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Cuenta el escritor, fotógrafo y, sobre todo, amante de las aves Noah Strycker que su pasión por estos animales le viene de lejos. De pequeño animó a sus padres a construir un comedero para pájaros tras verlo en su clase del colegio y, con 16, recogió a un ciervo muerto de la carretera y lo dejó delante de su casa para poder observar a los buitres de cerca. Un romance que ha continuado hasta el día de hoy y que le ha llevado a conocer en profundidad a muchos de ellos.
Unos conocimientos que narra de manera fresca y entretenida en Esa cosa con plumas (Capitán Swing), un libro en el que el ornitólogo estadounidense recopila aspectos fascinantes sobre la memoria, las relaciones, los juegos y la inteligencia de estos animales. Entre ellos, la asombrosa orientación de las palomas, el amor eterno que viven los albatros, la capacidad de seguir el ritmo de las cacatúas o cómo las urracas son capaces de reconocerse delante de un espejo. Una sorprendente vida que revela mucho sobre la del ser humano.
¿De dónde viene su afición por los pájaros?
Me empecé a interesar por los pájaros muy joven, con once años. En el colegio, mi profesora puso un comedor para ellos en la ventana y cada vez que un ave llegaba yo me quedaba fascinado y quería identificar qué tipo era. Después llegué a casa y les dije a mis padres que teníamos que construir algo similar. Ahí empezó mi afición hacia ellos.
Una afición que le llevó, según se sacó el carnet de conducir, a recoger un ciervo muerto para dejarlo en el jardín de sus padres y poder observar de cerca a los buitres.
Justo me había sacado el carnet de conducir, por lo que tenía unos 16 años. En un programa de televisión sobre pájaros vi que se metían en una selva con un trozo de carne para alimentar a buitres. No se lo dije a nadie, pero mi idea era buscar un ciervo que estuviera muerto tras haber sido atropellado en las carreteras cercanas a donde vivía, subirlo al coche, dejarlo enfrente de casa de mis padres y decirles: ¡Papá, mamá, voy a ver cuántos buitres vienen! Puedes imaginar lo felices que estaban. (Risas)
Ese fue el primer experimento que hizo y, desde entonces, como los albatros, su amor hacia los pájaros ha sido fiel.
Así es. Los albatros viven los más grandes amores entre los pájaros del mundo. No se separan hasta que uno de ellos muere, da igual el tiempo que vivan. Recordemos que pueden hacerlo al menos 75 años o más, por lo que es algo extraordinario. Quizá esto se deba a que se dejan mucho espacio en la relación, que no se ven mucho ni a menudo. Creo que el romance de estos pájaros es algo único y que puede inspirarnos.

Quien seguro que no tuvo una única pareja fue Snowball –este pájaro se volvió viral hace unos años gracias a sus movimientos acompasados al ritmo de los Back Street Boys–. ¿Qué nos enseña el baile de una cacatúa?
Creo que el baile de la cacatúa nos enseña, más que otra cosa, que a los pájaros les gusta jugar y que lo pasan bien. Que esto no es algo único de los humanos. A Snowball le gustaba bailar los Back Street Boys o su música favorita. Está bien que pudiera seguir el ritmo y que es algo que no hemos visto en otros pájaros, pero lo que nos muestra, sobre todo, es que a los animales les gusta disfrutar. No tenemos mucha oportunidad de verlos así.
Además de bailar, algunas aves también son auténticas artistas. Como el ave de emparrado.
Estas aves son famosas porque crean unos nidos increíbles. Los machos recogen objetos preciosos y con ellos diseñan maravillosas casas para atraer a las hembras. Pero estas también hacen sus nidos, así que si el macho no encuentra una pareja, se pasa toda su vida en ese nido precioso de soltero, creando su arte, por si acaso una hembra acaba en él. Creo que esto es un ejemplo interesante de arte en el mundo de las aves.
¿Cuánto orden jerárquico hay en un gallinero?
Las gallinas tienen un orden jerárquico y saben quién es la que manda y quién es la que no. Gracias a esto, se elimina el caos de su vida social a la hora de comer, moverse, etc. El problema es que se puede complicar un poco cuando hay demasiadas y no pueden entender ese orden social.
¿Por qué las urracas nos hacen menos humanos y más animales?
Las urracas son diferentes al resto de aves porque tienen algún tipo de autoreconocimiento que otras no. Hemos podido comprobar que pueden identificarse delante de un espejo dentro de un experimento en un laboratorio. ¿Qué significa esto? ¿Qué se reconocen a sí mismas como individuos? ¿Pueden experimentar sentimientos como la simpatía, la empatía o incluso dolor cuando otra urraca muere? Según sus comportamientos, parece que sí. Ellas roban, tienen hobbies o incluso recrean funerales cuando una muere. Pasa algo en su cerebro que les hace más similar a nosotros que otras aves. En cualquier caso, cuanto más las estudiamos, más se reduce la idea de que los humanos somos los únicos animales inteligentes.
¿El maluro coronado nos hace confiar en la cooperación?
En Australia existen estas aves que ‘contratan’ a otras de su misma especie para ayudar a criar a sus polluelos en sus nidos. Y muchas veces, esos ayudantes no son ni siquiera de la familia del macho ni de la hembra. Parece una forma de pagar alquiler para vivir en ese territorio. Ayudan al nido esperando su oportunidad para tener su propio lugar en el futuro.
Ya para terminar, si se pudiera reencarnar en un ave, ¿cuál sería y por qué?
Mi ave favorita es el buitre gallipavo, pero si muriera y volviera como un pájaro, creo que no querría ser uno de ellos. Preferiría ser un albatros. Estos tienen el modo de vida más increíble: están casi toda su existencia en el océano, no tienen problemas, ni depredadores de los que preocuparse. En definitiva, tienen una existencia romántica que no podemos casi ni imaginarnos. Creo que es el modo de vida que querría tener si fuera un ave.