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Este reportaje fue publicado originalmente en la revista La Marea 99. Puedes conseguir tu ejemplar, en papel o digital, aquí.
Los bisontes podrán seguir deambulando por los alrededores del Parque Nacional de Yellowstone (Estados Unidos) después de que la organización sin ánimo de lucro Greater Yellowstone Coalition haya conseguido salvaguardar el perímetro norte de este emblemático enclave natural de la amenaza de la inminente expansión minera. El terreno, hábitat de osos pardos y corredor migratorio para otras especies, como los alces, sólo se ha conseguido proteger comprando por 6,25 millones de dólares los derechos mineros del suelo a la empresa Crevice Mining Group, LL, que pretendía realizar prospecciones en busca de oro a las puertas de uno de los espacios naturales más populares del planeta.
«Todo el mundo está de acuerdo en que Yellowstone es más valioso que el oro». Estas palabras, que pronunció el expresidente Bill Clinton en 1996, se han recuperado casi tres décadas después para impulsar la recaudación de fondos promovida por Greater Yellowstone Coalition.
El acecho persistente de la minería en esta zona, tanto en el interior del parque como en su periferia, dentro del denominado ecosistema de Gran Yellowstone, ha sido un asunto que ha conseguido poner de acuerdo a administraciones tan dispares como la de Barack Obama y la de Donald Trump.
Los equipos de los dos expresidentes acordaron impedir nuevas exploraciones mineras en el suelo público ubicado en los alrededores de la entrada norte del parque. Pero sólo en el público. Para la mentalidad europea puede parecer extraño que los políticos más poderosos del mundo no consiguieran poner coto a las viejas ambiciones de Crevice Mining, pero el derecho de la propiedad privada está en el mismo ADN de la nación, por lo que ha tenido que ser la propia sociedad civil la que saliera al rescate de Yellowstone. Y a hacerlo según las leyes del mercado.
Yellowstone es un espacio icónico para el país norteamericano. Fue el primer parque nacional del mundo. Se fundó en 1872. Abarca casi 9.000 kilómetros cuadrados y se extiende por los estados de Wyoming, Montana e Idaho.
Sus zonas geotérmicas contienen «cerca de la mitad de los géiseres activos» del planeta, según informa el Servicio de Parques Naturales de EE. UU. Entre 3 y 4 millones de personas recorren anualmente alguna de sus rutas. En ellas pueden contemplar el Gran Cañón del río Yellowstone, así como una amplia variedad de animales salvajes.
Un tesoro amenazado
El equipo de conservación de esta reserva natural ha logrado que «todos los mamíferos de gran tamaño que habitaban el área de Yellowstone cuando se convirtió en parque» estén aún presentes, tal y como detalla el departamento estadounidense que se encarga de los espacios verdes protegidos. Paseando por sus senderos, los visitantes pueden ver en su hábitat natural, además de bisontes, osos y alces, a lobos, pumas, berrendos y carneros de las Montañas Rocosas.
El día a día de estos animales lleva décadas amenazado por la exploración de oro en la zona. Desde finales del siglo XIX hay registros de incursiones de buscadores de este metal en Gran Yellowstone. El último intento llegó en 2015 y ha podido ser neutralizado ahora gracias a una recaudación popular de fondos. La empresa impulsora del proyecto era propietaria de los derechos mineros de 6,5 kilómetros cuadrados situados en la montaña Crevice. Un terreno limítrofe con el perímetro norte de la reserva natural y a poca distancia del río Yellowstone.
«La posibilidad de abrir una mina en Crevice planteaba una amenaza directa para la tierra, el agua y la vida silvestre del parque natural», explica Emilie Ritter, directora de comunicación de Greater Yellowstone Coalition. Desde la empresa minera se han desvinculado de estas acusaciones. Uno de los copropietarios de la compañía, Michael Werner, aseguró a la revista especializada Mountain Journal que «puede ser» que la extracción de oro sea un proceso destructivo. «Pero también lo son los vertederos», agregó.
Su proyecto planeaba extraer diariamente 300 toneladas de material del suelo, según los datos publicados por la citada revista. Parece claro que el despliegue de maquinaria en la zona para realizar prospecciones hubiese alterado «el paisaje para las próximas generaciones», tal y como apunta Ritter. Y al planificarse en una montaña (de 1.000 metros de altura), los trabajos de perforación hubiesen sido visibles desde «casi la mitad del parque», añade.
Desde que se conoció la intención de la empresa minera, Greater Yellowstone Coalition ha advertido de las consecuencias y el impacto de la extracción en la zona. En diferentes comunicados ha alertado de que estos trabajos se caracterizan «por la construcción de nuevas carreteras, la tala de árboles, el tráfico de maquinaria pesada y otras muchas actividades industriales que dejan cicatrices permanentes en el paisaje».
Con la intención de proteger el ecosistema, esta asociación inició un proceso de negociación con la compañía. Tras unas conversaciones que se fraguaron lentamente –y «entre bambalinas», según su portavoz–, en octubre de 2021 firmaron un acuerdo con la compañía para adquirir los derechos mineros del terreno. El objetivo final del contrato establecía que Greater Yellowstone Coalition tenía dos años para recaudar 6,25 millones de dólares y poner fin al acecho de los buscadores de oro. Era todo un reto para esta organización, que tiene un presupuesto anual de 4 millones.
Para Ritter, la clave del éxito ha radicado en la discreción: «Crear una campaña y darle impulso antes de hacerla pública». Durante año y medio trabajaron para recaudar dinero, sin revelar o difundir una iniciativa que, por su carácter ecologista, podría haber derivado en un nuevo ejemplo de polarización política. En esa fase preliminar y reservada consiguieron recaudar 3,8 millones de dólares. También contaron con importantes donaciones de otras fundaciones.
Más de 1.159 donaciones
Finalmente, hicieron público el proyecto en mayo a través de un artículo en el Washington Post. Tenían cinco meses para conseguir lo que faltaba, casi 3 millones de dólares. «Nos quedamos asombrados por el apoyo que recibimos», recuerda Ritter, quien sostiene que la «conexión emocional» de los visitantes que, en algún momento de su vida, han pasado por el parque contribuyó a impulsar la recaudación. Más de un tercio de los participantes (462) no habían colaborado hasta ese momento en ningún proyecto de Greater Yellowstone Coalition. En total, 1.159 personas contribuyeron a la compra de los derechos de explotación de la empresa minera.
La organización asegura que con esta adquisición han extinguido «la última amenaza viable de extracción de oro» a lo largo de toda la frontera del parque nacional. No es el primer éxito que cosechan estos activistas haciendo lobby para proteger el ecosistema de Yellowstone, pero sí prevén que éste haya sido su último enfrentamiento con empresas de extracción.
Otra de sus sonadas victorias se produjo en 1996. Tras dos años de protestas, y con la intermediación de la Administración Clinton, se detuvo el proyecto de una empresa canadiense que pretendía realizar prospecciones a 4 kilómetros del parque. Washington pactó con la compañía intercambiar el terreno por otro con el mismo valor, pero en otro lugar.
Aunque la recaudación ya se ha conseguido, Greater Yellowstone Coalition todavía no ha puesto fin a su iniciativa. La organización continúa en negociaciones para adquirir en la zona 1,2 kilómetros cuadrados que continúan en manos privadas.
El fin último de todas estas adquisiciones, según detalla Ritter, consiste en ceder los derechos y las propiedades obtenidas al bosque nacional Custer Gallatin, dependiente del Departamento de Agricultura del Gobierno de EE. UU. Con esta decisión, el futuro del terreno será público y no dependerá de compañías extractivas. Los bisontes también se beneficiarán de esta iniciativa, ya que el terreno asegurado –tal y como explican desde la organización impulsora de la recaudación de fondos– es uno de los «pocos lugares habilitados fuera del parque» donde estos animales pueden seguir deambulando.