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Vivir durante dos meses con temperaturas ambientales medias de 21,7 °C favorece que los adolescentes de diferentes zonas de España presenten más problemas de atención. Además, una misma exposición a temperaturas medias mucho más bajas, cercanas a los 5°C, hace que los jóvenes de Países Bajos muestren más síntomas de ansiedad y depresión. Esta es una de las principales conclusiones del estudio Temperature Exposure and Psychiatric Symptoms in Adolescents From 2 European Birth Cohorts, liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicado en la revista científica JAMA Network Open.
La investigación sigue el curso de muchas otras que durante los últimos años han puesto de manifiesto la relación entre el cambio climático y la salud mental. Pero esta vez lo hace teniendo en cuenta rangos de temperatura que no se consideran extremos, sino habituales, y centrándose en un sector de la población especialmente vulnerable: los adolescentes.
“Hay mucha investigación sobre la relación que existe entre el cambio climático, la variación en las temperaturas y la salud mental en adultos. Sabemos, por ejemplo, que durante las olas de calor y los periodos con altas temperaturas aumentan los intentos de suicidio y las hospitalizaciones. Sin embargo, se han realizado muy pocas investigaciones sobre la población más joven, por lo que quisimos estudiar cómo todo esto afecta específicamente a los adolescentes”, explica a Climática Esmée Essers, estudiante predoctoral en ISGlobal y autora principal del estudio.
Los investigadores tomaron datos de casi 4.000 adolescentes de Países Bajos (a través del proyecto Generation R) y de casi 900 españoles (gracias al proyecto INMA). Analizaron las temperaturas ambientales durante tres periodos de tiempo diferentes hasta llegar a los dos meses, con el objetivo de entender qué sucede cuando los adolescentes están expuestos a ciertas temperaturas durante periodos de tiempo largos y de forma continua.
“Imaginemos el caso de los adolescentes neerlandeses, que estuvieron expuestos a temperaturas medias de 5 °C, lo cual es bastante bajo, durante dos meses. ¿Qué problemas de salud mental puede generar esto?”, expone Essers. “Una vez pasaron estos periodos, recogimos datos a través de cuestionarios que se centraban en tres tipos diferentes de problemas mentales: problemas de interiorización, como ansiedad y depresión; de exteriorización, como comportamientos agresivos; y de falta de atención”.

Falta de atención y ansiedad
Los resultados del estudio sugieren que la salud mental de los adolescentes puede verse afectada por cambios moderados de temperatura. Para los adolescentes españoles, la exposición continuada a temperaturas cálidas (que se mueven entre los 15,6 y los 24,3 °C) genera un aumento de problemas de falta de atención. Tal y como explican desde ISGlobal, la exposición al calor puede aumentar las hormonas del estrés, como el cortisol, y los marcadores de inflamación; dificultar la refrigeración y la oxigenación del cerebro y provocar problemas de sueño. Todo esto puede tener consecuencias en la capacidad de concentración y aumentar la irritabilidad.
Por otro lado, el estudio indica que la exposición al frío en los adolescentes neerlandeses (en concreto, a temperaturas que abarcan un rango de entre 3,3 y 12,4°C) durante un periodo prolongado de tiempo provoca problemas de interiorización, como ansiedad y depresión. Esto está ligado a que el frío puede desencadenar respuestas termorreguladoras, como la vasoconstricción (el estrechamiento de los vasos sanguíneos), que puede alterar la temperatura corporal y la función cerebral.
A su vez, recuerdan desde ISGlobal, tanto el calor como el frío pueden causar malestar físico, lo que afecta negativamente al estado de ánimo y al bienestar emocional, contribuyendo como consecuencia a los síntomas psiquiátricos.
Sin embargo, el estudio no detectó consecuencias por exposición al frío en España y al calor en los Países Bajos. “En estos casos, las temperaturas no son extremas ni existe una exposición lo suficientemente larga como para obtener una respuesta fisiológica que tenga un potencial psiquiátrico”, señala Essers. “Pero considerando que el cambio climático está empeorando y las temperaturas son cada vez más extremas, es posible que esto cambie en el futuro”.
“Estos datos provienen de un estudio de cohorte que comenzó antes del año 2000 y continúa hoy, por lo que sería muy interesante continuar realizando futuras investigaciones. También tendría mucho valor ampliar el estudio a adolescentes de países del trópico y de otros en donde el frío es más extremo, para observar diferentes condiciones climáticas”, añade la estudiante predoctoral en ISGlobal.
Frenar el cambio climático para cuidar la salud mental
Se calcula que uno de cada siete adolescentes entre 10 y 19 años de todo el mundo padece algún problema de salud mental, como ansiedad, depresión o falta de atención. Y se teme que el cambio climático pueda aumentar estos trastornos, sobre todo entre los jóvenes en situaciones vulnerables.
Por ello, el estudio subraya la importancia de implementar evaluaciones psicológicas y medidas preventivas específicas para mitigar el estrés ambiental extremo. De acuerdo con el equipo investigador, tener en cuenta el impacto del clima en la salud mental a la hora de diseñar políticas climáticas es fundamental para crear estrategias con las que proteger a los grupos vulnerables.
“Debemos considerar más seriamente la relación entre el cambio climático y la salud mental y ser conscientes de que este impacto no afecta solo a la población adulta, sino también a la adolescente. Es necesario mitigar el cambio climático para proteger a los jóvenes”, concluye Essers.