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Aún es pronto para relacionar directamente la DANA que ha arrasado parte del área metropolitana de Valencia con el cambio climático. Faltan lo que la comunidad científica llama «estudios de atribución», pero varios especialistas –algunos tan prestigiosos y respetados como Friederike Otto, del Imperial College de Londres– ya vinculan la tragedia con la quema excesiva de combustibles fósiles.
«No cabe duda de que estos aguaceros explosivos se intensificaron por el cambio climático», asegura Otto en declaraciones recogidas por Science Media Centre UK, quien además explica que «con cada fracción de grado de calentamiento por los combustibles fósiles, la atmósfera puede retener más humedad, lo que provoca lluvias más intensas». Otto es responsable del World Weather Attribution (grupo referencial en el mundo a la hora de hacer estudios de atribución) del Centro de Política Medioambiental del Imperial College.
Desde esa posición de experta mundial, la científica pide que en la próxima COP29 (que arrancará en Bakú, Azerbaiyán, el 11 de noviembre), los Estados firmen la liquidación definitiva de los hidrocarburos. «Los líderes mundiales tienen que ponerse de acuerdo no sólo en reducir la quema de combustibles fósiles, sino en dejar de quemarlos, con una fecha límite. Cuanto más retrase el mundo la sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables, más graves y frecuentes serán los fenómenos meteorológicos extremos», afirma.
«Estas inundaciones mortales son otro recordatorio de lo peligroso que se ha vuelto el cambio climático con sólo 1,3 °C de calentamiento. Pero la semana pasada la ONU advirtió de que vamos camino de experimentar hasta 3,1 ºC de calentamiento para finales de siglo», advierte Otto.
Su colega Mark Smith, catedrático de Ciencias del Agua y la Salud de la Universidad de Leeds, se centra en la cuenca mediterránea y observa ahí un cambio en la intensidad de los fenómenos meteorológicos extremos. Siempre llovió torrencialmente en Valencia, pero no con esta magnitud devastadora.
«Cuando se producen crecidas repentinas debido a lluvias intensas, la onda de crecida puede desplazarse por la cuenca fluvial a una velocidad tremenda –explica Smith–. Esto ha sido así durante siglos, pero con el aumento de las precipitaciones extremas, nuevas áreas se están convirtiendo en zonas de riesgo».
Y este aumento en la frecuencia de fenómenos extremos se debe a la quema de combustibles fósiles, de eso no tiene dudas la comunidad científica. «Los trágicos sucesos de España son una prueba más, como si hiciera falta alguna, del rápido aumento de los efectos destructivos del cambio climático en nuestras sociedades», afirma John Marsham, catedrático de Ciencias Atmosféricas en la Universidad de Leeds.
«El hecho de que el cambio climático, impulsado principalmente por la quema de combustibles fósiles, aumente las precipitaciones extremas es uno de los aspectos más sólidos de la ciencia climática –asegura Marsham–. De ello se desprende un rápido aumento de las inundaciones con el calentamiento. La atmósfera más cálida retiene más agua y puede dar lugar a tormentas más intensas, lo que permite precipitaciones extremas también más intensas».
«Los medios de comunicación tienden a centrarse en el impacto inmediato de las dramáticas inundaciones, la pérdida de vidas y propiedades, pero los impactos durarán muchos años, mientras la gente intenta recuperarse. Toda nuestra infraestructura y civilización se basa en un clima que ya no existe, y cada vez será más difícil asegurar algunos lugares contra los daños de las inundaciones», añade.
Para Marsham, «el continuo aumento de los fenómenos extremos es como ver un accidente de coche evitable a cámara lenta». Por eso lamenta la parsimonia con la que los gobiernos de todo el mundo están manejando el problema: «Sabemos que actuar con rapidez ahorrará billones de libras, sabemos que la gente quiere más medidas contra el cambio climático y, sin embargo, las respuestas de los gobiernos son demasiado lentas. Tenemos que hacer frente a los intereses creados de grupos como la industria de los combustibles fósiles, que a corto plazo se benefician económicamente de retrasar la acción que todos necesitamos con tanta urgencia».
¿Por qué estalló esta DANA?
«Las tormentas se han desarrollado como resultado del paso de aire más frío sobre el cálido mar Mediterráneo, creando inestabilidad atmosférica y trayendo consigo lluvias torrenciales. Este tipo de tormentas pueden desarrollarse rápidamente y con un aviso relativamente corto», explica Jess Neumann, profesora asociada de Hidrología de la Universidad de Reading.
Neumann cita, entre otras medidas de adaptación al cambio clímatico, el necesario rediseño «radical» de nuestras zonas urbanas. «Las comunidades locales han informado de muros de agua de hasta tres metros de altura. La pérdida de vidas humanas nos demuestra que no estamos plenamente preparados para hacer frente a tormentas como las que han azotado el sureste de España», expone. «Tenemos que considerar seriamente cómo podemos diseñar mejor nuestros paisajes, pueblos y ciudades».
«La gente no debería morir a causa de este tipo de fenómenos meteorológicos previstos en países que tienen recursos para hacerlo mejor», agrega, por su parte, Liz Stephens, catedrática de Riesgos Climáticos y Resiliencia y compañera de Neumann en la Universidad de Reading. Stephens apunta a la parte política del drama sufrido en Valencia. ¿Se hizo lo suficiente? En cuanto a avisos, quizás sí; pero en trasladar la verdadera dimensión del peligro, probablemente no: «Aunque se emitió un aviso meteorológico rojo para la región con tiempo suficiente para que la gente se alejara del peligro, un aviso rojo por sí solo no comunica cuál será el impacto y qué debe hacer la gente».
Indicios no son pruebas
Desde el Centro Vasco de Investigación sobre Cambio Climático (BC3) son muy cautos a la hora de establecer una causalidad entre el calentamiento global provocado por la quema de hidrocarburos y la DANA que devastó varios municipios de la Comunitat Valenciana. Su directora, María José Sanz, opina que hay que esperar. «Las atribuciones siempre son delicadas», avisa a través del SMC.
«En términos generales, la corriente en chorro o jet stream debido a los cambios que estamos viendo, por el cambio climático, está teniendo ondulaciones más pronunciadas. Las DANAS son zonas de bajas presiones que se aíslan de esa corriente en chorro. Aunque son frecuentes, suceden más en invierno», señala.
«Además, como ahora mismo tenemos más cantidad de agua en la atmósfera porque los océanos están más calientes por el aumento de las temperaturas, este factor se suma al anterior y provocan fenómenos intensos», explica Sanz.
A pesar de los muchos indicios, a pesar del aumento en la reiteración de estos fenómenos extremos, «habrá que ver qué condiciones se han dado» para el surgimiento de esta DANA. Hay que verificar «dónde se ha producido ese aislamiento de bajas presiones o la cantidad de evaporación, entre otras cuestiones», apunta María José Sanz. «Y también están los ríos atmosféricos», añade. «Estos ríos son determinadas corrientes en la atmósfera que transportan el vapor de agua. Hay estudios que indican que fenómenos extremos en California tuvieron que ver con este factor».
Así pues, ¿qué relación podemos decir que tiene evento con el cambio climático? «Sobre la marcha no podemos decir nada», responde Ernesto Rodríguez Camino, meteorólogo superior del Estado y miembro de la Asociación Meteorológica Española, en declaraciones difundidas por Science Media Centre (SMC). «En términos generales lo que sabemos es que, en un contexto de cambio climático, este tipo de fenómenos de precipitaciones intensas y excepcionales, raras, van a ser cada vez más frecuentes y más intensos y, por lo tanto, destructivos. Insisto: eso en términos generales».
«Asociar un evento particular como este al cambio climático, es decir, preguntarse que si no hubiésemos tenido cambio climático no habríamos sufrido este evento, requiere estudios a posteriori y siempre se puede decir en términos probabilísticos, pero no sobre la marcha», agrega Rodríguez Camino. «Esto es algo que se analizará y estos casos muy destructivos o muy violentos, luego dan lugar a muchos estudios que se hacen en ámbitos académicos y de investigación».
En consecuencia, no podemos ir más allá de lo evidente: «Antes, entre un evento de este tipo y otro pasaban muchos decenios. Ahora nos podemos encontrar con que los tenemos con más frecuencia y con que su capacidad destructiva es mayor», explica Rodríguez Camino. Esa «capacidad destructiva», precisamente, introduce otro factor diferencial, a juicio de la meteoróloga Isabel Moreno: «Más allá de la frecuencia, tenemos que pensar que el cambio climático lo que sí favorece es que las precipitaciones puedan ser más intensas».
«Hay cosas del cambio climático que sí sabemos con seguridad: una atmósfera más caliente es capaz de retener más vapor de agua. En caso de soltar esa agua, podrá caer más cantidad. Es decir: el cambio climático favorece que pueda haber episodios de lluvias más extremas», explica Moreno. Ahora bien, «no tenemos claro si el cambio climático puede favorecer que se formen más danas».
A este apartado científico hay que sumar otro de carácter más mundano: dónde y cómo construimos nuestras zonas para vivir y para transitar. Moreno explica que puede haber «una línea de precipitación intensa pero pequeña y muy estacionaria en una zona concreta que esté descargando agua durante horas y horas» y que, a pesar de todo, no haya que lamentar la pérdida de vidas humanas. Pero si a esas precipitaciones «le sumas que justo debajo hay una población o que el agua que está circulando inunda otras zonas pobladas o infraestructuras importantes, tienes como resultado la catástrofe que hemos visto. Podía haber ocurrido que toda esa agua hubiera caído en otra zona donde no hubiera afectado a la población de esa manera… Pero no ha sido así, por desgracia».
En definitiva, según los científicos españoles, aún es pronto para vincular directamente y sin ningún género de dudas el episodio vivido en Valencia con el cambio climático. Sobre lo que no hay dudas es que, como dice Moreno, «el cambio climático es una realidad que ya está alterando nuestro clima».