‘Mariposas negras’, un documental de animación para retratar la diáspora climática

La película de David Baute, secuela de su anterior filme, ‘Éxodo climático’, sigue a tres mujeres de diferentes continentes que se convierten en desplazadas por culpa de la crisis climática. Se estrena el 5 de diciembre.
‘Mariposas negras’, un documental de animación para retratar la diáspora climática
Un fotograma de 'Mariposas negras'. Foto: Tinglado Films.

Shaila vive en Ghoramara, una isla del sur de la India con problemas por la subida del nivel del mar, que arruina las cosechas. Lo contrario ocurre en Turkana, al norte de Kenia, de donde es Tanit: hay una terrible sequía. En San Martín, en el Caribe, el problema con el que conviven Valeria y su familia es un huracán que inunda y arrasa su pueblo, destruyendo su modo de vida. Todas ellas se ven obligadas a emigrar. Shaila se marcha a Dubai, Tanit dentro de la misma Kenia, Valeria se traslada con sus hijos a Francia.

David Baute las conoció hace más de 10 años. Retrató sus vidas por primera vez en Éxodo climático (2020), un documental convencional en el que escogió sus casos entre otros durante los que se encontró en sus investigaciones. Ahora regresa con Mariposas negras (2024), un nuevo documental, ahora de animación, apoyado por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), y en el que completa, de una forma u otra, los relatos de estas tres mujeres.

“Los desplazados climáticos no son emigrantes al uso”, explica Baute a Climática. “Si se van, ya no hay retorno. Se marchan de su lugar de origen porque desaparece su comunicad, incluso su cultura. Y su situación legal es mucho más compleja, porque muchas veces no están reconocidos institucionalmente. Por cuestiones religiosas o conflictos bélicos está reglado, pero no se puede pedir asilo por un desastre climático como una sequía prolongada”. 

El largo proceso de investigación que ha llevado a Mariposas negras empezó “cuando para mucha gente no había conciencia de cómo el cambio climático afectaba a la vida de personas en todo el mundo”, añade. “Ahora lo tenemos aquí, no hay más que ver lo que ha ocurrido en València. Aunque no se hable tanto, no se admita. Ya no es una discusión de que sí dióxido de carbono o de glaciares, es algo que estamos viviendo, como le ocurre a tres mujeres”.

Siguieron a Tanit, Vanesa y Shaila en diferentes etapas, recibiendo de ellas audios, imágenes o, a veces, durante un tiempo, nada. De hecho parte de ellas aún no han podido ver la segunda película. Mariposas negras se convirtió en animación para poder reconstruir mejor sus historias, ampliar el público posible… y dulcificar o, al menos, volver más elípticos, algunos episodios. 

Los hechos se cuentan a la inversa. En la primera mitad vemos cómo cada una llega a su nuevo destino, lo que allí le espera y las maneras en las que la situación se complica, en algunos casos haciéndose terrible. En la segunda, regresamos atrás, contemplamos sus vidas antes de la catástrofe. Ghoramara antes de las malas cosechas. Turkana cuando el pueblo de Tanit seguía unido. San Martín cuando la casa de Vanesa aún estaba en pie.

“Queríamos representar la forma en la que a veces convivimos con la migración. Son personas con las que nos encontramos a diario y no sabemos por qué o cómo han llegado hasta aquí”, explica el director. “Era una forma de reflexionar sobre ello más cinematográfica, y de darle un mejor final, porque además de mostrar cómo eran sus lugares de origen antes de verse obligadas a marcharse, cerramos con los desastres climáticos, que son la clave de todo”.

Baute, que también dirige Festival de Cine Medioambiental de Canarias (FICMEC), siguió junto a su equipo varios casos, no solo los tres que aparecen en la película. Casi todos con protagonismo femenino: “Estas personas que acaban en total desamparo a todos los niveles casi siempre eran mujeres. Son las que suelen tomar la decisión de marcharse y las que cargan con el peso de la familia”.

La de Shaila, por ejemplo, sirve para reflejar la situación de las mujeres indias y de otros países vecinos que migran a las monarquías petroleras del Golfo Pérsico y acaban en un régimen de casi esclavitud. Personas a las que se les retira el pasaporte nada más llegar al país de destino y se convierten en posesión del kafir, el cabeza de familia de la casa donde entran, y al que pasan a tener que servir toda la vida salvo que logren escapar o este las despida. 

«La animación ha sido una herramienta que nos ha ayudado a evitar las partes más crudas, pero que también esperamos que nos ayude a llegar a más gente”, concluye David Baute. “Estamos contando desgracias de personas que sabemos que lo siguen pasando mal, pero también ellas han querido que se cuente. Es una película sobre la crisis climática y la historia de tres mujeres. Y debajo de ellas están todas estas capas a las que el espectador se va a tener que ir enfrentando, y luego plantearse en qué modo está viviendo y cómo puede hacer para cambiar todo esto”.

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