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La jornada laboral del abejorro empieza poco después del amanecer. Este insecto peludo de aspecto rechoncho echa a volar con las primeras luces y puede mantenerse activo, recolectando néctar de flor en flor, hasta que cae la noche. Con sus vuelos rápidos y precisos, accede a la energía del azúcar que segregan las plantas. A cambio, estas recubren de polen los pelillos del cuerpo del insecto, usándolo como un vehículo clave en su reproducción. Sin embargo, el proceso no siempre es tan delicado ni siempre sucede a pequeña escala. Las plantas han evolucionado de miles de maneras distintas para atraer a los animales que les ayudan en la polinización. Algunos son sorprendentemente más grandes que un abejorro.
Las montañas de Bale, en Etiopía, se elevan por encima de los 3.000 metros de altitud (algunos picos superan los 4.000). Allí, en el duro clima de los altiplanos etíopes, un equipo de científicos de la Universidad de Oxford ha documentado por primera vez una relación desconocida entre dos especies icónicas de esta cordillera: el lobo etíope y la planta Kniphofia foliosa. Cuando ésta florece, las manadas de lobos acuden a lamer su néctar, cargando sus hocicos de polen amarillo. Lo hacen durante horas y pueden visitar decenas de flores en cada ocasión. ¿Significa eso que este carnívoro, conocido también como chacal del Semién, es un polinizador?
El azúcar del desierto
El lobo etíope es un carnívoro que se alimenta, fundamentalmente, de otros pequeños animales de su entorno y, sobre todo, de roedores como la rata-topo gigante, también habitual en las montañas de Bale. Sin embargo, el clima en su hábitat favorito, las praderas de alta montaña, es duro, semidesértico durante buena parte del año. Allí, las fuentes de energía escasean. «Creo que la razón principal por la que los lobos lamen el néctar de las flores de Kniphofia foliosa es por su sabor dulce y por el pequeño aporte de energía que supone, tal como lo hacen los humanos que viven en la zona. Yo misma lo he probado», explica Sandra Lai, científica sénior del Programa de Conservación del Lobo Etíope (EWCP, por sus siglas en inglés) e investigadora de la unidad de conservación de la vida salvaje de la Universidad de Oxford.
Lai es la autora principal del estudio, publicado en noviembre del año pasado, que describe por primera vez el comportamiento poco habitual de los chacales del Semién. El paper recoge las conclusiones del equipo de investigadores tras seguir de cerca a seis individuos de tres manadas diferentes entre mayo y junio de 2023. Los vídeos y las fotografías que tomaron a lo largo de esos días muestran con claridad cómo los lobos lamen el néctar y cómo su hocico acaba cubierto de polen pegajoso. En una sola excursión entre las praderas florecidas, algunos ejemplares visitaban más de 30 flores diferentes.

«Los lobos van de flor en flor en busca de néctar, por lo que existe la posibilidad de que transfieran polen entre ellas. Pero en este momento no podemos decir con seguridad que sean polinizadores» , señala Lai. «Las flores de Kniphofia foliosa son largas y tubulares, pero en la madurez sus estilos se extienden fuera de la flor, por lo que pueden ser polinizadas sin que el polinizador tenga que entrar en la flor tubular. Es decir, la polinización por parte de un lobo es posible. Sin embargo, su papel como polinizadores efectivos depende de su capacidad real para transferir polen a otras flores y de la fructificación, algo que todavía no hemos documentado».
Los análisis de su papel polinizador quedarán para estudios posteriores, aunque los investigadores todavía no los han planificado. De acuerdo con Lai, la investigación en la zona es complicada tanto por las condiciones climáticas como por la situación social y política del país. Los lobos etíopes, uno de los carnívoros más amenazados del mundo, sufren también la presión de la expansión de la agricultura y la ganadería, con la consecuente pérdida y fragmentación de su hábitat, así como enfermedades como la rabia o el moquillo que les transmiten los perros domésticos que acompañan a las poblaciones humanas.
«Por último, aunque el EWCP tiene alrededor de 50 personas en plantilla, la tarea de estudio y conservación es gigantesca. Necesitamos más gente y más presupuesto, pero conseguirlo es todo un desafío», concluye Lai. «Normalmente, la mayoría de los fondos de conservación se destinan a especies más conocidas, como los leones, los gorilas o los elefantes. No es que estas especies no sean importantes también, pero suele ser más difícil recaudar fondos para otras especies menos famosas».
Las flores no son solo para los insectos
Los insectos son el grupo más numeroso de polinizadores del mundo. Las abejas se llevan toda la fama, pero las avispas, las mariposas, las polillas, las moscas y los escarabajos también juegan un papel importante en la reproducción de las plantas. Su papel es esencial para las plantas con flor (cerca del 90% de las especies necesitan a los polinizadores animales) y para la producción de alimentos para los seres humanos. Una de cada tres toneladas de alimentos vegetales o de cereales producidos en el mundo y el 75% de las especies vegetales cultivadas dependen de la polinización. Sin embargo, las plantas no solo han desarrollado estrategias para atraer a los insectos.
«Principalmente, las flores han desarrollado formas de atraer, además de insectos, a animales voladores, como pájaros y murciélagos. Entre los reptiles, se han documentado casos de lagartos y, entre los mamíferos, de pequeños roedores, monos (sobre todo lémures) y marsupiales», añade Sandra Lai. «Entre los mamíferos carnívoros los casos son más raros, pero sí se sabe que hay civetas, ginetas y mangostas que visitan las flores y potencialmente las polinizan. Pero entre los estrictamente carnívoros, por ahora, solo se conoce el caso del lobo etíope, que se alimenta de néctar y podría actuar como polinizador».
Aunque los casos de grandes animales polinizadores sean menos conocidos que los de insectos, existen en todos los ecosistemas. El lagarto tizón, endémico de las islas de Tenerife y La Palma, contribuye a la polinización de varias especies de plantas de su entorno. Lo mismo hace la lagartija balear, que solo sobrevive en pequeños islotes del archipiélago, y también se alimenta de néctar y poliniza algunas especies vegetales, como el hinojo marino. Y en Extremadura, el altramuz del diablo es el único caso documentado en Europa de ornitofilia, ya que este arbusto es polinizado casi en exclusiva por pájaros como la curruca o el mosquitero común.
Alrededor del mundo, los ejemplos se multiplican. Los colibríes, los loros y los mieleros australianos, los murciélagos y los zorros voladores, los gecos y los caracoles, las ardillas, las musarañas y hasta las ratas forman relaciones complejas con las plantas de su entorno: a cambio de un pequeño aporte de energía en forma de azúcar, hacen girar la rueda de la polinización.