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A sus 74 años, Wisdom ha vuelto a tierra para traer un nuevo polluelo al mundo. Esta hembra de albatros de Laysan, el ave de mayor edad que se conoce, ha sido vista en el atolón Midway desde 1956. En este pequeño islote, en el extremo noroccidental del archipiélago de Hawái, a más de 1.500 kilómetros de Honolulu, ha puesto nada menos que 60 huevos, de los que solo unas 30 crías han salido adelante. Y, aunque los albatros son una especie monógama, Wisdom se ha visto obligada a cambiar de pareja: el que fue su compañero durante casi toda su vida, Akeakamai, hace tiempo que no se deja ver por el atolón.
La edad de Wisdom no es el único dato llamativo. Los albatros de Laysan llegan a medir dos metros de envergadura (entre las puntas de sus alas) y, como el resto de especies de la familia de los albatros, son maestros del planeo. El tamaño y la forma de sus alas, de plumas grises y marrones, les permite aprovechar cualquier corriente de aire y los cambios de temperatura para pasar horas en el aire, sin apenas aletear ni posarse a descansar. Así, la mayor parte de su vida discurre planeando sobre el océano abierto, a muchos kilómetros de la costa.
Los albatros de Laysan como Wisdom, con su vientre blanco y una cabeza que recuerda a la de las gaviotas, son pescadores de fondo que suelen acercarse, curiosos, a los barcos pesqueros en busca de algo que llevarse a la boca. Se pasan los días –y, sobre todo, las noches– en el mar capturando calamares, pequeños crustáceos y peces. Y, cada vez más, plásticos, basura que ingieren o que trasladan a sus zonas de reproducción. A lo largo de un solo año, los más de tres millones de aves que nidifican en el atolón Midway, entre los que hay medio millón de albatros de Laysan, transportan a la isla cinco toneladas de residuos plásticos atrapados en alta mar.
La basura no solo llega en los picos de los albatros, sino traída también por el propio océano: el atolón de Midway está en el medio de un sistema de corrientes que gira en el Pacífico Norte, conectando las costas de China, Japón y Corea con las de Estados Unidos, Canadá y México, transportando la basura que generan estos países. Cada año, se estima que terminan en el océano entre 4,8 y 12,7 millones de toneladas de basura plástica. Una parte acaba decorando las playas del atolón hawaiano, que cada vez se parecen más a un vertedero que a un santuario de vida salvaje. Y eso es solo lo que se ve, porque la erosión y el tiempo convierten la basura en un problema microscópico. Pero esa es otra historia.
Las colillas, los restos de redes de pesca o los tapones de plástico son hoy parte inseparable de la dieta de los millones de polluelos del atolón Midway durante sus primeros meses de vida. Lo serán también para la nueva cría de Wisdom cuando nazca en los próximos meses si nada se tuerce. Los pequeños trozos de plástico, coloridos y brillantes, pueden parecer apetitosos a ojos de sus padres, pero no alimentan. Así, los problemas de crecimiento, las obstrucciones intestinales y las enfermedades derivadas de los tóxicos que pueden contener algunos de estos materiales son cada vez más habituales en el atolón y –en el resto del planeta–.
Y mientras Wisdom cumple años, a miles de kilómetros de distancia de su casa, los humanos que fabrican, consumen y tiran cada vez más plásticos siguen sin ponerse de acuerdo sobre cómo atajar el problema. Claro que pretenden hacerlo sin que nada cambie para quienes hacen girar la rueda del usar y tirar.
En nuestro país al menos 90 especies de aves están amenazadas o en riesgo de extinción. Algunas de ellas son el águila imperial ibérica, el urogallo, la pardela balear o el aguilucho cenizo.
Un millón de aves mueren cada año envenenadas por el plomo que hay en el campo. Pero hay muchas otras amenazas que se cobran sus vidas: la colisión con tendidos eléctricos, los disparos, los incendios…
Dependemos de ellas al 100%. Cuantas más aves perdemos, más se deterioran los ecosistemas de los que dependen nuestra economía, nuestras fuentes de agua y alimento y nuestra forma de vida. Salvar a las aves significa salvar nuestro futuro.
Estamos en un punto crítico en el que cada decisión y cada acción que tomemos sobre nuestra naturaleza va a marcar la diferencia.
En SEO/BirdLife lo tenemos claro: queremos seguir cuidando lo que es de todos, denunciando los delitos ambientales y protegiendo a nuestras aves como hemos hecho los últimos 70 años.