Etiquetas:
Este artículo, publicado originalmente en inglés en Grist, se publica aquí como parte de la colaboración periodística mundial Covering Climate Now.
Las olas de calor no sólo nos hacen sudar, también pueden afectar el funcionamiento de nuestro cerebro. Se ha demostrado que las altas temperaturas pueden determinar peores notas en exámenes de matemáticas e índices de agresividad más elevados, que se reflejan en conductas que van desde una actitud mezquina hasta delitos violentos. Un pequeño pero creciente número de investigaciones sugiere que también puede influir en nuestra forma de hablar.
Los políticos tienden a usar palabras más cortas en sus discursos cuando la temperatura ambiente es de 24-27 °C o superior, según un estudio publicado en la revista iScience. Dicho estudio analizó siete millones de discursos en ocho países —Estados Unidos, Reino Unido, Austria, Países Bajos, Nueva Zelanda, Dinamarca, España y Alemania— y los cotejó con la temperatura media del día en que se pronunciaron. Los días fríos no tuvieron el mismo efecto.
Comprender las consecuencias del calor en las habilidades cognitivas adquiere especial importancia a medida que el calentamiento global avanza, afirma Risto Conte Keivabu, coautor del estudio que investiga el cambio climático en el Instituto Max Planck para la Investigación Demográfica de Alemania.
Los días en que la temperatura superó los 27 °C, los políticos emplearon un lenguaje más sencillo, que equivalía a perder medio mes de formación académica. Seguramente ese resultado se queda corto, según Conte Keivabu, ya que el estudio trató de «separar el impacto del calor de cualquier otro posible factor de confusión de la forma más conservadora posible». Al examinar por separado, los datos de Alemania, los investigadores comprobaron que el efecto era comparable a una reducción de cuatro meses en la formación académica, apunta. Los discursos se midieron mediante las pruebas de legibilidad de Flesch-Kincaid, que evalúan la dificultad de comprensión de un texto en función de la longitud de las palabras y frases empleadas.
Según los datos recogidos en Alemania, el estudio reveló que los adultos mayores de 57 años son más sensibles al calor, y que en estos individuos el rango de temperaturas comprendido entre 21 y 24 °C se relaciona con cambios perceptibles en la forma de hablar. El calor es especialmente peligroso para los adultos de mayor edad, a los que les cuesta más bajar la temperatura corporal debido a una circulación sanguínea debilitada y al deterioro de las glándulas sudoríparas.
Otros estudios respaldan la suposición de que el calor puede alterar nuestra forma de hablar, aunque apuntan a un empeoramiento del estado de ánimo como causa probable. Los discursos del odio tienden a subir a la par que el termómetro: según un estudio de 2022 en Estados Unidos, el número de tuits en los que se usa un lenguaje peyorativo o discriminatorio aumenta hasta un 22% durante los períodos de calor extremo. Los investigadores han observado un fenómeno similar en las redes sociales chinas, donde se emplea un lenguaje más agresivo en los días de mucho calor.
Sin embargo, a diferencia de las publicaciones en las redes sociales, los discursos de los políticos suelen prepararse con antelación, lo que hace más sorprendente esa modulación hacia un lenguaje menos complejo en los días calurosos. Los investigadores sugieren que los efectos psicológicos del calor podrían «llevar a un orador a simplificar el discurso o desviarse de los comentarios escritos de antemano debido a una merma en la función cognitiva y la sensación de confort».
Pero entonces, ¿cómo se explica que una ola de calor en el exterior altere la calidad del habla en el interior? El estudio baraja varias teorías. Es posible que incluso una breve exposición al calor —como esperar el tren en el trayecto al trabajo o salir al exterior para hacer un descanso— baste para desencadenar efectos adversos. A la inversa, las temperaturas extremas en el exterior podrían llevar a los individuos a permanecer en el interior de los edificios, donde la ausencia de aire fresco podría entorpecer sus habilidades cognitivas. Otra teoría apunta a la dificultad para conciliar el sueño cuando hace calor, lo que dificulta pensar con claridad al día siguiente.
Emplear un lenguaje más sencillo no es algo intrínsecamente malo; de hecho, suele ser más fácil de entender. Sin embargo, cuando alguien usa un lenguaje menos complejo de forma sostenida a lo largo del tiempo puede indicar un deterioro cognitivo, según Conte Keivabu. «No sabemos si esto repercute en la toma de decisiones de los políticos o en la eficacia con que transmiten sus mensajes», afirma. Los investigadores han determinado que el hecho de emplear una forma de redactar más genérica puede ser un indicio temprano de demencia, un patrón detectado en obras escritas y discursos políticos.
El calor no es el único factor ambiental que podría estar influyendo sutilmente en aquello que decimos y cómo lo decimos. Un estudio realizado en 2019 determinó que la exposición a la contaminación atmosférica provocaba una disminución similar de la complejidad en los discursos de los parlamentarios canadienses, contabilizada como el equivalente a perder casi tres meses de formación académica.
Traducción de Rita da Costa.