Santuarios en el limbo

En España no existe la figura jurídica del santuario de animales. Se les aplica la misma legislación que a las explotaciones ganaderas aunque su objetivo es muy distinto: velar por que los animales gocen de las mejores condiciones hasta el fin de sus días.
Santuarios en el limbo
La vaca 'Veggie' acariciada por Fernando Sánchez durante la hora del desayuno en el santuario de El Campito (Madrid). Foto: ÁLVARO MINGUITO

Chocolate es una pitbull con ataxia, una enfermedad neurológica que afecta a la coordinación y al equilibrio. Para que se ejercite y se fortalezca, sus cuidadoras deben despertarla cada hora, también por las noches. Frente al habitáculo de Choco, una amplia gatera acoge a algunos felinos con dificultades de movilidad. A pocos metros pastan plácidamente Yesús y Shaggy, dos carneros rescatados; el primero es ciego y con problemas en sus articulaciones, el segundo perdió una de sus patas a causa de una grave infección. Un rebaño de ovejas ancianas, un grupo de gallinas y una variopinta pandilla de perros completan la escena. Estamos en la zona 1 del santuario La Candela, en el municipio sevillano de Palomares del Río, ubicado en el preparque de Doñana.

La zona 1 es el área donde viven los animales más vulnerables, y también donde se ubican las oficinas y la clínica veterinaria. Es el centro neurálgico del lugar, pero representa una mínima parte del conjunto. Con una extensión de 80 hectáreas, La Candela es el santuario de animales más grande de España y el que más habitantes alberga, entre 350 y 400. Lucía Martínez, su fundadora, los saluda por sus nombres mientras pasea por la finca. Ella y otras siete personas componen el equipo fijo, al que esporádicamente se suman voluntarios. Son los encargados de cuidar a todos los animales y de velar por que gocen de las mejores condiciones hasta el fin de sus días.

Los santuarios son el ejemplo vivo de la ideología antiespecista. Frente a la discriminación por especies, esta postura considera que todos los animales (también los humanos) son iguales entre sí. La Candela es uno de los muchos que hay repartidos por nuestro país. Sin embargo, no es posible aportar un dato exacto de cuántos. En FESA (la Federación Española de Santuarios Animales) estiman que la cifra oscila entre los 40 y los 60, aproximadamente. Tampoco se sabe cuántos animales son albergados en estos espacios. Esta ausencia de censos y registros es una de las consecuencias de una situación un tanto anómala: en España, los santuarios de animales no están reconocidos jurídicamente.

Un limbo legal

«En España la figura del santuario no existe. Jurídicamente no es un concepto definido», resume Lola García, abogada especializada en derecho animal. En este limbo legal y a falta de una normativa específica, los santuarios en nuestro país se regulan como explotación ganadera. Es decir, desde el punto de vista administrativo, una macrogranja y un santuario son exactamente lo mismo.

El planteamiento inicial de la conocida como Ley de Bienestar Animal —en vigor desde 2023— sí incluía un artículo que recogía la figura de los santuarios, explica García. En conversación con La Marea, Sergio García Torres, director general de Derechos de los Animales del Gobierno de España entre 2020 y 2023 (Podemos) y promotor de la norma, cuenta una anécdota al respecto: «El Partido Socialista se negó a llamarlos “santuarios” por las connotaciones religiosas del término».

Detalles aparte, una de las cuestiones clave es que la Ley actual es un marco de referencia que requiere ser desarrollado a través de un Real Decreto. Desde la Dirección General de Derechos de los Animales (DGDA) confirman que «se está retomando la elaboración del Real Decreto de Núcleos Zoológicos de Animales de Compañía» y aseguran que «se ha constituido un grupo de trabajo entre la DGDA y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación».

Controles muy agresivos

Mientras tanto, los santuarios afrontan una serie de dificultades en su día a día. Una de ellas es la de los estrictos controles veterinarios. Al regirse como granjas, donde la finalidad de los animales es el consumo humano, los santuarios deben cumplir idénticos requisitos sanitarios, a pesar de que quienes habitan en ellos jamás acabarán en un plato.

Fernando Sánchez, presidente de la Fundación Salvando Peludos, responsable del santuario madrileño El Campito y secretario de FESA, conoce bien esta realidad. «Estamos obligados a una alta intensidad de controles sanitarios muy desagradables y muy violentos, que no compartimos, pero que nos toca aceptar», lamenta.

Cuatro veces al año, los 38 cerdos que viven en El Campito «son inmovilizados con cadenas, se extrae sangre de sus ojos y se les inyecta una vacuna». Además del estrés que estas pruebas suponen para los animales, Sánchez considera que esta práctica es «una sobrevacunación terrible» que puede «arrojar falsos positivos». Como ejemplo, expone el caso de Alba, una de las cerdas de este santuario. Dio positivo en pseudorrabia, pero sus cuidadores consideran que nunca estuvo enferma. «Es una enfermedad supercontagiosa. Si un cerdo da positivo, lo lógico es que no sea un caso aislado», algo que no ocurrió en este santuario, donde conviven casi cuarenta cochinos. «Nuestra posición fue que no íbamos a eutanasiar a ningún cerdo», zanja Sánchez. En cambio, aislaron a Alba y maximizaron los controles sanitarios y de prevención de zoonosis. «A día de hoy, no hay ningún otro cerdo contagiado y Alba sigue viva, igual de normal que siempre. Y sigue dando positivo en pseudorrabia porque la siguen vacunando cada tres meses de esta enfermedad», concluye.

Financiación problemática

Otro de los problemas en los que se materializa la ausencia de normativa es, quizás, el más acuciante: la financiación. Aunque legalmente los santuarios computan como explotaciones ganaderas, no pueden acogerse a sus subvenciones. «Al no tener un fin productivo, los santuarios no obtienen ingresos y, por tanto, no pueden pedirlas», resume la abogada.

Sobre esto, la DGDA indica que desde 2021 existe «una línea de subvenciones a entidades protectoras, a las cuales concurren habitualmente la mayoría de santuarios o refugios. En 2024 han sido subvencionadas 627 entidades, que se han repartido unos dos millones de euros». La cuenta es sencilla: unos 3.000 euros al año por entidad. Según la DGDA, «estas subvenciones cubren los gastos de identificación, tratamientos veterinarios, vacunación, alimentación y traslados de animales», así como «los gastos de remodelación de instalaciones y los gastos financieros o notariales». La fundadora de La Candela discrepa sobre el alcance y la utilidad real de estas ayudas: «¿Qué haces con 3.000 euros? Con eso no te da para nada». A menudo, los santuarios afrontan facturas veterinarias que ascienden a miles de euros. Un solo camión de heno le cuesta a La Candela 5.900 euros. Necesitan dos al mes.

En este contexto, los santuarios tiran de ingenio para salir adelante. El refugio sevillano se financia, en parte, con socios, madrinas y filantropía extranjera, y también tiene un acuerdo con supermercados de los que reciclan varias toneladas de fruta y verdura a la semana. Pero ni así les salen las cuentas. Una nueva vía de ingresos para La Candela está siendo organizar visitas guiadas por la finca, una estrategia que les funciona, «aunque a cuentagotas».

Diferente es la situación de Dharma, un santuario de unas 15 hectáreas ubicado en la frontera entre Cáceres y Toledo. Abogado de profesión, su fundador, Fran González, dedica la práctica totalidad de sus ingresos al santuario: «Tengo mi trabajo y el 90% de los gastos los pago yo. Por una parte, eso es bueno porque no dependo de nada ni de nadie», resuelve González. La contrapartida, reflexiona, es que «como la gente ve que nos apañamos más o menos, solo va a ayudar en casos más extremos».

Por su parte, el santuario El Campito se autofinancia gracias a la vía de Salvando Peludos, asociación protectora que realiza «trabajos con perros y gatos para la administración pública» madrileña. «Somos una explotación ganadera pero la Comunidad de Madrid también nos ha dado el reconocimiento de albergue de recogida de animales abandonados», explica Sánchez.

El debate de las donaciones

Independientemente de la fórmula que cada santuario encuentre para salir adelante, hay algo a lo que todos recurren: las redes sociales. La abogada animalista relata que «como no pueden pedir subvenciones, nos encontramos constantemente vídeos en Instagram de santuarios diciendo “vamos a cerrar, no podemos más”. Reciben un aluvión de dinero y se mantienen un poco más. Yo estoy muy en contra de los donativos», opina García. Y es que la dinámica de las aportaciones a golpe de reel desgarrador, aunque realizadas con la mejor intención, no siempre sale bien. Muestra de ello fue el conocido como caso Plumas.

El responsable de Dharma y abogado no quiere «hacer leña del árbol caído» tras lo ocurrido en Plumas –se recaudaron miles de euros para los animales, que acabaron muriendo por abandono y negligencia–, pero considera importante hablar de ello. Sánchez es de la misma opinión que García: «Pedir dinero sin ningún tipo de justificación ni prueba nos va a traer problemas en el futuro, seguro». Y va más allá: «Viendo cómo funciona el tema de las donaciones, raro es que no haya entrado gente lista para robar. Ves un vídeo en internet y tienes que confiar en que sea verdad».

Los participantes de este reportaje coinciden en que el camino a seguir pasa por la organización y la unidad. La fundadora de La Candela opina que la unión de todos los santuarios de España lo facilitaría todo: desde crear un fondo económico para emergencias a financiar cuestiones legales, pasando por aspectos logísticos, como pedir el heno al mismo proveedor al por mayor para reducir costes o poder compartir recursos. «Sería increíble».

Por su parte, el secretario de FESA hace un «llamamiento a los santuarios» para que se unan a la Federación. «Tenemos un protocolo de adhesión que puede resultar estricto, pero que no pretende otra cosa que velar por la seguridad de los proyectos y el bienestar animal», puntualiza Sánchez.

El fundador de Dharma aboga por la profesionalización de los santuarios: «Tenemos que darnos cuenta de que el sistema es lo que es. Si queremos avanzar, tenemos que meternos en el sistema, participar de él y conseguir mejoras a través del sistema. Pero eso sólo lo vamos a conseguir juntos. Por separado nadie va a conseguir nada».

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  1. Otro «prójimo» con menos suerte:
    «Cuando comienza el buen tiempo, la mayoría piensa en irse a la playa, pero nosotras no dejamos de trabajar por los animales. Hemos estado en todas partes. Literalmente.
    Nuestro equipo valenciano se tomó la plaza frente al Ayuntamiento de Alicante para exigir el cese inmediato de la tauromaquia como parte de su fiesta de Hogueras.
    Al día siguiente comenzaron las corridas, que se televisaron por primera vez en años (con dinero público, por supuesto). No sé si viste las imágenes, pero uno de los toros estaba tan desatendido y aturdido por el calor, que se desplomó a penas salió a la arena… mientras en vivo entrevistaban al propio conseller de Emergencias, Juan Carlos Valderrama, hablando de cultura y tradiciones! Sí, como lees.
    En Madrid, lideramos la marcha contra la caza del lobo, exigiendo que se vuelva a proteger a este animal tan importante por sí mismo y fundamental para el resto de los animales con quienes convive en la naturaleza.
    Hay que recordar que el lobby de la caza representa casi a un millón de cazadores y muchos políticos ceden a todas sus demandas.
    Matar a los lobos no es sólo agregar un nombre más a su largo listado de presas, sino que es quitarse de encima a su competencia. Quieren desequilibrio en los espacios naturales, porque el «exceso» de algunas especies justifica a las administraciones que den permisos para seguir matándolos. ¡Increíble, pero cierto!
    También hemos estado en las puertas del Congreso para recordarle a los políticos sus compromisos para eliminar todas las jaulas de las granjas de Europa.
    España es uno de los que más animales tienen encerrados en esas condiciones y además, no tiene normativa de bienestar animal a medida para algunos de esos animales, como terneros, pavos o conejos. ¿Lo puedes creer?
    Sus vidas están a merced de personas que no se interesan en lo más mínimo por ellos. Los ven como cosas. Nadie puede sostener la mirada con un animal por 20 segundos y seguir creyendo que son cosas. Nadie debería seguir creyéndolo.
    Y no sólo eso, también estuvimos en Torrejón de Ardoz, condenando las corridas de toros. Y en Zaragoza, preparando una gran marcha antitaurina que inundará las calles (y otras cositas). Además, sostuvimos reuniones con varios partidos políticos estas semanas, incluido el PSOE, para hacer de la ILP #NoEsMiCultura una realidad.
    Estamos en este preciso momento en Bruselas, en la cumbre anual de organizaciones europeas por la defensa de los animales.
    Seguimos presionando por el fin inmediato de las granjas peleteras, reformas radicales en el transporte de animales para consumo, más protección para perros (sin excluir a los usados en la caza), la prohibición de granjas de pulpos, que se considere a los peces como merecedores de bienestar animal, regulaciones severas para las explotaciones intensivas, etc. Un largo etcétera, etcétera, etcétera, etcétera!
    Ah! Y se me olvidaba… Acabamos de regresar de estar grabando festejos populares con toros en un pueblo de la provincia de Tarragona. Pronto os contaremos más de eso, porque estamos preparando vídeos y otros materiales que compartiremos.
    Adelanto que no fue nada fácil y que tuvimos que salir de ahí escoltados por la policía. La brutalidad y la violencia son marca de la casa de los aficionados taurinos…
    -Noticias de AnimaNaturalis-

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