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Año 1945. La Segunda Guerra Mundial ha terminado y los soldados supervivientes de Estados Unidos vuelven a casa. Hay que buscarles un buen lugar en el que vivir. Uno que simbolice el triunfo del sueño americano. Uno en el que encajen la propiedad privada, el individualismo y el auge de la clase media. Uno que tenga un buen césped que regar y cortar. Con ese objetivo en mente nació Levittown, el primer barrio residencial de casas con jardín construido en masa en Estados Unidos. La idea se popularizó y pronto todo el mundo quería vivir en un sitio así. Las casitas rodeadas de un césped impoluto conquistaron el país y, gracias a la industria cultural, el mundo occidental.
Hoy, el sueño americano lucha por sobrevivir en un mundo que ha cambiado mucho. La situación económica no es la que era, pocos pueden permitirse una casa con jardín y la mayoría de los propietarios de los barrios residenciales no pueden pagar por los servicios de jardinería. El clima y la meteorología tampoco son los mismos: en muchos lugares de Estados Unidos, la sequía y las altas temperaturas hacen imposible mantener el césped bien regado todo el año. Tanto es así, que cada vez más personas están optando por pintarlo de verde. Claro que existen otras opciones para salvar a los jardines de las garras del cambio climático, aunque signifiquen dejar de lado el sueño del occidental medio.
Jardines y cambio climático
El césped verde e impoluto no solo es el símbolo de un ideal de sociedad, sino también el reflejo de la gran cantidad de agua, fertilizantes, pesticidas y energía que necesita el mundo que hemos construido. Las necesidades de este tipo de jardín varían mucho en función de las especies utilizadas, el terreno y el clima, pero el césped es una de las plantas ornamentales que más recursos consume. Un estudio elaborado en 2016 en los hoteles de Lanzarote y Fuerteventura, en las islas Canarias, concluye que un césped requiere de media 2,67 litros de agua por metro cuadrado al día para estar siempre verde.
Otro, hecho en Vancouver, Canadá, señala que necesita 3,57 litros por metro cuadrado y día en los periodos de máxima demanda y que, además, normalmente se riega en exceso. De hecho, afirma que el jardín es el espacio donde más agua se desperdicia de toda la casa. Por último, otro estudio, publicado en Nueva Gales del Sur, Australia, concluye que el 25% del consumo de agua doméstico del país se va en regar el césped. La alternativa no es no regar, dejar morir la hierba y pintarla de verde, sino apostar por otro tipo de jardines, adaptados al contexto local, con especies autóctonas y más parecidos a los ecosistemas naturales y salvajes.
«Repensar el concepto tradicional de jardín es vital», señala Marta Rosique, ambientóloga y divulgadora, fundadora de Plantea en Verde –empresa enfocada en horticultura– y jardinería sostenible. «Adaptar nuestros jardines a las condiciones climáticas del presente y del futuro no solo es una respuesta sensata a la crisis del agua, sino también una oportunidad para crear espacios más sostenibles y resilientes. La jardinería xerofítica, que utiliza plantas adaptadas a ambientes secos, es un excelente enfoque para lograrlo. Los jardines tradicionales, con extensas áreas de césped y plantas exigentes en agua, son insostenibles en muchas regiones».
En el caso de España, las tendencias climáticas están claras. Los datos y las proyecciones que maneja la Dirección General del Agua desde hace años señalan una reducción generalizada de las precipitaciones a medida que avance el siglo XXI, en particular, en el área mediterránea. Este descenso será más o menos pronunciado en función de si seguimos emitiendo gases de efecto invernadero a la atmósfera como si no hubiese un mañana o si conseguimos frenar las emisiones. Pero los recursos hídricos se verán reducidos sí o sí. A nivel mundial, habrá zonas donde llueva más –y de forma más torrencial y menos previsible– y otras donde llueva menos, pero las tensiones por el agua empiezan a ser evidentes en todo el planeta.
Ante este escenario, cada vez más voces piden un cambio en la forma de pensar los jardines y cada vez más personas (e instituciones como los jardines botánicos) deciden actuar. «En las ciudades, los jardines adaptados al clima y a la biodiversidad local reducen la temperatura media y el efecto isla de calor, dan sombra y retiran parte de la contaminación. Además, sustentan a la fauna polinizadora, tan necesaria, y propician la presencia de aves y murciélagos», añade Mariano Sánchez, jefe de jardinería y arbolado del Real Jardín Botánico. «Los jardines salvajes, que intentan reproducir el entorno natural, son igualmente beneficiosos y permiten la conservación de la flora autóctona y los polinizadores».
En una de sus últimas remodelaciones, este jardín botánico emplazado en el centro de Madrid apostó por usar plantas vivaces (que viven como mínimo tres años), bulbosas y arbustivas del entorno mediterráneo para mostrar el potencial de las especies autóctonas en la jardinería adaptada a la sequía. Un poco más al norte, el Jardí Botànic de Barcelona situado en Montjuic lleva años centrado en preservar y dar a conocer colecciones de plantas mediterráneas de todo el mundo, aunque con un foco especial en la flora autóctona.
«Los jardines botánicos tienen también un papel de concienciación ambiental. Son instituciones científicas al servicio de la población y de la divulgación», señala David Bertrán, conservador del jardín barcelonés. «Nosotros reproducimos ambientes naturales lo mejor posible, con especies autóctonas o de zonas no muy lejanas a este lugar en el que estamos. El concepto clásico de jardín botánico, con grandes extensiones de césped y plantas exóticas, propio de la mentalidad colonial que traía especies de lugares lejanos a la metrópoli, hace mucho tiempo que quedó atrás», explica.
Quiero un jardín de secano
No lejos de Barcelona, en la localidad francesa de Mèze, a pocos kilómetros de Montepellier, Olivier y Clara Filippi llevan más de 30 años estudiando la diversidad de las plantas mediterráneas y su resistencia a la sequía. En ese tiempo, han construido Pépinière Filippi, un espacio a medio camino entre vivero y jardín botánico en el que la flora autóctona es protagonista, y han publicado varios libros y manuales sobre los jardines de secano.
«En el Mediterráneo crecen unas 25.000 especies de plantas. Muchas son hermosas y tolerantes a la sequía, pero muy pocas están disponibles en viveros o se cultivan en jardines», explica Olivier Filippi. «El consumo de agua de los jardines secos es muy bajo. Con nuestra técnica de plantación, solo los regamos el primer año. Además, son más ecológicos, requieren poco mantenimiento y evolucionan de forma natural. Son diversos y están formados por un mosaico de hábitats diferentes, desde árboles para dar sombra a setos o macizos de flores. Esto permite a su vez una alta diversidad de insectos y aves».
Si llegados a este punto solo podemos pensar en plantar nuestro propio jardín seco, Marta Rosique sabe por dónde empezar: «La mayor parte del trabajo en un jardín xerofítico se da en la fase de diseño. Es importante instalar sistemas eficientes de recolección de agua y elegir bien las plantas nativas que vivan bien en condiciones de poca agua. El césped, las rosas o las hortensias necesitan mucho riego para mantener su buen aspecto. En el otro extremo están las plantas arbustivas o las gramíneas, como las salvias, entre las que encontramos el romero, la festuca glauca o el olivo. También podemos optar por suculentas, como los agaves y los sedums».
Muchos de los pueblos y ciudades del área mediterránea en general, y de España en particular, perciben desde hace tiempo que cada vez hay menos agua. Pero hasta qué punto de escasez y falta de precipitaciones lleguemos en el futuro todavía depende de nosotros. «La sequía revolucionará la forma de cultivar huertos y jardines, sin duda, pero el cambio climático nos plantea otras dudas», reflexiona Olivier Filippi. «¿Qué especies se adaptarán a las nuevas condiciones de calor y sequía? ¿Cómo podrán adaptarse con rapidez al cambio de sus condiciones ecológicas? ¿Y cómo pueden los jardines servir de refugio y lugar de adaptación para plantas, insectos, aves y otros seres vivos?». Las respuestas, cuando cerremos el grifo.