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Celebrar la potencia poética y política de los árboles: ese es el objetivo del Arbola Fest, un «bosque de eventos» que entre el 15 y el 18 de mayo convertirá a la «cultura vegetal» en protagonista de la vida de Pamplona. El festival, que celebra este año su segunda edición, propone poner en diálogo prácticas artísticas innovadoras, divulgación científica y acción comunitaria a través de una serie de propuestas que tienen lo arbóreo como objeto de reflexión, debate y vivencia.
La «cultura arbórea», un trabajo en curso
La idea de «cultura arbórea» es, para Isabel Ferreira, directora del festival, un trabajo en curso. «Solemos entenderla solo como la parte de la arboricultura, la parte más relacionada con el cultivo y el cuidado de los árboles en sí, pero hay muchos más elementos que tener en cuenta: la dimensión medioambiental de los árboles, su importancia para el entorno y para el clima, pero también su importancia simbólica y política, la necesidad de hacer políticas públicas sobre ellos», explica.
Desde esa perspectiva, Ferreira destaca la importancia de la multidisciplinariedad: que la mirada ambiental se una con la artística permite «traducir esas investigaciones y esos datos científicos que a veces son muy fríos y no nos tocan en lago que nos habla de otra manera». Se trata, según apunta, de «aunar la sensibilidad de la cultura con el rigor de la ciencia», evitando también el riesgo de humanizar a los árboles: «Queremos que se respeten por lo que son, por la importancia que tienen en sí mismos, como especies no humanas».
Las actividades de estos días arrancan con una conferencia del naturalista y escritor Joaquín Araujo, impulsor del ecologismo en España, que hablará sobre la importancia política, estética y simbólica de los árboles en tiempos de transición eco-social. Le sigue un amplio programa de conferencias, exposiciones, talleres y espectáculos a cargo de una quincena de artistas y divulgadores de diversas disciplinas y procedencias. Las propuestas son diversas: desde un laboratorio de experimentación e ingesta de plantas guiado por la artista y antropóloga Adriana Reyes, hasta los «baños de arte en el bosque» de Ghislaine Verano, una exploración sensorial del entorno bosque como espacio de salud física y mental.
Hacer sostenible la práctica artística en el tiempo y en el espacio
Varios de los y las participantes ya llevan un tiempo trabajando en estos proyectos en Pamplona. En esta segunda edición, el festival se complementa con un programa de residencias que durante los meses de marzo y abril ha acogido a diez artistas de cinco países para desarrollar proyectos relacionados con la cultura arbórea. El resultado (o el trabajo en proceso, en algunos casos) se mostrará ahora en Arbola Fest, en sus distintos formatos. Además tendrá lugar una exposición colectiva, centrada en el proceso de creación de estos artistas.
Según explica Ferreira, esto también es una apuesta por la sostenibilidad: que la actividad artística pueda alargarse en el tiempo e integrarse en el espacio. En este mismo sentido, el festival se concibe como itinerante: en su edición de 2023, después de pasar por Pamplona, las actividades giraron por diez pueblos de Navarra. «Frente a la productividad y la rapidez en la que vivimos, es importante que las actividades sean replicables, que no solo puedan verse en un lugar, sino llevarse a otros también», explica la directora de Arbola.
Este año plantean repetir esta itinerancia en los próximos meses. Entretanto, las creaciones se pasean por la ciudad. Los espectáculos están precedidos por caminatas por un espacio natural que introduce el tema que tratan. Ferreira destaca por ejemplo H2O, una obra de circo-danza que Maitane Azpiroz creó tras una investigación en la que colaboró con el técnico de sostenibilidad e ingeniero forestal Juanjo Altuna: «es un espectáculo que se inspira en ese flujo constante e invisible, esa danza acuática que hay en los bosques», explica, «y el paseo nos permite hacernos consciente de ello en nuestro entorno».
Algo parecido ocurre con «Exotic», una instalación y exposición fotográfica de Monika Aranda que visibilizan el impacto en el territorio de la Cortaderia o Plumero de la Pampa, una planta exótica que prospera con rapidez imponiéndose a las especies autóctonas. El paseo que precede a su presentación explorará la naturaleza urbana del centro de Pamplona para conocer los árboles y plantas consideradas exóticas y su impacto en el ecosistema.
Ver a los árboles y conocer sus nombres
Otras de las propuestas que se presentan en el festival traban esa relación a través de otras estrategias. El italiano Marco Ranieri, por ejemplo, articuló su proyecto «Todo lo que crece» a través de una serie de encuentros intergeneracionales para compartir saberes, historias y experiencias sobre árboles que plasmó después con distintas técnicas, desde la estampación hasta la realización de un herbario participativa y una intervención para escuchar lo que suena en sus oquedades. El resultado podrá verse ahora en la exposición «La voz de los árboles, todo el bosque es una transparencia».
Otra exposición es la de la irlandesa Claire Hurley, «At home in the trees» (‘En los árboles como en casa’). Se trata de una serie de grandes esculturas «nido» construidas con ramas, hojas y otros elementos de los árboles, con las que trabaja la simbología del árbol como casa y refugio de todo tipo de seres vivos. En colaboración con el británico Manuel Vason elaboró también una serie de fotos en las que su cuerpo se funde con las formas de ramas, hojas y raíces para dar vida a una nueva criatura de resonancias mágicas.
El programa se completa también con las «Lecturas arbóreas», dirigidas a niños y niñas y dinamizadas por las y los artistas participantes en el festival; así como con un encuentro de proyectos de cultura arbórea con ejemplos de buenas prácticas.
Como insiste Ferreira, con todo ello se trata de llamar la atención sobre los árboles, que en nuestro día a día a menudo son invisibles. «Podemos ser conscientes de la importancia de los árboles, pero aún así caminamos sin verlos. O, si los vemos, no sabemos sus nombres: no sabemos si es un chopo o un abedul», apunta. La idea es que la mirada artística ayude justo a eso: a conocer sus nombres y sus historias, para entender mejor su importancia y su papel en nuestro mundo.
…»José Vicente Barcia, coordinador de Guardabosques, descubrió Donelle en una de sus caminatas por la Ribeira Sacra —en el sur de la provincia de Lugo—. Situado a unos diez kilómetros de Monforte de Lemos, le cautivó por un entorno, que, según afirma, «está muy vivo: hay carballos, castaños, abedules, chopos, madroños… Por allí se pasean zorros, corzos, martas, gavilanes, águilas culebreras… Hay quien dice que ha visto lobo, pero yo no lo he visto, así que no te lo puedo asegurar»….
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