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La ropa que no será basura: remiendos y arreglos frente a los residuos textiles

La reparación de prendas de ropa, ese hábito de toda la vida que hoy parece insólito, se yergue como resistencia frente al sector de la moda rápida y su mala gestión de desechos textiles como un insospechado gesto activista.
La ropa que no será basura: remiendos y arreglos frente a los residuos textiles
Arreglar la ropa en lugar de adquirir nuevas prendas se está convirtiendo para muchas personas en una alternativa con la que hacerle una "trampa al sistema" en la vida cotidiana. Foto: Unsplash

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«¡Arreglo ropa porque no me gusta comprarla!», exclama Eugenia Andino al preguntarle por su creciente interés en las reparaciones y arreglos. Como podría pasarles a tantas otras personas en España, Andino, que es profesora, menciona a su madre cuando piensa en alguien con habilidades y experiencia en el oficio de la costura. La diferencia con la mayoría de personas cuya madre cosía en casa de manera habitual estriba en que Eugenia está decidida a mejorar su maña en este campo, con el fin de alargar la vida útil de la ropa que atesora en su armario. Lo prefiere en lugar de comprar prendas nuevas, a las que sin duda podría acceder por un bajo coste gracias al imperio de la moda rápida. 

No solo fue la influencia de su madre: también tuvo algo de culpa el algoritmo y su capacidad de mediar y filtrar el mundo. Eugenia empezó a seguir a bordadoras en Instagram y el algoritmo interpretó este interés sugiriendo vídeos de modificaciones de prendas nuevas hasta, finalmente, reproducir reels sobre remiendos. «Existe una pequeña subcultura en torno al tema de gente que practica lo que en inglés llaman visible mending, remendados visibles, decorativos. La novedad me llamó la atención porque para mí un buen remiendo es uno que no se nota», reconoce la docente, quien se lo piensa mucho antes de adquirir una prenda nueva en una tienda, y cuando lo hace apuesta por piezas de calidad en las que las tendencias del momento no sean muy evidentes, para que no se pasen rápido de moda. «Solo sé hacer apañitos muy básicos pero quiero aprender cosas más avanzadas. Es una habilidad que no debe perderse, y al contrario que con la costura, es dificilísimo encontrar instrucciones y documentación», comparte. «Me da mucha satisfacción hacer un arreglito, me siento como si hubiera hecho trampas al sistema».

No es de extrañar que Eugenia sienta que arreglar una prenda, remendarla o ajustarla para que siga siendo útil sea hacer trampas al sistema. Una muestra inofensiva de rebeldía ante el mismo. La idea de las grandes corporaciones que venden hoy camisetas a 8 euros y pantalones denim a 15 es que nadie dedique ni un minuto a tal propósito, sino que, con mucho menos tiempo y esfuerzo, sin necesidad de salir de casa incluso, se adquiera un reemplazo nuevo.

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«Reparar devuelve a algo su condición de usabilidad. Incluso cuando un objeto ya no puede seguir desempeñando la función para la que fue diseñado, existe la decisión creativa de qué hacer con sus materiales». Quien habla es la artista y docente californiana Jenny Odell, también una de las ensayistas que mejor ha articulado las reflexiones clave de nuestro tiempo en sus libros Cómo no hacer nada y ¡Reconquista tu tiempo! Lo hace en el marco de las charlas del festival Re:Publica en Berlín, donde asistió como ponente para hablar sobre el casi olvidado acto de reparar, el tema de su última investigación, que Odell encuentra transversal a los objetos y los paisajes. De hecho, ella podría estar de acuerdo con Andino tanto en lo de hacer trampas al sistema, como en la patente escasez de recursos, herramientas e invitaciones dirigidas a la ciudadanía para que arregle sus posesiones en lugar de reemplazarlas por otras nuevas. «Especialmente si no estás acostumbrado a hacerlo puede resultar impactante respecto a la libertad que tiene un consumidor para elegir entre todas las opciones prefabricadas».

Aunque ahora Odell dedica gran parte de su tiempo a reflexionar y escribir sobre el concepto de reparación, no fue hasta hace poco tiempo cuando el potencial de la idea de la reparación germinó en su imaginación. Todo comenzó cuando quiso aprender a remendar unos calcetines. El hilo del que tiró la llevó hasta Mending Life, de Nina y Sonya Montenegro, uno de los manuales centrales de la cultura moderna de la reparación. En él, las autoras invitan a sus lectores a pensar en todas aquellas prendas de ropa que a lo largo de su vida han poseído, apreciado, y perdido por el camino, e intentar imaginar dónde pueden estar ahora.

Las alarmantes cifras del desecho textil y la solución europea para revertirlas

Es precisamente el destino de las prendas que han dejado de ser útiles para las personas lo que preocupaba a la Comisión Europea al propulsar el llamado Green Deal europeo, el Plan de Acción para una Economía Circular que traza un marco legislativo para las manufacturas de los países miembros, y que ya empieza a marcar su impacto en las legislaciones domésticas. Las razones para ello son de peso. En concreto, de entre 26.400 a 594.000 toneladas de prendas nuevas que cada año son desechadas por los productores de moda y calzado en Europa sin llegar a ser usadas, según cifras del informe del IPCC de marzo de 2024. El sino de estos artículos, entre un 4-9% de los textiles fabricados en Europa incluyendo también la industria del lujo, es acabar en un vertedero, incinerados o, en el mejor de los casos, en plantas de reciclaje. 

La solución del Green Deal pasa por prohibir las fórmulas de desecho que no contemplan el reciclaje, obligando así a los productores a pensar, desde la fase de diseño del producto, en un final para la prenda en la que sus materiales sean fáciles de separar y clasificar. Orientando, en definitiva, a la industria hacia el ecodiseño. La normativa también penaliza el green washing, acabando con la estrategia de marketing de las firmas de moda rápida de autoasignarse etiquetas propias de producción sostenible, y exige una información completa y divulgativa para que el consumidor sepa cómo lavar y cuidar correctamente la prenda, en aras de evitar su pronta obsolescencia. Así, se pretende alargar la vida útil de los artículos, minimizar en lo posible los desechos y, llegado el caso, asegurar que este se produce de la manera menos contaminante. No es el enfoque más radical a la crisis de producción y consumo que impacta en el cambio climático, pero sí es un gran viraje respecto a la situación actual, y las firmas comienzan a reaccionar.

Unos estándares de calidad que también deben cambiar

El fin último que motiva el Green Deal europeo no es solo el de actuar sobre los productores, también es el de transformar una pauta de consumo que está extendida y generalizada. Las décadas de dominio de la moda rápida sobre el sector textil han legado a la ciudadanía una cultura de consumo textil que rompe lazos con el mundo. Los objetos llegan totalmente privados de su contexto a las manos de un usuario que no sabe de dónde procede el artículo, quién lo ha elaborado, qué materiales presenta su composición, y qué debe hacer para maximizar su vida útil. Lo más preocupante es la posibilidad de que además de no saberlo tampoco le importe demasiado.

Una de las especialidades más fuertes de la tienda online de moda vintage con sede en Albacete, Grändma Modelitos Fetén, es la de la higienización y reparación de prendas textiles, áreas en las que son expertas. Nieves Pozo y su hija, Marta Requena, fundadoras del proyecto, tienen exigentes estándares de calidad para el género de vintage con el que trabajan, que siempre consta de artículos de unos 40 años de antigüedad o más. Una cifra que, aunque pueda sorprender, garantiza mejores calidades que las de las prendas de fabricación reciente. «No nos planteamos la reparación de prendas de hoy en día para su venta», explica Marta Requena. «Para nosotras sería muy arriesgado. Ya que, por un lado, no podemos garantizar las bondades del vintage con las calidades actuales y, por otro, nuestra verdadera pasión es devolver a la vida piezas increíbles que poco tienen que ver con las de manufactura actual. Y sinceramente, la satisfacción de reparar una prenda de calidad es insuperable».

Requena y su madre pueden nombrar sin titubeos todos aquellos aspectos en los que las prendas que vestimos hoy deslucen al lado de las que llenaban los armarios, de manera tal vez más austera, hace cuarenta años. «Los tejidos, aun siendo sintéticos, eran de mayor calidad, aunque predominaban los tejidos naturales, tampoco se apuraban tanto en su utilización, cosa que se puede ver en las costuras interiores, que nos permite modificar las prendas sin preocupación. Las costuras están mucho más trabajadas, las puntadas son más fuertes y precisas. El patronaje está más trabajado para adaptarse a la figura, lo que deriva en lo bien que sienta la prenda. Los materiales de confección como hilos, cremalleras o botones son de los que duran toda la vida y no se escatimaba en un buen forro si la prenda lo pedía», enumera la cofundadora de Grändma, que termina alabando los detalles de cada confección y la intención de perdurabilidad con la que se elaboraban estas prendas.

«El vestir de antes poco tiene que ver con el de hoy en día», reflexiona. «En el pasado, nuestros armarios no estaban a rebosar, no se daba lugar a tener prendas aun con etiqueta en una percha o cajón, no comprábamos una prenda pensando en una sola ocasión, no teníamos la pulsión de consumir tan naturalizada y arraigada como en la actualidad, se fabricaba muchísimo más producto nacional, confeccionado en talleres que tenían unos niveles de exigencia que poco o nada tienen que ver con los actuales, y, en definitiva, los estándares mínimos para comercializar una prenda eran bastante más altos que actualmente. Cuando se confeccionaba y comercializaba una prenda se competía no solo en diseño, sino también en calidad. Las técnicas de confección eran ‘robustas’, y los procesos no tenían la carga de aceleración actual», concluye.

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Participantes en un taller de costura. Foto: La Tabacalera de Lavapiés.

Vestir y pensar

Jenny Odell opina que la reparación es un acto inevitablemente creativo. Piensa como ella Sofía Nieto, cofundadora junto a Arancha Rodrigálvarez de Carmen 17, una firma madrileña de moda y estudio de costura especializado en artes escénicas que en los últimos años ha expandido todos los límites y definiciones que se asocian al oficio de la costura. En su taller en la calle del Carmen, Sofía y Arancha acogen reuniones, pequeños cursos y talleres de labores libres, que siempre terminan transformados en encuentros de lo que ellas denominan como un grupo de pensamiento en torno al textil. 

Algunos de estos encuentros han puesto el foco en el aprendizaje de técnicas tradicionales como el bordado (impartidos por Lola Goyanes o Minia Studio), estampado textil (con Xiana Cobo) o minitelar o tapiz (Malatrama). También han celebrado alguno en torno al visible mending, la creativa técnica de remendado textil visible que mencionaba Andino al principio de estas líneas. Nieto tiene claro que estas actividades manuales de creación aportan a quien las lleva a cabo «una sensación de autonomía positiva». Piensa también que existe en ellas un inevitable factor político. Y así, regresa de nuevo esa idea de las trampas al sistema.

Nieto piensa en un contexto en el que las desigualdades sociales son cada vez más desorbitadas: «el capitalismo nos está restando espacios y oportunidades en nuestra vida de tener una relación activa, útil y consciente con nuestros objetos cotidianos». El grupo de pensamiento, o de labores libres, se sitúa entonces como un antídoto. O, mejor dicho, como toda una estrategia de resistencia colectiva que, en este caso, afecta a la manera de entender la ropa con la que nos vestimos a diario. «Si solo ves a las prendas bajo su uso utilitario, esta es una relación muy pobre», señala Nieto. «Pero si encuentras la forma de tener una relación activa podrías coger esa prenda que se ha encogido al lavarla y transformarla en otra cosa, o coger aquella que tiene algún roto y hacerle un remiendo creativo, algo que se ha desteñido podrías volverlo a teñir de un color nuevo… Así tendríamos prendas que nos acompañarían mucho más tiempo». Y arguye: «Todas estas prácticas de creación activa nos colocan en un lugar muy poderoso porque no benefician al capitalismo. Éste prefiere un individuo aislado y sin ese potencial de lo colectivo, ya que con lo colectivo muchas de las cosas que nos ofrece el capitalismo serían inútiles o innecesarias».

Una idea, una misma conclusión, atraviesa la mente de la escritora Jenny Odell en dos momentos muy distintos, y así se lo hace saber a sus oyentes en Berlín. El primero se produce al aprender cómo remendar sus calcetines. El segundo, cuando acude a las citas con la iniciativa Skyline Gardens Alliance, en la que grupos de voluntarios arrancan plantas invasoras y restauran las especies autóctonas para restaurar el paisaje botánico de algunas zonas de las montañas de Oakland y Berkeley. Otra forma de reparación de elementos, esta vez ecológicos. «Intervenir en ellos (objetos o paisajes) se parece un poco a intervenir el mundo», subraya. Porque para ella, que también es artista, la acción de reparar un objeto convive con la de crear uno que no existía antes de esa intervención. Aquí reside la autonomía que mencionaba Nieto a la hora de participar activamente en la existencia de un objeto cotidiano. Aquí, las trampas al sistema. Como afirma Odell, remendar los calcetines se parece mucho a intervenir el mundo, porque hacerlo es remendar las deficiencias que el capitalismo inflige sobre él.

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COMENTARIOS

  1. No es cuestión de hacer trampas al sistema se trata de prescindir de él.
    Debemos prescindir de él.
    Socialismo o barbarie.
    Hay muchas tiendas de arreglos de ropa lo que quiere decir que mucha gente arreglamos nuestras prendas.
    Si tienes una prenda que te gusta la guardas decenas de años. No es cuestión de comprar por comprar, es cuestión de que sientas que una determinada prenda va con tu personalidad y en ese caso nunca te cansas de llevarla.
    Mucha gente también compra en las tiendas de segunda mano. Yo he comprado en estas tiendas vestidos de boutique preciosos donados seguramente por gente bien que solo lleva la ropa una vez o poco más.
    Reducir, reciclar, reutilizar.

  2. CONSUMIR, INCONSCIENTES, CONSUMIR. YO CONSUMO, TU CONSUMES, EL PLANETA SE CONSUME.
    Inditex: ¡Detened la moda aérea!
    Inditex, la empresa matriz de marcas como Zara, sigue transportando enormes volúmenes de artículos de moda rápida por vía aérea, causando un daño considerable al clima.
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    https://www.ecologistasenaccion.org/161/inditex-detened-la-moda-aerea/

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