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Descende, audax viator, et terrestre centrum attinges. Desciende, viajero audaz, y alcanza el centro de la Tierra. La frase, escrita en latín rudimentario en un pergamino misterioso, pone en marcha a Otto Lidenbrock y a su sobrino Axel. Su destino: el cráter del Yokul, en la península islandesa de Snæfells. Y de allí, hasta las profundidades de nuestro planeta.
Hoy sabemos que el viaje ficticio que Julio Verne hace recorrer a los protagonistas de Viaje al centro de la Tierra es imposible. No hay humano capaz de resistir las condiciones extremas de los abismos terrestres. Lo más profundo que nunca ha estado una persona es en las minas de oro Mponeng, en Sudáfrica, donde los mineros trabajan a unos 4.000 metros de profundidad. Allí abajo, sin embargo, no están solos: aquel es el territorio de una bacteria sorprendente, capaz de reinar en el ecosistema más pequeño del mundo.
Desulforudis audaxviator tiene forma cilíndrica y fue descubierta, por primera vez, en una muestra de agua obtenida de la excavación de la mina a unos tres kilómetros de profundidad. Desde entonces, también ha aparecido en las minas de Tau Tona (Sudáfrica), en un lago subterráneo de Siberia (Rusia) y en otro en el Valle de la Muerte (Estados Unidos), lo que la certifica como una experta en habitar lugares profundos y extremos. Pero es en Mponeng donde su existencia es un poco más especial (hasta donde sabemos), porque allí Desulforudis audaxviator vive sola.
Las aguas profundas de la mina son el ecosistema más pequeño del mundo (así lo certifica un récord Guinness), ya que es el único ecosistema conocido en el mundo habitado por una sola especie. Allí abajo, Desulforudis audaxviator no solo vive sin más compañía que sus iguales, lo hace también en ausencia de compuestos orgánicos, luz solar y oxígeno (elementos esenciales para la mayoría de seres vivos del planeta) y en un entorno con temperaturas que superan los 60 °C y un pH de 9,3. Esta bacteria pertenece al exclusivo grupo de los extremófilos, los organismos que viven en condiciones extremas, donde no podrían prosperar la mayoría de los organismos de la Tierra.
Desulforudis audaxviator, que toma su nombre del “audax viator” del pergamino de la novela de Julio Verne, sobrevive gracias a alimentos químicos derivados de la desintegración radiactiva de los minerales presentes en las rocas que rodean su ecosistema. Sus genes le permiten, además, extraer carbono del dióxido y el monóxido de carbono, así como fijar nitrógeno (aunque prefiere obtenerlo del amoníaco liberado por las rocas). Además, si el ambiente se vuelve demasiado extremo (por ejemplo, sube mucho la temperatura o el pH) es capaz de formar una endospora, una célula superresistente que protege su ADN hasta que las condiciones mejoren.
Los análisis del agua en el que vive esta bacteria en las minas de Mponeng han revelado, también, que hasta la llegada de los mineros es muy probable que Desulforudis audaxviator hubiese estado aislada durante millones de años. Algunas hipótesis apuntan a que podría ser una superviviente de otra época de la Tierra, en la que no había oxígeno en la atmósfera y las condiciones eran muy diferentes de las actuales. La evolución le tenía reservado un ecosistema exclusivo en el que pasar el resto de la historia tranquila (al menos, hasta que llegaron los seres humanos).




