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Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
600 metros es la mitad de La Rambla de Barcelona, del Passeig de Gràcia o de la calle Gran de Gràcia. 600 metros es la distancia aproximada entre estaciones del tranvía en la Diagonal o de algunas paradas de metro. 600 metros son tres veces la altura de la Sagrada Familia, aproximadamente, o cuatro veces la Torre Glòries. 600 metros también supondrán un incremento del 33% en las emisiones del aeropuerto, la destrucción del paraje natural de La Ricarda y entre 15 y 20 millones de turistas más en Barcelona. 600 metros parecen inocentes, pero determinarán aún más el futuro de Barcelona y condicionarán al máximo el futuro de sus ciudadanos y ciudadanas.
En un contexto de grave crisis medioambiental y climática, tras una extrema sequía que en Cataluña se prolongó durante dos años y de la que hemos salido hace apenas un par de meses, en un momento en que las administraciones se esfuerzan por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, se eliminan vuelos de corta distancia y se prioriza el tren, el Govern de la Generalitat, con el visto bueno del alcalde Collboni en el Ayuntamiento de Barcelona, presentó el pasado 10 de junio la propuesta para ampliar el aeropuerto de El Prat. El proyecto se presentó como una mejora para Barcelona, facilitando vuelos intercontinentales con conexión global sin necesidad de escalas y con beneficios económicos.
El mismo canto de sirenas con el que algunos llevan años defendiendo el turismo. Este argumento nos acompaña desde finales del siglo pasado, como si fuera la solución a todos los problemas socioeconómicos, argumento que ya no aceptan ciudades como Londres, que mantiene el veto a la tercera pista de su aeropuerto, o Francia, que frena ampliaciones y vuelos de corta distancia. Y es hacia ahí donde los Comunes queremos ir: priorizando el tren, aplicando la tasa turística que en Cataluña reportará 60 millones de euros que se podrán destinar a políticas sociales y fijando un tope al número de visitantes. En este último punto, Barcelona en Comú presentó una iniciativa en la Comisión de Economía y Hacienda del Ayuntamiento de Barcelona en marzo para que el gobierno municipal reconociera que la ciudad había alcanzado el límite máximo de turistas. La iniciativa fue aceptada por el gobierno de Collboni, pero ha quedado en papel mojado ya que están obsesionados con ampliar un aeropuerto que traerá unos 15 millones de turistas más al año.
Debemos recordar que, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), en Barcelona hay 916 turistas por cada 100 habitantes, y según un nuevo estudio presentado por el diario Nació el 24 de junio, la capital catalana es el destino turístico más masificado del mundo, con la Sagrada Familia a la cabeza. Con toda esta presión, la expulsión de vecinos y la desaparición del comercio local es inevitable, y la red de cuidados o el sentimiento de comunidad se diluyen con tanta gente de paso. El resultado es una ciudad hostil e impersonal que no consigue acompañar ni dar respuesta a sus vecinos y vecinas.
Entonces, ¿a quién beneficia la ampliación del aeropuerto? “Tú cobras 11 € la hora. El sector hotelero, 4.185 € cada minuto”, decía una lona que Barcelona en Comú desplegó a principios de junio en La Rambla para denunciar la turistificación masiva que sufre Barcelona. Las llamadas kellys, el servicio de camareras de pisos en hoteles, llevan meses movilizándose y reclamando mejoras salariales. Los empresarios, con los partidos políticos de derecha como aliados, se oponen a la reducción de la jornada laboral a 37,5 horas, precisamente porque les conviene que el personal de hostelería continúe con horarios imposibles y jornadas maratonianas.
La ampliación de la pista en unos 600 metros traerá más volumen de visitantes, de turistas, de pernoctaciones. Una de las promesas vacías del gobierno de Collboni es que en 2028, cuando quizás ya no sea alcalde —pues en 2027 hay elecciones municipales—, se cerrarán todos los pisos turísticos en Barcelona. ¿Dónde dormirán los turistas que visitan nuestra ciudad cada año? Tengamos en cuenta que en 2028, según Collboni, desaparecerán unos 10.000 apartamentos turísticos, pero la ampliación del aeropuerto supondrá unos 15 millones de turistas más, cada año. Las cifras, por tanto, no cuadran. Y no lo decimos solo nosotros; el director general de Airbnb en España y Portugal, Jaime Rodríguez de Santiago, también lo manifestó en una entrevista en el programa Bàsics de Betevé el pasado 16 de junio. Por otro lado, el nuevo comisionado de Gestión del Turismo Sostenible en el Ayuntamiento de Barcelona, José Antonio Donaire, considera que en distritos como Ciutat Vella o el Eixample ya se puede hablar de masificación. Entonces, ¿para quién tiene sentido seguir recibiendo turistas a destajo? Para los barceloneses y barcelonesas no, claramente, tal como se refleja en los barómetros municipales, donde señalan el turismo como uno de los problemas principales de la ciudad.
Además, en un tema tan relevante como la ampliación del aeropuerto de El Prat, la ciudadanía no ha tenido ni voz ni voto. El alcalde Collboni está acostumbrado a escuchar lo que le sugiere AENA, Fomento o el Círculo Ecuestre, pero no a los barceloneses y barcelonesas. Por eso Barcelona en Comú presentó un ruego en el último Pleno Municipal de junio instando al alcalde a escuchar la opinión de los vecinos y vecinas respecto a la ampliación del aeropuerto mediante una consulta ciudadana. El Ayuntamiento tiene suficientes herramientas para llevarla a cabo. Sin embargo, Collboni desestimó la iniciativa: no consultará a la ciudadanía sobre un tema tan crucial.
Barcelona y Cataluña ya no están en épocas pasadas en que las grandes construcciones y ampliaciones venían cargadas de promesas de progreso y bienestar económico. Ahora estamos en otro momento. Debemos enfocar nuestros esfuerzos en diversificar la economía, que esta no dependa tanto del turismo, en un decrecimiento turístico, en preservar espacios naturales únicos, reducir emisiones, hacer frente a la emergencia climática y ver al tren, como ha ocurrido durante siglos, como una oportunidad de futuro y de cohesión territorial. Queremos ampliar el aeropuerto, pero los trenes de Cataluña siguen sin llegar a tiempo. ¿Es este el modelo de país que queremos? Hay trenes que solo pasan una vez en la vida; el de ahora toca decir no a la ampliación del aeropuerto de El Prat. Nos jugamos mucho más que 600 metros de pista.
Gemma Tarafa es doctora en Biología Molecular. Ha trabajado como profesora universitaria, investigadora y también se ha dedicado al activismo por el derecho a la salud. Desde 2019 es concejala de Barcelona en Común en el Ayuntamiento de Barcelona.