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Paz, libertad e independencia energética. Derechos humanos, solidaridad y energía limpia. Democracia, diversidad y protección del clima. Esos son los lemas que figuran en la campaña titulada You are EU que la Comisión Europea difundió el año pasado tras los cimbronazos geopolíticos que generó la invasión de Rusia a Ucrania, conflicto bélico que puso en riesgo la garantía de los recursos energéticos esenciales para el metabolismo económico del continente.
Para los investigadores Pedro Ramiro y Juan Hernández Zubizarreta, autores del informe La Unión Europea y el capitalismo verde militar: materias primas y acuerdos comerciales para el extractivismo neocolonial, estos latiguillos forman parte de una narrativa ―de mitos― que no se condice en nada con la realidad.
La nueva agenda de la UE se basa en el refuerzo de la tríada militarización-fronteras-extractivismo que se despliega internacionalmente a través de «un renovado pack normativo» con el que Bruselas trata de resituarse en el (des)concierto global.
Este paquete incluye tratados comerciales con países del sur global para la extracción de materias primas (doce memorándums estratégicos en los últimos tres años) y nuevas normativas del bloque, como la Ley de Materias Primas Críticas, reglamentada a principio de año.
«Es muy importante ver la tríada completa porque opera de forma coordinada. Analizar, por ejemplo, la parte comercial sin los otros pilares es no ver toda la foto», ha explicado Ramiro en la presentación de un trabajo coordinado por Ecologistas en Acción y el Observatorio de Multinacionales en América Latina (OMAL).
El paradigma de un «capitalismo verde y digital» (2019-2024) está virando a un «capitalismo militar verde oliva», con un «cierre autoritario de la UE sobre sí misma» que se justifica por la supuesta necesidad de tener mayor autonomía estratégica, más seguridad y más soberanía.
Los autores insisten en la idea de que los tres pilares (militarización, fronteras y extractivismo) «operan de manera coordinada y se refuerzan mutuamente». Ponen un ejemplo: «La militarización se conecta con el control de fronteras a través de instrumentos como Frontex, cuyo presupuesto aumentó el 55% entre 2019 y 2022. La deriva militarista se relaciona con la ofensiva extractivista: la inclusión del titanio y el aluminio en la lista de materias primas estratégicas responde fundamentalmente a las presiones de los lobbies de la aeronáutica y fabricación de armamento. Y el macroprograma de colaboración público-privada Global Gateway combina el eje comercial con el migratorio en muchos de los acuerdos ya firmados, especialmente con países de África».
Ramiro cita un ejemplo más reciente. La semana pasada, el Consejo Europeo adoptó la Agenda Estratégica 2024-2029, que «confirma el paso del capitalismo verde digital al capitalismo verde militar». «Hay una clara supremacía de seguridad y defensa sobre las políticas ecológicas», subraya.
Pactos comerciales y extractivismo neocolonial
El informe explica que una de las patas «de la redefinición geopolítica de la UE se asienta sobre la base de reforzar las relaciones comerciales» para poder garantizar las cadenas de suministro del capitalismo verde y militar.
Los autores recopilan los tratados firmados entre 2021 y 2024, acelerados especialmente en el último año y medio, con Uzbekistán, Noruega, Ruanda, Groenlandia, República Democrática del Congo, Zambia, Chile, Argentina, Namibia, Kazajistán, Ucrania y Canadá.

En la presentación del informe, Lucía Bárcena, responsable de investigación sobre políticas comerciales de Transnational Institute (TNI), ha reforzado la idea de una «Europa verde oliva». De los 34 minerales críticos que figuran en la ley, hay uno, el niobio, que sirve para que el acero sea mucho más flexible y duradero.
«Hemos seguido la cadena de este suministro. Europa lo trae casi todo de Brasil para su industria fósil y militar. El Gobierno de Israel, por ejemplo, es uno de los principales compradores. Faltan muchos datos porque la ley carece de transparencia y de indicadores», ha explicado.
En este contexto de «reforzamiento comercial», América Latina adquiere nuevamente «carácter de zona estratégica» al disponer de una parte importante de las materias primas que resultan esenciales para el desarrollo de las infraestructuras asociadas a las energías renovables, los vehículos eléctricos, la digitalización y la industria militar.
El informe pone la lupa en el caso de Chile, el principal suministrador de litio –y uno de los más importantes de cobre– de la Unión Europea. Este país aporta el 83% de los carbonatos de litio que consume el bloque. A pesar de ello, la UE es un importador de pequeño tamaño para Chile, porque de todo el litio que exporta el país, el 70% se dirige a China y el 16% a Corea del Sur.
El 42% de las reservas de litio se localizan en Chile y el 10% en Argentina. La empresa que concentra la mayor parte de extracción de litio es la pública Sociedad Química y Minera de Chile (Soquimich-SQM), que obtiene este mineral en el salar de Atacama, en Antofagasta.
«En la actualidad, las relaciones comerciales entre la UE y Chile vienen a apuntalar la clásica lógica asimétrica colonial ―entendida esta tanto en términos políticos como económicos― en la que los países latinoamericanos exportan materias primas mientras importan productos industriales y tecnológicos», describe el informe.
El comercio de este mineral tiene una «arquitectura jurídica» que es el acuerdo de asociación iniciado en 2003 y ratificado el año pasado.
Esta actualización incorpora capítulos de inversiones y mecanismos para su protección, como condiciones no arancelarias favorables para la exportación e importación. Si bien en el acuerdo ya existente el litio y el cobre no tenían aranceles, las modificaciones introducidas en la actualización del acuerdo han completado el marco para hacer «aún más rentable su importación por parte de la UE».
La conclusión de Ramiro es que esta «tríada» no es nueva. Todo lo contrario: es «la base fundacional» de la UE. Pero que en esta coyuntura (guerra de Ucrania, genocidio en Gaza, lucha comercial con China y Estados Unidos, etc.) «se ha intensificado» bajo una «falsa retórica» centrada en los «valores europeos» que, básicamente, esconde la «profundización y legitimación» de las dinámicas de militarización, securitización y expoliación.
HAY OTRO VERDE OLIVA OPUESTO AL DESTRUCTOR, QUE GENERA BIODIVERSIDAD Y VIDA, QUE RESTAURA, UN VERDE OLIVA AL 100% POSITIVO.
Olivares Vivos demuestra el alto valor ecológico del olivar en Europa
Olivares Vivos amplia su estudio sobre la biodiversidad del olivar desde Andalucía hasta Portugal, Grecia e Italia y sus resultados reafirman su potencial para la conservación del patrimonio natural . En los cuatro países se han obtenido más de 330.000 registros y más de 1.600 taxones relativos a especies de 990 géneros y 279 familias/subfamilias entre aves, polinizadores, murciélagos, hormigas, arañas y plantas.
El olivar del Mediterráneo aún representa un importante refugio para la flora y la fauna de Europa, siendo un cultivo estratégico para la conservación del patrimonio natural a escala nacional y continental. Así lo demuestran los resultados del estudio desarrollado por el LIFE Olivares Vivos +, coordinado por SEO/BirdLife, en cuatro países: España, Portugal, Italia y Grecia.
“Hoy damos otro paso hacia ese necesario cambio de modelo agroalimentario. Y lo hacemos con la ciencia, porque gracias a los datos podemos plantear sistemas productivos que generan rentabilidad fomentando la biodiversidad. Olivares Vivos traspasa fronteras y, ahora más que nunca, respalda la Europa que la sociedad necesita, la que va de la mano de la naturaleza como única garantía de futuro”.
El estudio, realizado por la Universidad de Jaén y la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC, ha puesto termómetro a la biodiversidad y ha determinado que, a pesar del serio deterioro que ha sufrido tras décadas de intensificación agrícola y por la simplificación del paisaje, sigue habiendo un importante número y diversidad de especies.
Genocidio climático, contribuciones de la OTAN.
La mayor organización bélica del mundo, la OTAN, dejó claro que incrementará sus gastos e inversiones militares en 2024, pese al genocidio climático atribuido a la espiral armamentista.
Desde Washington, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) confirmó que por el momento 23 de sus 32 Estados miembros dedican a las cuestiones bélicas montos equivales a dos por ciento del Producto Interno Bruto, cuando menos.
Al decir del secretario general del bloque belicista, Jens Stoltenberg, se trata de un récord y la industria militar puede esperar con certeza más encargos a largo plazo.
En un foro asociado a la cumbre de la alianza en Washington, empresas armamentistas europeas y norteamericanas mostraron su beneplácito con los actuales y previsibles contratos de la OTAN, entre ellas, BAE Systems plc, RTX Corporation, Aselsan, Oracle Corporation, Lockheed Martin, Raytheon y General Dynamics.
“No hay forma de proporcionar una defensa fuerte sin una industria de defensa fuerte”, subrayó Stoltenberg, quien compartió la opinión de los industriales de prestar mayor atención no solo a la producción y la capacidad bélica, sino también al incremento de los fondos para I+D (investigación y desarrollo).
De los 32 integrantes de la OTAN, 23 pertenecen también a la Unión Europea (UE), cuyos líderes prometieron cumplir ambiciosas metas para contrarrestar los efectos del cambio climático, en virtud del Acuerdo de París, y anunciaron posturas similares de cara a la próxima cumbre COP29 de Naciones Unidas, en noviembre de este año.
A juicio del grupo comunitario, hacen falta medidas más contundentes para reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y otros gases de efecto invernadero (GEI), los cuales aceleran el cambio climático.
Sin embargo, las naciones más ricas y generadoras de contaminación por CO2 son también las que están incrementando sus gastos armamentistas.
Globalmente, el gasto militar alcanzó en un solo año la cifra de 2,24 billones de dólares, de los cuales más de la mitad provinieron de los entonces 31 miembros de la OTAN, según reveló el “Transnational Institute” (TNI).
Según las investigaciones del TNI, la huella de carbono militar total de la OTAN pasó de 196 millones de toneladas métricas equivalentes de CO2 (tCO2-eq) en 2021 a 226 millones de tCO2-eq en 2023, es decir, 30 millones de toneladas más en dos años.
La media anual de la huella de carbono militar de la agrupación es de 205 millones de tCO2-eq, superior a las emisiones anuales de GEI totales de muchos países individuales, indicó la fuente.
Sobre la base de 31 miembros, ahora son 32, el TNI estimó que si todos los socios de la OTAN cumplen el objetivo del dos por ciento del PIB, entre 2021 y 2028 su huella de carbono militar colectiva será de dos mil millones de tCO2-eq, superior a las emisiones de GEI anuales de Rusia, uno de los principales productores de petróleo.
Los 1,26 billones de dólares en gasto militar de la OTAN en 2023 servirían para pagar la promesa incumplida de 100 mil millones de dólares al año durante 12 años, que las naciones más contaminantes del planeta hicieron en concepto de financiación climática, advirtió el instituto.
Falta poco tiempo para la COP29 en noviembre próximo y si sucede como en las anteriores cumbres climáticas volverán a aflorar fervientes discursos en pro de salvar al planeta y su gente, pero por ahora los discursos de Occidente parecen estar más centrados en la espiral armamentista.
El pasado 5 de junio, en ocasión del Día Mundial del Medio Ambiente, el secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, consideró que los humanos representan el mismo peligro para la Tierra que el meteorito exterminador de los dinosaurios.
“En el caso del clima, no somos los dinosaurios. Somos el meteorito. No solo estamos en peligro: somos el peligro. Pero también somos la solución”, declaró.
Las emisiones globales de GEI, recordó, deben reducirse un nueve por ciento cada año para mantener vivo el límite de aumento de temperatura de 1,5 grados Celsius (℃) por encima de los niveles preindustriales, pero las emanaciones mantienen una tendencia alcista.
“Estamos jugando a la ruleta rusa con nuestro planeta. Tenemos que salir de esta autopista que nos lleva al infierno climático. Y lo cierto es que somos nosotros los que vamos al volante”, advirtió.