Talleres de uso comunitario: del ‘do it yourself’ al ‘do it together’

Los 'fab labs' son espacios comunitarios autogestionados que permiten hacer uso de herramientas de alta tecnología a la vez que se genera comunidad y conocimientos compartidos.
Talleres de uso comunitario: del ‘do it yourself’ al ‘do it together’
Foto: Espacio Open.

Los fab labs, talleres comunitarios de fabricación digital, están ampliando el acceso a la tecnología y la creatividad. Estos espacios permiten utilizar herramientas de todo tipo mientras crean comunidad, aprendizaje compartido y proyectos colaborativos. La democratización del espacio es probablemente uno de los aspectos más transversales del debate social y climático. El derecho a un hogar aunque no cuentes con una herencia, a una plaza con árboles y fuentes aunque vivas en un barrio obrero, a un refugio contra el calor aunque no consumas nada. En los últimos años, algo más comienza a abrirse paso: un taller donde cacharrear, arreglar cosas y traer nuevos proyectos a la vida aunque en casa te falten metros. 

Los espacios maker o laboratorios de fabricación (fab labs) son talleres comunitarios que pretenden, precisamente, extender el acceso a la tecnología: poner a disposición de personas que no necesariamente tienen perfiles técnicos —artistas, diseñadores, artesanos, educadores o simplemente gente curiosa— recursos y acompañamiento para que puedan experimentar y materializar sus ideas.

Las cortadoras láser, las impresoras 3D, las ingletadoras y los taladros son habituales en este tipo de espacios, pero sus responsables insisten en que su misión va mucho más allá de los proyectos que cada cual tenga entre manos. “Entendemos la fabricación digital no solo como un conjunto de herramientas, sino como una manera de generar comunidad y conocimiento compartido”, cuenta Pia Pinedo, coordinadora de Fab Lab Bilbao. En este sentido, incide también en la importancia de mezclar disciplinas y perfiles. “Lo fomentamos mediante nuestros propios proyectos y también con talleres, residencias artísticas y colaboraciones con agentes del entorno”, explica. 

Gracias a este enfoque, diversos segmentos de la sociedad pueden aprender sobre las posibilidades de las distintas herramientas a la vez que disfrutan de intercambios enriquecedores. Muestra de ello es uno de los proyectos más valorados de Fab Lab Bilbao, el llamado Muro de la Memoria. La iniciativa permite a vecinos anónimos del barrio ser escaneados y reproducidos en bustos de cerámica que se incorporan a una exposición pública. Este proyecto busca acercar el taller a la comunidad local y a la vez preservar la identidad colectiva de Zorrotzaurre, una zona posindustrial sobre la ría del Nervión que vive hoy una profunda transformación. Fab Lab Bilbao y el espacio cultural al que pertenece, Espacio Open, se sostienen económicamente a través de varias fuentes de ingresos: financiación pública mediante programas culturales, proyectos europeos y líneas de economía directa como su programa de talleres.

En Madrid, Medialab Prado venía siendo un espacio equivalente a Fab Lab Bilbao, pero desde lo público. Hasta que el Ayuntamiento lo cerró. Ese vacío lo han ido llenando —como han podido— las universidades, los centros sociales autogestionados y asociaciones como Makespace Madrid.

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