‘Orcinus orca’: el delfín de las mil modas

Las orcas del mar de los Salish han sido observadas dándose masajes y cuidando de su piel con algas, una nueva moda a añadir en la larga lista de comportamientos curiosos de estos animales.
‘Orcinus orca’: el delfín de las mil modas
Foto: ilustración de Atxe.

Es verano para las orcas. Y eso significa que empieza la temporada alta de los veleros en la costa ibérica. Desde 2020, un grupo de orcas (Orcinus orca) que vive entre las aguas del estrecho de Gibraltar y la costa de Galicia muestra un comportamiento nunca antes percibido: se acerca, observa y toca o golpea los barcos, con especial interés por las embarcaciones de recreo. A veces, claro, se les va de las manos y causan daños importantes en las naves. No se sabe bien por qué lo hacen, aunque hay muchas teorías. Puede ser un juego, una forma de entrenamiento, el reflejo de un trauma pasado o, simplemente, una moda. Y es que el delfín de mayor tamaño de nuestros mares no es tan diferente a nosotros en algunos sentidos.

Por ejemplo, las orcas también son fans del skincare. O eso creen en el Centro de Investigación de Ballenas en Estados Unidos, cuyos investigadores han descrito un comportamiento novedoso en una población de unos 80 ejemplares en el mar de los Salish, al noroeste del océano Pacífico. Las orcas de esta familia arrancan el tallo de un alga laminaria (también llamada quelpo), lo colocan entre ellas y sus compañeras y lo enrollan entre sus cuerpos durante un tiempo prolongado, como si estuvieran dándose masajes.

Los investigadores aseguran que estos cetáceos seleccionan con cuidado las algas y las recortan en una medida justa, es decir, fabrican la herramienta que necesitan. Además, muestran este comportamiento, sobre todo, con sus familiares cercanos o con orcas de su misma edad, lo que podría indicar una función social importante. Los científicos también creen que este hábito, que se ha extendido como una moda entre toda la población, podría ser importante para la salud de la piel, por las propiedades antibacterianas y antiinflamatorias que tienen las algas pardas como las laminarias.

Las orcas son, probablemente, uno de los cetáceos más fáciles de reconocer por su gran tamaño y su piel negra con grandes zonas blancas en la mandíbula inferior, el vientre y un lóbulo lateral. El sobrenombre de ballena asesina no hace justicia a una especie gregaria, social, con lenguaje complejo y capaz de mostrar empatía. De hecho, se debe a un error de traducción: los balleneros españoles las llamaron asesinaballenas porque eran capaces de cazar grandes cetáceos, eso pasó al inglés como killer whale y regresó décadas más tarde a nuestro idioma como ballena asesina.

Pero volvamos a las modas y a los comportamientos culturales. Se ha demostrado que las orcas tienen dialectos y comparten tácticas de caza específicas de la zona que habitan. Además, se ha probado que los adultos enseñan activamente estas prácticas locales a los jóvenes. Y después está el tema de los gorros de salmón. Durante la década de 1980, una población de la costa oeste de Estados Unidos puso de moda pasearse con un salmón muerto en la cabeza, sin motivo aparente. Con los años, dejaron de hacerlo, pero a finales del año pasado este comportamiento volvió a observarse. Quizá la moda también sea cíclica entre las orcas.

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  1. Otros animales más desafortunados. Tal cual ocurre entre los homos sapiens.

    AnimaNaturalis:
    Lo que vivimos en Sant Jaume d’Enveja.
    Estas líneas las escribo con el corazón encogido. Ya son años presenciando lo peor que la humanidad puede dar, en decenas de pueblos de España, pero creo que nunca me voy a acostumbrar.
    Hace un par de semanas, en el pueblo tarraconense de Sant Jaume d’Enveja, no solo fuimos testigos del sufrimiento de una vaquilla indefensa: vivimos en carne propia la violencia que florece cuando la crueldad intenta esconderse.
    Al poco rato de estar grabando, una vaquilla quedó atrapada en un cajón angosto, que se usa para inmovilizar a los animales que van a embolar con fuego más tarde. Lo habían dejado ahí para dar más juego, ya que parte de la diversión es ver cómo trata de superar obstáculos con la esperanza de escapar.
    No sé si han escuchado a una vaquilla bramar de pavor. Es un sonido desgarrador que aún resuena en mis oídos. Es una voz entre ahogada por la falta de aliento y desesperada, como pidiendo ayuda. Una ayuda que jamás vendrá.
    Pero lo peor vino después… Fue entonces cuando un grupo de hombres empezó a golpearlo con palos, a darle descargas eléctricas para forzarlo a salir. Y cuando alzamos nuestras cámaras para mostrar al mundo esa barbarie, todo se torció.
    “¡Fuera de aquí!”, “¡Os vamos a matar!”. Las amenazas llovían mientras banderas, toallas y capotes se convertían en murallas para ocultar el horror. Botellas y piedras volaban hacia nosotros.
    La tarima en la que estábamos subidos temblaba. Algunas personas llegaron hasta nosotros, para tapar como fuera nuestras lentes. Había presencia de policías. Si no fuera por eso, probablemente no estaría escribiendo esto ahora mismo.
    Comprendí que no solo luchábamos por un animal aterrorizado: estábamos enfrentándonos a un sistema podrido que legitima que se use la violencia frente a cualquiera que no puede defenderse. Y hablo de animales, niños, mujeres o minorías. Es la verdadera cultura de la violencia.
    Mientras la policía nos escoltaba fuera, con el griterío amenazante resonando a nuestras espaldas, sentí pura rabia. Pero también una enorme certeza: cada imagen que logramos grabar es un acto de resistencia. Si no lo hacemos, la violencia gana.
    Lo que ocurrió en Sant Jaume no es una excepción. En el 80% de los correbous que documentamos hay tortura, agotamiento extremo o prácticas denunciables. Pero ahora hay un peligro mayor: la violencia contra nosotros está escalando. Quieren silenciarnos con intimidación. Y si retrocedemos, los animales no tendrán voz.
    No te pido ayuda desde la lástima, sino desde la complicidad de quien sabe que juntos somos imbatibles.
    Es decirle a esos hombres que golpean animales y nos arrojan piedras que siempre nos tendrán enfrente, sin dudar un segundo seguir trabajando para que ese martirio se convierta en algo del pasado… y que la violencia gratuita vuelva a esa cueva de donde nunca debió salir.

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