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¿Hasta dónde puede llegar un país para asegurarse de que la economía prospere en un contexto de transición energética? Noruega, hasta el fondo del mar. Y a un posible coste elevado: poner en riesgo la biodiversidad marina.
La comunidad científica y el activismo ambiental llevan tiempo dando la voz de alarma sobre los efectos irreversibles de la minería submarina para los ecosistemas. Pero Noruega ha hecho oídos sordos, incluso a sus propios expertos, y ha sido el primer país en abrir la puerta a la explotación comercial del mar en busca de minerales. Aunque con cautela.
La versión enmendada de la propuesta del Gobierno establece requisitos ambientales más estrictos de lo previsto originalmente de cara a la fase de exploración. Principalmente, las licencias de extracción siguen necesitando la aprobación parlamentaria, si bien Noruega no concederá ninguna hasta que se hayan realizado más estudios medioambientales. Sin embargo, algunas voces expertas creen que las empresas podría presentar ofertas para estas licencias este mismo año, informa Mongabay.
«Si hay un país que puede hacerlo de forma escalonada… ese es Noruega», defiende Astrid Bergmål, secretaria de Estado del Ministerio de Energía de Noruega al medio. «Porque cuando decimos que vamos a poner el listón más alto del mundo en materia de medio ambiente, lo hacemos en la práctica», añade.
El Parlamento ha aprobado la propuesta con 80 votos a favor y 20 en contra, para, inicialmente, extraer minerales como el magnesio, el cobalto, cobre y níqueles de aguas noruegas. La superficie contemplada es de 281.000 km² –anteriormente eran 329.000 km²–, comparable a la de Reino Unido.
La mayor parte está, técnicamente, en aguas internacionales, pero Noruega tiene su jurisdicción. Otra porción se encuentra en las aguas territoriales del archipiélago de Svalbard, detalla Mongabay, lugar que el país reclama como su propia zona económica exclusiva a pesar de la oposición de otras naciones como Rusia, Reino Unido e Islandia.
Una oposición de largo recorrido
El riesgo de la minería submarina y la decisión de Noruega llevan tiempo debatiéndose, aunque a la comunidad científica, entidades ecologistas y otras voces expertas no les ha sido difícil llegar a un consenso sobre el impacto negativo de esta actividad comercial.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), organismo referente en biodiversidad a nivel mundial, asegura que la explotación del fondo marino para la recolección de minerales puede generar una importante contaminación acústica y lumínica, así como daños al hábitat marino.
Por otro lado, este mismo martes, la Fundación para la Justicia Medioambiental (Environmental Justice Foundation) publicó un informe afirmando que la minería de aguas profundas no es necesaria para una transición energética limpia. Defiende, en esta línea, que una combinación de economía circular, nuevas tecnologías y reciclaje podría reducir la demanda acumulada de minerales en un 58% entre 2022 y 2050. La entidad Amigos de la Tierra aumentaba ese porcentaje de reciclaje a un 67% hasta el 2050 en otro estudio.
No han sido solo opiniones lo que ha recibido el Gobierno; también críticas. Greenpeace lleva convocando protestas durante estos últimos meses contra esta reforma legislativa, algunas delante del mismo Parlamento, en Oslo. «Esto es un desastre para el océano y una vergüenza para Noruega», decía en diciembre Frode Pleym, director de Greenpeace Noruega. «El Gobierno noruego no solo está ignorando a cientos de científicos preocupados, sino que también está haciendo caso omiso de sus obligaciones internacionales y de la legislación medioambiental nacional. Al abrirse a la minería de aguas profundas, Noruega ha perdido toda credibilidad como nación oceánica responsable que firmó el Tratado de la ONU sobre los Océanos».
«Jugar de forma tan desconsiderada y arrogante con la naturaleza, pasando por encima del conocimiento, y apresurarse con el proceso sin resolver las grandes dudas puede tener consecuencias catastróficas», critica también la secretaria de WWf-Noruega, Karoline Andaur.
Gran parte de la ciudadanía noruega piensa igual. Antes de la votación parlamentaria, representantes de la organización Avaaz entregaron a una diputada 500.000 firmas a favor de que Noruega parase esos planes.
La Unión Europea y Reino Unido también se oponen a la minería submarina. En noviembre, 120 legisladores de la UE escribieron una carta abierta pidiendo al Parlamento noruego que rechazara el proyecto debido al «riesgo de tal actividad para la biodiversidad marina y la aceleración del cambio climático».
Más allá de las críticas externas, el Gobierno noruego también ha recibido el rechazo de su propio equipo experto. El Instituto Noruego de Investigación Marina (IMR) asegura que el Ejecutivo ha hecho suposiciones a partir de una pequeña área de investigación y las ha aplicado a toda el área planificada para la perforación, según explica la BBC. Asimismo, estima que se necesitan entre cinco y diez años más de investigación sobre los impactos en las especies antes de abrir la puerta a la explotación del fondo de los océanos.
La minería submarina, sin embargo, ya es una realidad en otras partes del planeta. Actualmente existen 31 proyectos de exploración en marcha repartidos entre empresas corporativas y estatales, según la Coalición para la Conservación de las Profundidades Marinas (Deep Sea Conservation Coallition).
A pesar de la falta de conocimiento y la presión internacional para detenerlo, el gobierno noruego votó a favor de iniciar la devastadora industria, como el primer país del mundo.
Ya se ha designado un área más grande que Gran Bretaña entre Groenlandia y Noruega, y nadie sabe cuáles serán las consecuencias ambientales. La Agencia Noruega de Protección del Medio Ambiente considera que no existe una base legal para la apertura.
La minería de los fondos marinos es la nueva gran amenaza para nuestros océanos, ya vulnerables.
Los planes de Noruega para la explotación minera en aguas profundas han sido objeto de fuertes críticas internacionales. La Comisión Europea también ha expresado su preocupación por los planes noruegos. Más de 100 parlamentarios de la UE y políticos de varios parlamentos europeos enviaron una carta abierta al Storting en noviembre, pidiendo a los políticos noruegos que votaran en contra de la propuesta inicial del gobierno.
Ayer, los ojos del mundo estaban puestos en Noruega, y activistas internacionales y una amplia gama de organizaciones ecologistas se reunieron frente al Storting de Oslo para mostrar la amplia oposición a los planes noruegos de minería en aguas profundas.
El gobierno noruego optó por desafiar las muchas preocupaciones y llamamientos para detener los planes y ahora destruirá el lecho marino para obtener ganancias a corto plazo.
Aunque es terrible ver que el Storting sigue adelante con los planes de minería en el lecho marino, todavía hay esperanzas de detener la industria: el Storting ha decidido que la cuestión de la extracción debe reconsiderarse en el Storting, y las empresas necesitarán inversiones masivas para poder ponerse en marcha.
(Noticias Greenpeace Danmark)