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La sobreexplotación y la pérdida de hábitat ponen en peligro a más de una quinta parte de las especies migratorias

A pesar de los peligros a los que se enfrentan estos animales, cerca de la mitad de las zonas importantes para estas especies no están protegidas, según la Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) de la ONU.
La sobreexplotación y la pérdida de hábitat ponen en peligro a más de una quinta parte de las especies migratorias
El leopardo de las nieves es una de las especies migratorias que alberga Asia Central. Foto: PxHere.

Las especies migratorias juegan un papel esencial en mantener vivos los ecosistemas del planeta. Sin ellas, no podríamos polinizar plantas ni transportar nutrientes clave ni almacenar carbono. La Convención sobre la Conservación de las Especies Migratorias de Animales Silvestres (CMS) de la ONU ha realizado un informe exhaustivo. Y trae malas noticias, pero también buenas.

La peor: más de la quinta parte (22%) de las especies migratorias incluidas en la lista de este organismo está en peligro de extinción y casi todos (97%) los peces incluidos también lo están. Esto se debe, sobre todo, al cambio climático, a la contaminación y a las especies invasoras.

«Las especies migratorias dependen de una serie de hábitats específicos en distintos momentos de su ciclo vital. Viajan con regularidad, a veces miles de kilómetros, para llegar a esos lugares. Se enfrentan a enormes retos y amenazas a lo largo del camino, así como en sus destinos, donde se reproducen o alimentan», explica Amy Fraenkel, secretaria ejecutiva de la CMS. «Cuando las especies cruzan fronteras nacionales, su supervivencia depende de los esfuerzos de todos los países en los que se encuentran. Este informe histórico ayudará a sustentar medidas políticas muy necesarias para garantizar que las especies migratorias sigan prosperando en todo el mundo».

Pero las dos mayores amenazas son la sobreexplotación y la pérdida de hábitat debido a la actividad humana. El informe apunta a que tres de cada cuatro especies incluidas en las listas se ven afectadas por la pérdida, degradación y fragmentación del hábitat, y siete de cada diez, por la sobreexplotación, incluidas las capturas intencionadas y accidentales.

A pesar de ello, cerca de la mitad (51%) de la zonas identificadas como importantes para las especies migratorias «no tienen un estado de protección«, y el 58% de los sitios monitoreados experimentan «niveles insostenibles de presión causada por el ser humano». Por este motivo, «una prioridad clave es cartografiar y tomar las medidas adecuadas para proteger los lugares vitales que sirven de cría, alimentación y parada a las especies migratorias», defiende la CMS.

«Dada la precaria situación de muchos de estos animales, no podemos darnos el lujo de demorarnos», urge Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente. «La comunidad mundial tiene la oportunidad de traducir estos últimos conocimientos científicos sobre las presiones a las que se enfrentan las especies migratorias en medidas concretas de conservación«.

Porque la buena noticia (además de las tendencias positivas para algunas de las especies) es que existen medidas para recuperar poblaciones y especies enteras. Y el estudio las presenta. Entre las recomendaciones que menciona está la de reforzar y ampliar los esfuerzos para hacer frente a la captura ilegal e insostenible de especies migratorias; aumentar las acciones para identificar, proteger, conectar y gestionar eficazmente los sitios importantes para estas especies y considerar la ampliación de las listas de la CMS para incluir más especies migratorias en riesgo. Pero, sobre todo, aumentar los esfuerzos para hacer frente al cambio climático, así como a la contaminación lumínica, acústica, química y plástica.

Este nuevo informe se ha presentado en la conferencia de las Naciones Unidas para la conservación de la vida silvestre (CMS COP14), que ha arrancado este lunes en Samarcanda, Uzbekistán. El encuentro, en el que participan gobiernos, organizaciones de defensa de la fauna y parte de la comunidad científica, es uno de los más importantes sobre biodiversidad y el primero celebrado en Asia Central, una región que alberga muchas especies migratorias.

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COMENTARIOS

  1. El futuro del campo depende de la ecología.
    Durante los últimos días en toda Europa, también en nuestro entorno, estamos viendo movilizaciones significativas de diversos actores del sector primario.
    Entendiendo que la situación de muchas agricultoras y agricultores es insostenible, Ecologistas en Acción queremos señalar las verdaderas causas de esta situación y algunas de las posibles soluciones.
    Sin un medio ambiente sano no hay futuro para la agricultura y la ganadería.
    Las declaraciones de ciertas entidades agrarias contra la transición ecológica, la Agenda 2030, la reducción de los plaguicidas o el mantenimiento del barbecho –que responsabilizan a estas medidas de los problemas del sector– no son aceptables ni razonables. Lejos de ser el problema, son en realidad parte de la solución y del futuro de una agricultura sostenible, saludable y justa.
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    Ecologistas en Acción llevamos mucho tiempo planteando que el actual modelo capitalista de producción y distribución alimentaria basa sus beneficios en la explotación de la naturaleza y de las personas, aquí y en todo el planeta.
    El sistema de producción imperante, intensivo y orientado a la exportación, ha provocado una pérdida de fertilidad de los suelos. El uso excesivo y el envenenamiento con agrotóxicos los ha llevado al límite de su capacidad. El encarecimiento de insumos debido a la creciente crisis energética hace cada vez más inviable este modelo. La dependencia de los insumos químicos y de las semillas, controlados por la industria agrícola, ejerce una presión cada vez mayor sobre las agricultoras y agricultores.
    La distribución alimentaria está concentrada en muy pocas manos, con un poder desmesurado a la hora de imponer sus precios y condiciones, que han abocado a miles de explotaciones agroganaderas a la ruina. Alimentos que cotizan en bolsa, entrando así al juego especulativo; productos que viajan miles de kilómetros, y llegan a la mesa con una gran huella de carbono.
    Al mismo tiempo, hay un incumplimiento sistemático de la ley de la cadena alimentaria y una llamativa falta de control de intermediarios y grandes grupos de distribución, que son quienes condicionan los precios para incrementar sus beneficios, al tiempo que no se remunera de forma justa a productoras y productores.
    Los acuerdos de comercio e inversiones, que han llevado a la desregulación de los mercados, la precariedad laboral y los bajos ingresos de agricultoras y agricultores suponen una nueva vuelta de tuerca de esta explotación. Acuerdos neoliberales obsoletos, como el que actualmente la Unión Europea está negociando con el bloque Mercosur, han causado la destrucción de miles de pequeñas y medianas explotaciones en beneficio de las multinacionales del agronegocio sobre la salud de las personas y el planeta.
    La PAC es otra herramienta económica a favor de los grandes que perjudica, y mucho, al pequeño agricultor y ganadero. Aferrarse al mantenimiento de las ayudas directas de la PAC es pan para hoy y hambre para mañana. Según datos oficiales, el 20% de las personas perceptoras acapara el 80% de las ayudas PAC.
    La tierra arable, cada vez concentrada en menos manos, en su mayoría de hombres, reduce las oportunidades de fijar población en el medio rural que realmente ponga en marcha y mantenga otro tipo de sistema de producción, menos mecanizado, menos extractivo, menos esquilmante y más acorde con los ritmos productivos de la tierra.
    Grandes fondos de inversión internacionales están ya haciéndose con la propiedad de las mejores tierras, mientras las personas que quieren iniciar proyectos agroecológicos se encuentran con grandes dificultades para poder acceder a tierras de cultivo. Grandes capitales invierten en macrogranjas, arrinconando a la ganadería extensiva. La falta de relevo generacional en las explotaciones rurales y el envejecimiento del sector es un gravísimo problema que incumbe a toda la sociedad.
    La situación del campo no es nueva, pero la solución no es seguir manteniendo los cultivos a base de industrializar la producción y envenenar la tierra y el agua.
    Exigimos con urgencia un cambio de modelo agroalimentario que priorice la soberanía y la seguridad alimentaria, fomentando y apoyando la ganadería extensiva; que reduzca el regadío agroindustrial y, con ello, la sobreexplotación del agua; y que fomente prácticas de cultivo que reduzcan el impacto negativo en los ecosistemas y garanticen la justicia social para quienes producen nuestros alimentos, apoyando al mismo tiempo a los pequeños agricultores con modelos sostenibles y locales.

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