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La primera historia de ciencia ficción basada en el calentamiento global imaginó un planeta inundado, en el que los rascacielos de las grandes ciudades apenas emergían en sus pisos más altos sobre el nivel del mar. En la novela El mundo sumergido (1962), de J.G. Ballard, una de las primeras distopías climáticas, un biólogo recorría los restos de la vida humana destruida por la fundición de los casquetes polares.
Es una imagen tan potente que fue la premisa de Waterworld (1995), y aparece en otras como A. I. inteligencia artificial (2001), de Steven Spielberg. Es un tropo de la cultura judeocristiana: el Diluvio Universal que viene a destruirlo todo para hacer pagar a la civilización por su orgullo. La misma idea del calentamiento global remite a la subida del nivel de mar, una realidad en muchas naciones insulares que se ha planteado estos días en la COP29 de Bakú.
Un escenario, ciertamente, poco realista. “La cantidad máxima que podría aumentar el nivel del mar es de 7 metros si se pierde toda la capa polar de Groenlandia, más 60 metros si se pierde todo el hielo de la Antártida”, explica la investigadora Marta Marcos, del Instituto Mediterraneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), y divulgadora sobre la crisis climática. “Es decir, menos de 70 metros en total. Esto es muchísimo, y la configuración de todas las costas del mundo sería completamente diferente, pero no sé si llega para cubrir un rascacielos”, que es la imagen espectacular a la que nos habíamos acostumbrado.
Recientemente, España ha visto dos estrenos en streaming que plantean escenarios mucho más verosímiles y, en parte, de dolorosa actualidad. Uno es la serie Familias como la nuestra (Movistar Plus, 2024), creada por el director Thomas Vintenberg y estrenada en el Festival de Venecia. En seis episodios narra la experiencia de una familia durante la evacuación de Dinamarca. No de una ciudad concreta, sino de todo el país, provocada por la imposibilidad de mantener unas condiciones habitables mínimas debido a las numerosas inundaciones y temporales.
“Hay muchas zonas de Dinamarca que son de cotas bajas y por tanto muy vulnerables”, explica Marcos. “La subida del nivel del mar aumenta la vulnerabilidad y la exposición de todas las zonas de costa. Mucho antes de que queden inundadas, se volverán más vulnerables a inundaciones, temporales, debido a ondas de tormenta y oleaje. Es decir, no hace falta que se inunde de forma permanente una región costera para que sea inhabitable, o no sea sostenible vivir allí. Basta con que se inunde cada vez que llega una tormenta fuerte a la costa”.
La serie de Vintenberg, además de reflexionar sobre la crisis climática, es otra de las ficciones que expone al espectador europeo ante sus propias contradicciones, planteando escenarios en los que es la ciudadanía de países hasta ahora considerados desarrollados los que se ven convertidos en refugiados. En la línea de Years and Years (2019) o la antología Black Mirror (2011), más que explicar los efectos del calentamiento global desde la ciencia, aunque exista una base real, la serie reflexiona sobre la deriva de nuestra sociedad o el respeto por los derechos humanos. Por ejemplo, en un mundo basado en la propiedad, cuando esta pasa a no valer nada.
En la misma línea se desarrolla El final del que partimos (Movistar Plus y Prime Video, 2023), de Mahalia Belo, donde la protagonista intenta encontrar el camino de regreso a casa en mitad de un Londres inundado y en plenas evacuaciones. Las situaciones que vive el personaje principal, interpretado por la actriz Jodie Comer, no distan demasiado de las de cualquier refugiado o refugiada climática de la actualidad, y aunque el escenario en que se desarrollan parece lejano, no deja de ser verosímil.
Lo que queda más lejano es la foto de El día de mañana (2012), de Roland Emmerich, que más que en deshielo de los polos se basa en una consecuencia posible del mismo: el colapso de la corriente atlántica, que provocaría una drástica bajada de las temperaturas en el hemisferio norte, sobre todo en los países del norte de Europa.
“La pérdida total de hielo de las capas polares es algo que no va a ocurrir en cuestión de siglos, posiblemente hablaríamos de milenios. No podemos suponer que es un proceso rápido que inunde zonas tal y como las conocemos actualmente”, añade Marta Marcos. Lo que dicen los estudios es: «Estaríamos en magnitudes del orden de 2 metros a final de siglo, si seguimos emitiendo gases como hasta ahora”, añade. Esto “siendo conservadores, porque los procesos por los que se pierde el hielo antártico no están bien comprendidos todavía. Eso significa que no se descarta llegar a 7, 10 o incluso 15 metros en los próximos dos o tres siglos”.
Aun así, series como Familias como la nuestra, en la línea de la mencionada Black Mirror, parecen apuntar a una ficción que se va acercando cada vez a una distopía verosímil y cotidiana. Sin grandes imágenes impactantes, provocando más temor por medio de la cotidianidad de la supervivencia que de los grandes escenarios destruidos. La verdadera inundación, vienen a decir, empieza en la puerta de casa.