César Luena: «Los primeros interesados en que el suelo no se siga degradando son los que cultivan»

El eurodiputado socialista destaca el «avance» que supone pasar de las políticas de protección y conservación a políticas de restauración con la futura Ley de Restauración de la Naturaleza.
El eurodiputado riojano César Luena (PSOE) en Bruselas. Foto: Eric Vidal, European Parliament

El eurodiputado socialista César Luena ha impulsado la futura Ley de Restauración de la Naturaleza, cuya aprobación se espera a finales de febrero, tras una dura batalla política. Como vicepresidente de la Comisión de Medio Ambiente, Salud Pública y Seguridad Alimentaria, espera más ambición para recuperar los ecosistemas. También ha sido uno de los políticos que se ha implicado en la lucha vecinal No a la Tala que comenzó hace un año en Madrid.

En los últimos meses se ha producido una tala masiva de árboles maduros en Madrid con motivo de ampliación de la línea 11 de Metro. ¿No resulta contradictorio que se estén talando árboles en la capital y desde Europa se esté aprobando una Ley de Restauración de la Naturaleza que reclama más superficie arbolada en las ciudades?

La tala de árboles es una vergüenza y una temeridad.

¿Llega tarde esta ley?

Esta legislación obliga a los Estados miembro a elaborar planes de restauración de la naturaleza. A partir de ahí se podrán tener en cuenta, por ejemplo, esas zonas de Madrid como zonas prioritarias. Llega tarde sobre todo porque los reglamentos no establecen propuestas o medidas tan concretas como las de este caso. La Comunidad de Madrid tenía la competencia y se ha empeñado en talar árboles existiendo proyectos alternativos, y sobre todo yendo contra el futuro. Si estás viendo que en las ciudades se plantan árboles, se ponen parques, se amplían las zonas verdes, no hagas lo contrario. Algún día podremos analizar desde un punto de vista técnico qué estudios, qué entidades privadas o qué colegios de arquitectos avalan el tipo de políticas urbanísticas que lleva a cabo la Comunidad de Madrid.

Han intercedido ministerios como el de Cultura y Transición Ecológica. ¿Nadie podía impedir estas talas de árboles?

Es importante que los ministerios y el Gobierno central se hayan posicionando en contra pero es la Comunidad de Madrid quien tiene las competencias urbanísticas. Esta gente es contumaz. Hace poco visité San Fernando de Henares y vi lo que pasó con las obras del metro, lo que están pasando las pobres familias… No sé si aprenden de estos errores. Tampoco lo han hecho en Galicia, donde viendo lo ocurrido con los pellets tampoco sé si aprendieron mucho del Nunca Más.

Pero toda esa presión que se ha producido, no solo social sino también desde las instituciones, es buena, suma. Ahí tienen la Comisión de Peticiones [del Parlamento Europeo]. Es una herramienta bastante útil y el propio parlamento, además de órgano legislador, es una caja de resonancia relevante. Árbol que talan, ese no vuelve, eso es evidente, pero todavía podemos conseguir atenuar la temeridad. El hecho de haber estado tanto tiempo hablando y haciendo ruido sobre este caso servirá a la hora de hacer políticas de restauración de la naturaleza urbanas. 

Madrid tiene antecedentes: en las obras de soterramiento de la M30 fue Bruselas quien pidió un estudio de impacto ambiental que nunca se hizo y tuvo consecuencias a posteriori. Parece que compensa violar la ley. ¿Para qué sirve denunciarlo ante el Parlamento Europeo?

No sé si están violando las leyes. Y no conozco el caso de la M-30. Pero creo que con todo el ruido que estamos haciendo entre la Comisión Europea, el Parlamento y el Banco Europeo de Inversiones, el trabajo al final cala. Todo el esfuerzo que hemos hecho estos últimos años en política española y en política europea para endurecer las políticas medioambientales… Hay que seguir ese camino porque así es como tienes más instrumentos después para parar ciertas tropelías o para exigir a los gobiernos o pararles los pies con unas normas más difíciles; pero es verdad que el Estado de derecho evoluciona poco a poco. Fíjate que venimos de un país donde se construía hasta en la playa y tenemos el Algarrobico. Ahora eso es impensable, está prohibido. Hemos avanzado.

Para seguir en esa línea hay que tener una actitud didáctica y pedagógica porque, a veces, las políticas verdes dan síntomas de fatiga en una parte de la sociedad. Pero cuando repasas el Eurobarómetro, la primera preocupación de los ciudadanos europeos como preocupación transversal de la sociedad europea es el clima. Así que bueno, hemos llegado tarde para el caso de la tala, sí, pero estamos cada vez más cerca de no llegar tarde nunca más. 

¿Por qué ha sido tan difícil sacar adelante la Ley de la Restauración de la Naturaleza?

Hay una estrategia de la derecha europea, de un tipo de Baviera que se llama Manfred Weber que, si lo vieran Angela Merkel o Helmut Kohl, lo echarían de la democracia cristiana porque ha roto el mandamiento número uno de la derecha europea: no te aproximarás a la extrema derecha porque es enemiga de la Unión Europea, ¡es la gran destructora de la idea de Europa! Manfred Weber ha cambiado el paso histórico de la Democracia Cristiana europea. 

Y esta extrema derecha tiene un discurso muy esencialista, y entre las esencias recurren a la tierra, al campo, a la agricultura… Pero, ¿el campo es de derechas? No. ¿La tierra es de derechas? No. ¿La agricultura es de derechas? No. ¿Que hay muchos agricultores con ideas conservadoras? También los hay con ideas progresistas, pero tienen ahí su estrategia. Se ha dejado arrastrar por la extrema derecha o, dicho de otra manera, ha cambiado el cordón sanitario por el abrazo reaccionario, ese ha sido el problema.

Pero la hemos sacado [la Ley de Restauración de la Naturaleza) hasta ahora. Quedan dos votaciones, una en el Consejo y otra en el Parlamento, pero todo está pactado incluso con familias políticas del Partido Popular y yo creo que no tendremos ya problemas y podremos tener una ley de restauración de la naturaleza publicada en el Boletín Oficial de la Unión Europea allí por la primera semana de marzo, espero.

¿Por qué esta nueva norma es un hito?

Porque en 70 años de construcción europea no había habido una política legislativa directa que afectase a la naturaleza. Ya tenemos una Directiva de Aves, una Directiva de Hábitats y ahora esta. El hecho de hacer una política comunitaria de restauración es un avance tremendo porque pasamos de políticas de protección y conservación a políticas de restauración. Las políticas de protección y conservación, como la Red Natura 2000, decían esto no se toca, hay que preservar. Ahora damos un salto cualitativo y decimos que de aquí a 2030 hay que restaurar el 20% del territorio europeo, de los ecosistemas degradados y en mal estado. Tiene que haber 27 planes de restauración para ello. En 2040, otro tanto y, en 2050, vamos a llegar al 90% de los ecosistemas degradados restaurados. Es un salto cualitativo en la política común europea. 

¿Cómo se va a conseguir?

Como decía el Marqués de la Ensenada, el fundamento de todo es el dinero. Lo que hace falta es que la legislatura que viene se impulse un espacio de financiación de la naturaleza, a nivel de otras partidas. Y que ocupe un lugar dentro de los presupuestos y de los programas de los planes plurianuales de financiación de la Unión. Es decir, que haya un pilar verde de financiación dedicado a la naturaleza y que acompañe, desde el punto de vista europeo, al gasto que van a tener que hacer los Estados miembro.

¿Entiende que preocupe a ganaderos, agricultores y pescadores?

Antes hablaba de Manfred Weber y su tesis de acercarse a las ideas de la extrema derecha y su discípulo aventajado es Feijóo. Dicho esto, sí entiendo la preocupación porque hay un discurso de algunos sindicatos agrarios muy conservadores que desde hace años señalan cualquier política de la naturaleza como un problema. Primero porque compite presupuestariamente con la política agraria común (PAC) o la política de pesca el sector primario. Esto es falso: artículo 1, uno de los objetivos principales de esta ley es preservar la seguridad alimentaria, hemos introducido un freno de emergencia. Esto significa que si hay problemas de escasez, problemas de inflación, se puede suspender la aplicación de la ley.

Hemos pactado con grupos y con diputados conservadores para que la ley tuviera los apoyos suficientes y no se quedara arrinconada porque yo creo que, en esta legislatura tan buena para las políticas climáticas, eso hubiera sido un desastre. Recuperar los ecosistemas es de cajón, a quien más le va a beneficiar es a aquellos que viven directamente del medio natural, que es el sector primario. Efectivamente, la ley conlleva alguna adaptación, algún cambio, pero va a haber muchísima flexibilidad, tiempo y posibilidades para adaptarse, es decir, apoyo. Es tan evidente que los primeros interesados en que el suelo no se siga degradando son los que cultivan el suelo, lo mismo con los mares, lo mismo con el fondo marino.

Sí, pero ¿están atendiendo a sus preocupaciones, habrá acompañamiento para que se adapten?

Restauramos los ecosistemas para que funcionen mejor y, si funcionan mejor, será mejor para la agricultura, para la ganadería y también para la pesca. Hago mucha pedagogía con ellos, pero es verdad que hay sindicatos o, lobbies, como quieras llamarlo, de corte conservador en Europa y en España que a veces parecen brazos armados de alternativas de políticas y, así, pues es difícil. Pero yo hablo con ellos, negocio porque me interesa que se entienda. Como siempre pasa en estos casos donde se genera mucha polémica porque las derechas agrarias no quieren, cuando se aplique este reglamento, cuando se revise dentro de 10 años, verán que no ha pasado nada, verán que es una buena política, que las políticas de la naturaleza ni sustituyen ni complementan siquiera las políticas de Agricultura, sino que son unas políticas necesarias e imprescindibles.

Por cierto, las estamos desarrollando porque hay un acuerdo internacional para llevar a cabo las políticas de restauración de la naturaleza y de protección [el Marco Global de Biodiversidad Kunming-Montreal] que hemos firmado en Canadá hace 15 meses como Unión Europea. Es decir, que estamos cumpliendo con los compromisos internacionales para restaurar los ecosistemas. Tenemos que ponernos objetivos, ponernos serios y conseguir revertir esa situación de degradación, que por otro lado nos dejó un aviso muy claro, una cosa que se llama síndrome agudo respiratorio severo por coronavirus 2, lo que llamamos COVID-19 […]. Avisos de lo que pasa cuando maltratamos a los ecosistemas de la naturaleza tenemos y el más reciente fue en 2020 y se llama pandemia COVID.

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COMENTARIOS

  1. Lo propio del capital y sus sirvientes, la derecha política, es destruir: países, personas, naturaleza… Su dios exterminador así se lo exige.
    Un árbol, en un año, inhala un promedio de 12 kilogramos de bióxido de carbono (CO2) y exhala oxígeno suficiente para una familia de cuatro personas.
    Una hectárea de árboles puede absorber 6 toneladas de bióxido de carbono al año.
    Un árbol maduro puede absorber dióxido de carbono a un ritmo de 21,7 kg por año.
    Un acre (4.000 m2) de árboles consume anualmente la cantidad de CO2 que produce un automóvil al recorrer 42.000 km.
    Un árbol de 30 metros de altura y 45 cm de diámetro en su base produce 2.722 kg de oxígeno.

    “los primeros interesados en que el suelo no se siga degradando son los que cultivan el suelo, lo mismo con los mares, lo mismo con el fondo marino”.
    No te engañes. César, a todos estos especuladores, salvando que siempre hay alguna persona consciente y coherente, les importa un pimiento la conservación de la naturaleza y el bienestar de la humanidad. Ellos van a explotar al máximo los recursos, no piensan en el mañana. Ellos sólo piensan en ellos.
    Siendo político como eres, sabes muy bien que el expolio es la primera regla del capital y de sus partidarios.

  2. Pan para hoy, y también para mañana, Juán Brovia Cortel, Agricultor y coordinador de la sección agraria de CNT en Teruel. (Arainfo.org)
    Durante las últimas décadas las políticas públicas han estructurado un sector primario intensivo orientado a la exportación, dependiente de insumos y agrotóxicos que ha llevado al límite el clima, la biodiversidad, la fertilidad de los suelos y la salud de las personas.
    Esta apuesta, sostenida durante mucho tiempo por parte de las instituciones, avanza a pequeños y muy tímidos bandazos hacia un modelo más sostenible. Aún así estas maniobras se quedan a años luz del necesario y urgente cambio hacia una transición eco social que aborde de frente todos los retos ambientales, climáticos y de supervivencia que tenemos por delante.
    Es comprensible que quien lleva toda la vida haciendo ciertas cosas de una forma se cabree cuando las mismas instituciones que promovían unas prácticas muy concretas lanzan mensajes contradictorios. Buena parte de la agricultura ha asumido como real el espejismo donde en lugar de intentar entender la naturaleza y adaptarnos a ella, tenemos el poder de dominarla sin consecuencia ninguna.
    Por suerte, quienes vivimos de cultivar alimentos y de los ciclos naturales, aún conservamos cierta intuición que nos dice que el medio que nos sostiene está cambiando rápidamente, incluso más rápido de lo que decían los científicos que algunos tachaban de alarmistas.
    Soy agricultor y tengo un tractor pequeño más viejo que yo. La mayoría de las tierras que trabajo me las han dejado para no verlas yermas, cultivo alimentos sin usar venenos y los vendo en los mercadillos de Teruel. Trabajo alrededor de una hectárea de hortalizas y legumbres y no he visto un “duro” de ayudas a jóvenes agricultores, ni de la PAC. Son ayudas pensadas desde la lógica de la extensión cultivada y no del trabajo que se genera, de la calidad de los alimentos, de acortar los circuitos de comercialización o de preservar la biodiversidad.
    Aún así, entiendo el cabreo de mis compañeros del sector que sí cobran la PAC y trabajan decenas de hectáreas de cereal o de maíz. Tenemos problemas comunes como los tratados de libre comercio, que son nuestra penitencia, la poca rentabilidad de nuestra faena, el riesgo creciente ante un clima cada vez más extremo o ese run run que tacha de paletos a quienes tenemos uno de los oficios más necesarios. A la inmensa mayoría nos cuesta mucho llegar a fin de mes y no vivimos del trabajo de nadie.
    Hay un riesgo evidente de que el conflicto acabe beneficiando a los oportunistas y suponga una salida en falso al conflicto agrario, y no nos queda tiempo que perder. Es urgente una transición del sector, acompañar en la reconversión, cerrar puertas a los alimentos que vienen de lejos y garantizar rentas agrarias mínimas para quien asuma los límites del medio del que vivimos. Si es un sector básico y fundamental para la sociedad, no puede ser una suma de emprendedores individuales con escasa rentabilidad y muchos riesgos. Las instituciones deben implementar políticas agroecológicas valientes y potenciar la coordinación, cooperación y solidaridad entre quienes agachamos el lomo.
    Asumiendo como objetivo la soberanía alimentaria de todos los territorios y que no queremos consumir ni comprar alimentos cultivados lejos, es ilógico tener la inmensa mayoría de tierras cultivables dedicadas a alimentar cerdos para la exportación. En este sector las integradoras aprietan a quienes tienen por debajo, las grandes empresas se aprovechan de la explotación de personas principalmente migrantes, mientras que los purines envenenan nuestro futuro.
    No se trata de elegir entre el presente y el futuro, se trata de tener pan para hoy pero también para mañana. Hay que quitarse la venda de los ojos y asumir que una vez que se sobrepasan los límites llega el tiempo de las consecuencias y tenemos que adaptarnos y prepararnos antes de que sea demasiado tarde.

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