturias hay tres circunscripciones electorales: la oriental, la central [que concentra el voto urbano] y la occidental. La oriental y la occidental son las circunscripciones ruralistas y en los últimos años se han radicalizado. Son muy poca gente, pero sus votos tienen un gran peso en la composición del parlamento regional. Barbón está apostando claramente por unas encuestas que le dicen que matar lobos le puede beneficiar políticamente», señala Ernesto Díaz.
La campaña contra los lobos se ha alimentado durante años desde la prensa local, que ha abrazado el sensacionalismo para llenar sus páginas con supuestos ataques. «Hemos visto titulares como ‘Los lobos han atacado cerca del colegio de Navelgas’. O cerca de un centro de salud. O uno muy absurdo que hablaba de un ataque ‘cerca del cuartel de la Guardia Civil’», continúa Díaz. «Lo cierto es que el lobo no es un peligro para las personas. En los últimos 60 años no ha habido un solo caso, en toda Europa, de ataque de lobos a humanos». Por el contrario, todos los años hay muertes de personas por encontronazos con el ganado o por ataques de perros (estos últimos también muy habituales en las ciudades), sin que eso se haya traducido en una decisión de exterminar a estos animales.
Otro caso diferente, admite, son los daños que los lobos pueden causar a la ganadería extensiva, pero también estos son muy escasos. En el momento en el que hay perros que vigilen las manadas de vacas o los rebaños de ovejas, los ataques de los lobos se convierten en algo extraordinario. A esto hay que añadir los cercados, que los dificultan aún más, e incluso la vigilancia por GPS. Y lo que es más importante, la presencia de los pastores: el lobo, por instinto, huye siempre del hombre. «Los daños de los lobos a la ganadería se cifran en unos 4 millones de euros al año. Puede parecer mucho, pero en realidad no es nada. Si una economía moderna como la nuestra no puede gastar 4 millones de euros en la preservación de la biodiversidad, entonces es que estamos realmente muy jodidos», afirma Díaz.
El lobo, explica, «está diseñado para matar. Es un gran carnívoro, como los leones, los tigres o los tiburones. Y los grandes carnívoros son fundamentales en las pirámides ecológicas. Los lobos regulan las poblaciones de ungulados silvestres [jabalíes, ciervos, corzos, rebecos] y así mantienen a raya enfermedades, como la sarna, que estos animales pueden transmitir al ganado. Es decir, tienen una gran importancia».
Para Pedro Vallín, la desprotección del lobo «es una venganza contra la modernidad». A su juicio, «el lobo encarna todos los atavismos premodernos de las sociedades europeas». Hoy, la andanada contra los lobos es puramente cultural. No constituyen ningún problema y no suponen ningún peligro, pero la derecha y la ultraderecha, como grandes defensores de «las tradiciones», han hecho de la bandera antilobo una de sus señas de identidad. Resucitan mitos y leyendas anteriores a la Ilustración por interés. «Jorge Dioni López suele decir que el rally reaccionario que estamos viviendo no es contra la posmodernidad de los años ochenta, sino contra los últimos 250 años de la modernidad. Quieren volver a antes de 1789. Este es el marco», explica Vallín.
La dimensión política de la guerra contra el lobo
Hay una razón cultural por la cual la derecha española está especialmente obsesionada con los lobos: «Actúan en grupo, están en el bosque, no los ves. Bajan de la montaña, matan y vuelven a subir… En resumen: son los maquis. El lobo, para la derecha y la ultraderecha, encarna la naturaleza no doblegada. Encarna el perro que no quiso ser perro y que no quiso vivir contigo en casa. Todo eso le da una dimensión simbólica y, por tanto, política a la guerra contra el lobo que multiplica el daño ecológico. Porque, en términos ecológicos, en realidad le están declarando la guerra al bosque. Dicho de otra manera: declarando la guerra a todo lo que no sea una explotación forestal. Un bosque domesticado es una explotación forestal y un lobo domesticado es un perro. Es decir, es la subordinación final de la montaña a la voluntad política y a la voluntad extractiva y productiva».
«Tenemos dos tradiciones en torno al lobo», explica Silvia Cosio. «En la tradición nórdica, el lobo es malo. Pero en la tradición romana el lobo es vida. La loba amamantó a Rómulo y Remo. El lobo es civilización. El lobo ha estado conviviendo con el ser humano desde siempre. Esta reacción, esta propaganda antilobo se traduce en matanzas». Aunque, por supuesto, no las llaman así. «No dicen ‘vamos a matar’. Usan un metalenguaje para disimular lo que están haciendo. Hablan de ‘controles’, de ‘extracciones’. No se atreven a hablar de muertes. Saben que eso está mal».
«Ahora mismo, el Principado de Asturias, la Xunta de Galicia y el Gobierno de Cantabria se están posicionando contra la ciencia, exactamente igual que los antivacunas durante la pandemia», insiste Cosio. «Es la misma mentalidad reaccionaria de negar la realidad científica. Aquí, además, niegan la biodiversidad y la posibilidad de la convivencia en el medio natural entre el lobo y el ser humano».
Ernesto Díaz ahonda en esta idea: «Los mismos que han atacado a Fernando Valladares, los mismos que han cargado contra la Aemet, los mismos que se ríen cuando decimos que hay cambio climático son los que dicen que hay que matar lobos. Son los mismos». Perder la batalla del lobo, a su juicio, va mucho más allá del daño ecológico: «Detrás vendrán muchas otras derrotas. Esto es negacionismo científico puro y duro».
La situación es tan grave que Díaz pide donaciones no sólo para el Fondo para la Protección del Lobo Ibérico que representa, sino «para cualquier organización que ahora mismo quiera parar este ataque contra la ciencia, contra el sentido común y contra la vida: Greenpeace, Ecologistas en Acción, la que sea».
El Fondo para la Protección del Lobo Ibérico trabaja impulsando acciones para defender al lobo, para emprender actuaciones legales y jurídicas, combatir la desinformación y promover la educación ambiental y la mediación social.





Efectivamente, los daños producidos por el ataque de los lobos son mínimos si los comparamos con otros datos económicos, como es el producto bruto del sector ganadero. En Castilla y León, gracias a nuestra perseverancia, conseguimos que la Junta nos dijera la cantidad de daba por indemnizaciones a los ganaderos, era un millón. Mientras que el sector ovino representa unos 1.000 millones en la región.
Los jabalíes han invadido extensas zonas del medio rural de la Comunidad aragonesa. Estos son mucho más peligrosos que los lobos, por los destrozos que causan en los cultivos y en el terreno, destrozan las márgenes y por donde pasa la manada parece que haya pasado Atila. Si alguno ha sido herido por los cazadores es muy peligroso, procura no cruzartelo porque va derecho a atacar.
El depredador natural era el lobo que ha ido si no desapareciendo si disminuyendo considerablemente mayormente porque los ganaderos siempre lo han considerado su enemigo.
La naturaleza es sabia. Tiene sus leyes de autoregulacion. El problema es cuando el ignorante ser humano cree poder dominarla.
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