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Por tierra, mar y aire. El cambio climático se hizo notar en 2023 en todo el planeta y ha dejado a su paso, aunque esta vez no es sorpresa, una cadena de récords. Hace cuestión de tres meses acabamos el año (y el decenio) más cálido en 174 años, con una temperatura media mundial cerca de la superficie de 1,45 °C por encima de los niveles preindustriales de referencia. También fue un año con récords por calor oceánico, aumento de nivel del mar, pérdida de hielo marino antártico y retroceso de los glaciares.
«La Tierra está expresando una llamada de auxilio. El último informe del Estado del Clima Global muestra un planeta al límite». Las palabras del secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, sirven de resumen del nuevo análisis de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
En 2023, cada uno de los meses entre junio y diciembre tuvo su momento de protagonismo batiendo el récord de calor jamás registrado para el mes respectivo. Destaca, sobre todo, septiembre de 2023, que superó su anterior récord por un amplio margen, de 0,46 °C a 0,54 °C.
Este incremento en la temperatura mundial se debe, además de por la transición de las condiciones de La Niña a las de El Niño, al incremento de las concentraciones de gases de efecto invernadero en nuestra atmósfera: en 2022, los tres principales gases de este tipo (dióxido de carbono, metano y óxido nitroso) alcanzaron niveles sin precedentes. Y siguieron subiendo. Hoy, la concentración del primero de estos gases, el CO₂, es un 50% superior a la de la era preindustrial (1850-1900).

El mar sube y se calienta
En el agua también se notó un calor inusual a partir de abril. Las temperaturas medias mundiales de la superficie del mar alcanzaron máximos históricos, batiendo los valores máximos de julio, agosto y septiembre por un margen amplio. Las olas de calor marinas no fueron un fenómeno aislado, sino que se dieron en el Atlántico Norte oriental, el golfo de México y el Caribe, el Pacífico Norte y amplias zonas del océano Austral.
El último récord de media diaria de olas de calor marinas en el océano sucedió en 2016, con un 23%. En 2023 esas cifras sufrieron una rotunda elevación y el anterior máximo quedó remplazado por un 32%. Como promedio diario del año, casi un tercio del océano mundial se vio afectado por una ola de calor marina. Hacia finales de 2023, más del 90% del océano había experimentado olas de calor en algún momento del año.
Las más graves y extremas ocurrieron a finales de año en todo el Atlántico Norte, con temperaturas que se situaron 3 °C por encima de la media. El mar Mediterráneo experimentó las olas de calor más fuertes por duodécimo año consecutivo.
Por otro lado, mientras el nivel medio del mar a escala mundial alcanzó otro máximo histórico, la extensión del hielo marino antártico alcanzó un mínimo absoluto en febrero de 2023, y se mantuvo así desde junio hasta principios de noviembre. En la otra punta, en el Ártico, el manto de hielo estuvo muy por debajo de lo normal, y los valores anuales máximo y mínimo fueron, respectivamente, el quinto y el sexto más bajos desde que hay registros.

Las consecuencias no son solo ambientales
El balance de 2023 no podía omitir, lógicamente, todos los fenómenos meteorológicos y climáticos extremos que ocurrieron. Ni las consecuencias, tanto ambientales como socioeconómicas, que dejaron tras su paso en todos los continentes. Inundaciones, olas de calor, sequía, incendios… Algunos de estos episodios son los más intensos jamás registrados.
La OMM destaca, entre otros, el ciclón tropical Freddy, que dañó Madagascar, Mozambique y Malawi. O el calor extremo que afectó, sobre todo, al sur de Europa y el norte de África. O la peor temporada de incendios forestales en Canadá, y la contaminación por humo que provocó.
El cambio climático no solo ha traído destrucción al territorio. También aumentaron la inseguridad alimentaria, la vulnerabilidad y los desplazamientos de población, dificultades agravadas en algunas regiones por los conflictos. «La crisis climática es el desafío esencial al que se enfrenta la humanidad y está estrechamente interrelacionada con la crisis de desigualdad y la pérdida de biodiversidad», afirma Celeste Saulo, vicepresidenta de la OMM.
Las soluciones a esta crisis, según la OMM
La transición energética y la financiación. La OMM no es el primer organismo en mencionar estos dos puntos como parte de la solución. El informe concluye con un dato como «rayo de esperanza»: en 2023, las incorporaciones de capacidad renovable aumentaron casi un 50 % respecto a 2022, ascendiendo a un total de 510 gigavatios (GW), lo que representa el mayor ritmo observado en las dos últimas décadas.
Asimismo, entre 2021 y 2022, los flujos mundiales de financiación relacionada con el clima ascendieron a cerca de 1,3 billones de dólares, siendo casi el doble que en 2019 y 2020. Pero esto, aseguran, no es suficiente. «En un escenario promedio, para una trayectoria de 1,5 ºC, las inversiones anuales en financiación climática han de multiplicarse por más de seis, alcanzando casi los 9 billones de dólares en 2030 y otros 10 billones de dólares hasta 2050», afirma la OMM.
No hacer nada es más caro que intentar hacer algo. Entre 2025 y 2100, el coste total de la inacción se estima en 1.266 billones de dólares, una estimación que, según el organismo, es «extremadamente baja».
«La acción climática se ve actualmente obstaculizada por la falta de capacidad para prestar y utilizar servicios climáticos que sirvan de base a los planes nacionales de mitigación y adaptación, especialmente en los países en desarrollo», dice Saulo. «Tenemos que aumentar el apoyo a los Servicios Meteorológicos e Hidrológicos Nacionales para que puedan prestar servicios de información que garanticen que la próxima ronda de contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) se base en la ciencia».
Esta semana, durante los días 21 y 22 de marzo, se celebrará la Reunión Ministerial sobre el Clima que se celebrará en Copenhague. Allí, dirigentes y ministros en materia climática de todo el mundo se reunirán por primera vez desde la COP28 para negociar, entre otros puntos, la mejora de estos CDN. También será prioridad concertar un acuerdo sobre financiación en la COP29 para transformar los planes nacionales en medidas concretas.
«Aún hay tiempo para lanzar un salvavidas a la gente y al planeta, y los líderes deben dar un paso y actuar ya», sentencia Guterres.