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¿Cómo acercarnos al paisaje sin distanciarnos al mismo tiempo? ¿Y si el arte no imitara la naturaleza, sino que nos permitiera experimentarla? Son solo algunas de las preguntas que formulan Caroline Barneaud, del Théâtre Vidy-Lausanne y Stefan Kaegi, de la compañía alemana Rimini Protokoll en un proyecto llamado Shared Landscapes que invita al público a salir del teatro a través de siete producciones de artistas europeos que abordan el (re)descubrimiento del paisaje al aire libre, bajo el cielo abierto, con intervenciones artísticas, performances, composiciones sonoras, media art y teatro.
Después de su paso por Suiza y el Festival de Aviñón en 2023, el proyecto llega este año al Festival Temporada Alta de Girona y lo hace para generar una reflexión sobre lo que está por construir y por alterar en nuestros vínculos con la naturaleza o en la relación entre espacios urbanos y rurales, en un momento, dicen, «en que nuestro clima y recursos nos llevan hacia una nueva conciencia de fragilidad e interdependencia». ¿Es este proyecto algo anecdótico o forma parte de una corriente ya consolidada en las artes escénicas? ¿Al teatro actual le interesa la crisis climática y medioambiental? ¿Contra qué otros temas, habituales en la escena, compite la preocupación climática? ¿Están las artes escénicas aplicando criterios de sostenibilidad en sus prácticas y formas de hacer? ¿Qué se está preguntando a sí mismo el teatro en tiempos de incertidumbre y crisis, no solo climática?
He aquí una conversación con directores artísticos y programadores, creadores y distribuidores, gentes del teatro con una visión panorámica que han compartido con Climática algunas respuestas a muchas de esas preguntas.
¿Hay espacio para la crisis climática en los escenarios?
«Solo si la subvención lo apoya y lo requiere, nada más. Al teatro lo que le preocupa es sobrevivir», contesta el creador y director de escena Rolando San Martín. Desde el sector privado, la productora y distribuidora de Histrión Teatro, Nines Carrascal, comparte una opinión similar: «Mira, no, la preocupación climática no tiene apenas presencia porque si no tienes cubierto el alimento o la vivienda, no puedes pensar en cosas más elevadas y la mayor parte de las unidades de producción estamos tan por la supervivencia y tirar para adelante que lo ecológico se nos queda, en muchos casos, como algo todavía inasumible», explica Carrascal, que dibuja un panorama «de inercia, que no te deja tiempo para reflexionar y, aunque vamos tarde, va a llegar, tiene que llegar, pero creo que somos un sector que se muestra reacio ante el cambio».
Eduardo Vasco, nombrado recientemente director del Teatro Español, cree que lo climático es un asunto «que nos está abordando ahora mismo por los cuatro costados, pero viene por tantas direcciones que está siendo muy complicado que el teatro lo asuma porque, aunque se habla sobre ello desde hace tiempo, no ha sido un primer tema hasta hace poco y no hay, aún, una gran literatura detrás. Y, desde el punto de vista cuasi filosófico, es tan complicado abordar este tipo de temas sin ser maniqueo, sin ser didáctico… tienes que decir algo muy original o contar una historia muy elaborada para que eso tenga trascendencia. Yo creo que ahora mismo vivimos un poco de despiste con esto porque no sabemos cómo hincarle el diente».
Clima y teatro, una relación tímida
A pesar de este paisaje entre el páramo y el despiste que dibujan Vasco, Carrascal y San Martín, lo cierto es que sí hay creadores que, en los últimos años, han llevado a escena dramaturgias vinculadas a la preocupación medioambiental y la amenaza climática, con derivadas que han puesto el foco en el extractivismo, la violencia colonial, nuestra relación con la naturaleza o el fin de la civilización. Creadores como AzkonaToloza con sus trilogías Pacífico y Falla; Milo Rau y su Antigone in the Amazon o Christiane Jatahy en Depois do silencio; la compañía La Rueda con su obra Quiero colapsar a tu lado o el Mont Ventoux de Kor’sia; la trilogía sobre la minería de los creadores Silke Huysmans y Hannes Dereere o montajes como Conferencia de los ausentes o Natures vivantes de Rimini Protokoll.
Más allá de estos ejemplos, ¿lo climático es un tema frecuente en el teatro actual? «Sí, claramente», responde la directora del Centro de Cultura Contemporánea Conde Duque, Natalia Álvarez Simó, que sostiene que no solo las temáticas están reflejando esta preocupación, sino que también se están produciendo cambios en cuanto a las dinámicas de programación y producción. Simó se refiere, por ejemplo, al programa francoalemán Cooprog.eu, que se define como «una plataforma concebida como un bien común gratuito y de código abierto que permite a los programadores compartir e identificar proyectos convergentes para lograr giras eficientes en tiempo y geografía, con el objetivo de limitar la huella ecológica de las artes escénicas». Simó considera que programas en red como este no solo favorecen «que seamos más eficientes en lo ecológico, sino que, además, hacen que los teatros dejen de ser los rivales que eran antes, compitiendo por ver quién tenía el estreno».
«Nosotros estamos en unos cuantos proyectos europeos y (la sostenibilidad medioambiental) es uno de los temas que sale siempre y que está en las bases de cualquier ayuda o convocatoria de la Unión Europea», explica Narcís Puig, adjunto a la dirección artística del Festival Temporada Alta de Girona. «Es un tema del que se habla todo el rato, pero estamos intentando ver qué podemos hacer con un formato que es el teatro, las artes escénicas, que se basa en que la gente se mueva de un sitio a otro para ver a los actores representar el espectáculo en directo, delante de ti, y tenemos un problema porque ahí es difícil ahorrar en viajes. Las nuevas prácticas se van incorporando y hay artistas que te dicen que no van a tu festival si no pueden llegar en tren, otros que cruzan el charco solo si tienen más de cinco bolos y casos como el del coreógrafo francés Jérôme Bel, por ejemplo, que no se sube nunca a un avión», dice Puig, que señala que el festival Temporada Alta dispone de un plan de sostenibilidad centrado en la reducción de residuos y el consumo de agua, además de medidas de ahorro energético.
«No sé si lo climático está o yo lo busco», dice el director del Festival Grec de Barcelona, Cesc Casadesús, que admite que «uno, a la hora de programar, se pone las gafas porque estos temas te importan y quieres que estén en tu programación. En el Grec de este año hay cuatro o cinco espectáculos que hablan de cambio climático y medioambiente, desde Krzysztof Warlikowski a El conde de Torrefiel o la pieza Extinction rave de Fundación Mis Bragas, premio del Institut del Teatre». En cuanto a las prácticas, Casadesús considera que «hoy en día nadie se puede permitir no tener un plan de sostenibilidad, nosotros lo iniciamos en 2017 y explicamos en la web que tenemos unos compromisos con el CO₂ que compensamos, acuerdos para la reducción de impacto y temas como el uso de bicicletas, por ejemplo. Esto está para quedarse. Otra cosa es qué podemos hacer para reducir los viajes y en los contratos decimos que si el trayecto es de menos de mil kilómetros (el artista) tiene que venir en tren, por ejemplo, son acciones que se están incorporando de forma progresiva a nuestras programaciones, espacios y festivales, que son eventos más masivos».
Marion Betriu, directora artística del Festival TNT de Artes Vivas y Nuevos Formatos de Terrassa, también identifica propuestas escénicas que van en esta dirección, «pero no son mayoritarias y si pienso en el TNT, de las 20 piezas de este 2024, hay solo una que trabaja a partir de materiales reciclados y reutilizados. Veo que los creadores y compañías más jóvenes tienen una preocupación mayor que otros a los que les resulta más difícil cambiar sus maneras de hacer». Sobre cómo se aplican criterios de sostenibilidad a la hora de diseñar y montar un festival como el que dirige, Betriu explica que la preocupación climática existe, pero no siempre se dispone de los medios suficientes para aplicar las medidas necesarias, de ahí que aplauda iniciativas como las ayudas Perfom Europe, «que te conceden si consigues hacer un tour que coincida en el tiempo entre al menos tres espacios de tres países distintos que formen parte de Europa Creativa. Nosotros hemos conseguido socios en Italia, España, Croacia y Eslovenia, y el artista empezará la gira en el TNT y después viajará en tren al resto de países. Es una iniciativa muy bonita, articulada por una institución y todo el mundo sale ganando».
Amador González, director adjunto de la Sala Cuarta Pared de Madrid, explica que en su espacio llevan varios meses «colaborando con científicos y activistas en un programa llamado ETC Verde en el que hemos seleccionado a cinco dramaturgos que están trabajando, becados, en distintos textos cuyo punto de partida es el cambio climático, y llevaremos a escena algunos de ellos». González cree que en el teatro actual «sí hay una preocupación por lo climático, pero si te fijas en las temáticas habituales aparece de forma puntual cuando es, probablemente, uno de los problemas más graves a los que nos enfrentamos: el colapso medioambiental y el colapso del ser humano».
¿Cuáles son esas preguntas y temáticas habituales que se está planteando el teatro frente a otras como la crisis climática, que aparece aún de forma tímida? Lee la segunda parte de este reportaje.