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Este reportaje se publicó originalmente en el Magazine 2023. Puedes adquirir las revistas en este enlace.
Cuando el pequeño Ricky me agarró de la mano para mostrarme los cuadros del salón nunca pensé que de aquel acto sencillo se fuese a derivar tanto aprendizaje: “mira, esto es un abejaruco, y esto un cárabo, y allí… ¡una abubilla!”, gritó, lleno de orgullo y contentura. Ricky tiene dos años, es el hijo de una de mis mejores amigas y vive en Hervás, un pueblo de la provincia de Cáceres donde su padre, ingeniero agrónomo, está montando una empresa que promueve la fotografía de aves autóctonas –el conocido bird watching en inglés, pero esta vez cámara en mano, de la que surgen imágenes que luego cuelga por la casa. La familia vivía antes en una gran ciudad pero, tras la pandemia, decidió mudarse a un entorno rural donde los niños pudieran ser educados en valores más afables con el planeta. Aquel día, no solo el benjamín me dio una lección de vocabulario que apenas lograba pronunciar correctamente, sino que me puso frente a problema abismal para el que, no obstante, existen soluciones: me refiero a la pérdida de biodiversidad mundial y a su gran promesa reparadora: el rewilding.
Resalvajar para curar ecosistemas
Hervás, paraíso natural y hogar de uno de los mayores castañares autogestionados de la región, está muy cerca de una zona protegida dentro del proyecto Rewilding Europe; la que ocupa lo han denominado Iberia occidental: partes del norte de Extremadura, el oeste de Salamanca y el área limítrofe de Portugal. Uno de sus fundadores, Wouter Helmer, explica el dilema a que se enfrenta el continente en un documental: “cada año, casi un millón de hectáreas son abandonadas por granjeros y pastores en Europa”.
En vez de ocupar esas vastas extensiones de terreno con agricultura u otras actividades, esta iniciativa trata de resalvajar el territorio, de galvanizar la vida silvestre y, de paso, fomentar un ecoturismo respetuoso con la naturaleza que ayude a mantener vivo el tejido económico.
La noción más aceptada de rewilding, como explica la investigadora Marta Tafalla en su libro Filosofía ante la crisis ecológica, consiste en “dejar ecosistemas terrestres y marinos a dinámica natural, permitiendo que sean las especies salvajes y los procesos ecológicos quienes los gobiernen”, un cambio radical de paradigma, puesto que, en la era de la productividad, se trataría no tanto de hacer cosas, sino de “dejar de hacerlas”.
El objetivo radica en que la naturaleza se cure a sí misma del daño causado por la actividad humana y, específicamente, que esos procesos de sanación contribuyan a revertir una tendencia preocupante: la tasa de extinción de especies es 1.000 veces superior a la que se consideraría normal y este fenómeno, que ha sido bautizado por la ciencia como ‘Sexta extinción‘, ha aniquilado ya a aproximadamente el 70% de la vida salvaje desde 1970. Pero, ¿puede simplemente la no intervención del hombre facilitar dicha restauración de ecosistemas perdidos o lastimados? Tafalla avisa de que a veces es preciso retirar obstáculos que podrían impedir el desarrollo biológico natural, por ejemplo: carreteras o vallas, las presas que evitan el libre albedrío de los peces en los ríos, o las paredes de hormigón con que los cauces se suelen fortificar.
Una definición más amplia, como la que maneja el World Economic Forum, apunta a la reintroducción de especies autóctonas, vegetales y animales como forma de estimular la regeneración. Sin embargo, estas prácticas pueden conllevar ciertos riesgos: la plantación masiva de árboles en paisajes que nunca los albergaron en ocasiones resulta en la liberación de más carbono, al contrario de lo que ocurre cuando se reforesta con vegetación originaria; y la llegada de animales a un área en que escasean sus depredadores tal vez perjudique aún más los ecosistemas, como ocurre en el este de Estados Unidos, donde la introducción del ciervo ha supuesto la destrucción de bosques y cosechas debido a la falta de carnívoros que controlen su población.
Aun así, otros casos demuestran las bondades de esta técnica acuñada por el conservacionista norteamericano Dave Foreman en los años 90 y llevada a cabo mucho antes en distintos países. Quizá el más emblemático sea el de Yellowstone, uno de los parques naturales más extensos de Estados Unidos, con casi 9.000 Km2, declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1978. Aquí trasladaron a ocho lobos procedentes de Canadá en el año 1995, lo cual redujo significativamente el número de wapitíes –de la familia de los cérvidos–, permitiendo que fructificasen especies arbóreas y alterando el comportamiento biológico de todo el parque, pues, al desplazarse los wapitíes y otros manjares de los lobos para evadir ser cazados, quedaron espacios abiertos aptos para otro tipo de fauna. El éxito fue rotundo. En los últimos años, se han implementado proyectos de rewilding mediante introducción de especies en Ruanda (con rinocerontes), en Inglaterra (nutrias, mariposas), en Fiji (con almejas), y en Mongolia (con caballos), entre otros. La iniciativa es prometedora, aunque, según algunos investigadores, se queda corta a la hora de evitar las peores catástrofes.
Rewilding y producción alimentaria: ¿incompatibles?
Marta Tafalla insiste en la necesidad de promover el veganismo con la finalidad de restaurar la fauna marina, y de liberar el espacio actualmente dedicado al cultivo de granos para el ganado o a la ganadería misma. Nuestro consumo de animales “es la causa principal de la extinción de vertebrados, de la deforestación, y de pérdida de hábitat natural”, afirma, por lo que detener el exterminio de biodiversidad pasaría por cambiar nuestra dieta. Comparte esta opinión el biólogo, escritor y activista británico George Monbiot, quien ha argumentado repetidamente su rechazo a la ganadería extensiva, considerada menos dañina que la que se da en macrogranjas.
David González, especialista en regeneración de agroecosistemas, discrepa. Desde su labor en la cooperativa vasca Sustraiak Habitat Design apuesta por “paisajes más diversificados”, lo cual consistiría en “la recuperación de nuestra cultura tradicional, de los modos agrosilvopastoriles que tenemos en la península, pero actualizándolos con herramientas de permacultura, de agricultura y ganadería”.
Según el especialista, esto lo ejecutan pensando en “cómo puede interactuar la fauna silvestre” con los sistemas productivos y, además, facilita la gestión forestal de una biomasa que se reproduce descontrolada a causa del abandono del campo. En su opinión, no existe incompatibilidad con el rewilding, más bien contempla su trabajo como complementario, ayudando a restaurar la diversidad y, al mismo tiempo, impulsando la soberanía alimentaria y evitando la despoblación en las zonas rurales. Desde la organización Rewilding Europe tampoco creen que la producción alimenticia sea antagónica a la resilvestrización de los territorios, pero lo que parece incuestionable es que no hay consenso científico a este respecto.
Sí lo hay –consenso– en torno a una crisis de biodiversidad que, según la ONU, tiene a más de un millón de especies en peligro de desaparición. “Es como la jenga”, matiza el ambientólogo Andreu Escrivà, refiriéndose a ese juego en el que se apilan un montón de palitos formando una torre y cada participante debe retirar uno, con cuidado de que la estructura no colapse. Si erradicamos una especie, no pasa nada; si otra muere para siempre, el conjunto logra aún mantenerse en pie; pero llega un momento en que podemos sufrir un derrumbe ecosistémico, y eso implicaría una hecatombe de niveles insospechados.
Como indica Escrivà, la biodiversidad es también genética, y preservarla es crucial para nuestra supervivencia: “Si tuviéramos la misma variedad de arroz en todo el mundo y viniese una plaga, creo que es bastante claro que perderíamos todas las cosechas; por lo tanto, esa diversidad nos aporta resiliencia”.
Para el profesor y conservacionista Dave Goulson, el problema es más grave, por lo que trasluce de injusticia intergeneracional y robo del futuro. Muy preocupado, me cuenta que estamos tomando decisiones que afectarán a nuestros hijos y nietos, quienes no tendrán más remedio que nacer en un mundo carente de esta riqueza sólo porque “no nos molestamos en reducir nuestra grotesca huella medioambiental, en comer menos carne y volar menos”. Conforme avanza la conversación aumenta también su enfado: “eso es temerario, es estúpido, ¡es egoísta!”.
Sea o no el rewilding la respuesta a esta extinción acelerada o solamente uno de los ingredientes para frenarla, lo cierto es que probablemente constituya la opción más ilusionante, la que más entusiasmo despierta, pues “nada regala más alegría que la vida misma”, a decir de Tafalla. El pequeño Ricky, ese sabio en pañales capaz de identificar todas las aves de su zona, estaría de acuerdo.
Que fue del poderoso Movimiento de los Sin Tierra (MST), la voz de los campesinos oprimidos de Brasil?
Surgido en la década de 1980 luchaba por la redistribución de las tierras concentradas en manos de una reducidisima minoría elitista.
Este poderoso Movimiento terminó siendo desmantelado por las promesas incumplidas y el tibio reformismo de Lula da Silva.
Para asegurar la gobernabilidad el gobierno de Lula a su llegada al poder en 2003 recurrió a constituir alianzas con partidos y grupos conservadores, promovió el agro negocio y apoyó la expansión de la agroindustria y las exportaciones agrícolas lo que favoreció a los grandes productores y empresas agroindustriales perpetuando de esa forma la concentración de la propiedad de la tierra.
Otra de las razones del declive del MST fue la cooptación institucional.
La inclusión de líderes del MST en cargos gubernamentales y la aceptación de subsidios y programas estatales desmovilizó a una buena parte de sus bases diluyendo las demandas más radicales….
(Máximo Relti, Canarias Semanal)
Variedad de aves y alguna especie de mamíferos han muerto y incluso desaparecido envenenadas por los químicos y herbicidas que ponen en la agricultura, especialmente en las viñas.
Los agricultores de antes empleaban métodos menos agresivos para sacar las hierbas; pero ahora todo se hace deprisa y como menos trabajo dé. Así que al glifosato.