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No son los golpes de calor los que provocan el aumento de la mortalidad y la morbilidad, sino la exacerbación de patologías previas. Con este apunte comienza Cristina Linares, coordinadora científica del Observatorio en Salud y Cambio Climático, su ponencia en La Uni Climática V.
Durante su intervención, la experta analiza las bases científico-técnicas del plan contra el calor, elaborado por el Ministerio de Sanidad, y profundiza en los efectos de las olas de calor sobre la salud de las personas.
Esas enfermedades previas, cuyo agravamiento provoca el aumento en la mortalidad y la morbilidad (el número de ingresos en urgencias hospitalarias o consultas de atención primaria), son principalmente “las enfermedades crónicas de tipo cardiaco, las pulmonares y las renales”, señala Linares.
Otros pacientes especialmente afectados durante las olas de calor “son los que sufren alguna enfermedad neurodegenerativa, es decir, Parkinson, Alzheimer, demencias…”. Por lo tanto, aclara la también autora del IPCC, “el golpe de calor sólo contribuye en un 2-3% a la mortalidad”.
La temperatura de mínima mortalidad
Para inquirir en la relación entre temperaturas y mortalidad, Linares se refiere a que queda perfectamente expuesta con una gráfica en forma de ‘uve’ en la que se coloca la temperatura máxima diaria en el eje de las X y la mortalidad en el de las Y.
De esta manera, “se ve que existe un punto que nos indica la temperatura de mínima mortalidad, que es un rango de temperaturas en el cual una población está adaptada o acostumbrada a vivir”, comenta.
Es, lógicamente, donde se registra la menor tasa de mortalidad y, a partir de ese punto, “si se va incrementando la temperatura, el número de muertes comienza a crecer y es lo que se conoce como mortalidad atribuible”, enfatiza la ponente.
Y también sucede en sentido contrario. Lo explica así Linares: “Cuando va bajando la temperatura existe una mortalidad asociada a las bajas temperaturas, hasta que se llega a un punto de inflexión, que llamamos temperatura umbral epidemiológica de disparo del número de muertos por ola de calor o de frío”.
Como ejemplo, la científica expone el caso de Madrid, “con una media de mortalidad de 90 al día”. Sin embargo, explica, “cuando se supera ese umbral epidemiológico por ola de calor, se puede llegar a unos 105 o 115 muertos diarios”.
Todo lo anterior es lo que se trata de controlar a través de los planes de prevención, que se ponen en marcha todos los veranos, gestionados por el Ministerio de Sanidad, y cuyas bases científicas calcula el grupo de investigación del que forma parte Linares.
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