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La Unión Europea ha anunciado este jueves que, oficialmente, el bloque comunitario se retira del Tratado de la Carta de la Energía, un acuerdo postsoviético para proteger las inversiones energéticas que la UE considera desfasado en virtud del Acuerdo de París contra el cambio climático.
«La retirada entrará en vigor un año después de que el depositario reciba la notificación«, indicó en un comunicado el Consejo de la UE.
El Tratado de la Carta de la Energía es un acuerdo multilateral firmado por 53 países que entró en vigor en 1998 y que fue diseñado para ofrecer garantías adicionales a los inversores tras la caída del bloque soviético.
Sin embargo, casi tres décadas después, muchos países de la UE entienden que ha quedado anticuado en virtud de los objetivos del Acuerdo de París de 2015 para reducir la emisión de gases de efecto invernadero y frenar el cambio climático y prefieren abandonar ese pacto multilateral antes que negociar su modernización.
Finalmente, los Veintisiete acordaron que la UE como tal salga del tratado, decisión que ya ha aprobado el Parlamento Europeo, y que los Estados miembros que lo deseen puedan permanecer en el mismo y negociar su modernización.
«Esto refleja la esencia del trabajo dentro del Consejo; ser capaces de lograr soluciones equilibradas a través de negociaciones y compromisos constructivos«, asegura la ministra de Energía de Bélgica, Tinne Var der Straeten, cuyo país ejerce la presidencia rotatoria del Consejo de la UE.
Los países enriquecidos intentan evitar en Bonn un incremento de la financiación climática internacional.
EE UU, Australia y Japón están haciendo todo lo posible por evitar afrontar el pago de la deuda climática histórica que acumula el Norte global.
Las organizaciones de la sociedad civil denuncian el genocidio en Gaza y manifiestan que no habrá justicia climática sin derechos humanos.
El asunto más importante que se está abordando en estas negociaciones es la necesidad de definir un nuevo objetivo de financiación mundial de 2025 a 2030. Un nuevo objetivo que sea más elevado que los 100.000 millones actuales. Pero, lejos de cumplir con los compromisos, parece que, sobre todo, EE UU, Australia y Japón están haciendo todo lo posible por evitar afrontar el pago de la deuda climática histórica que acumula el Norte global. A pesar de que estas discusiones empezaron tres años atrás en la cumbre de Glasgow, aún no existen avances significativos. Se están poniendo muchos obstáculos para alcanzar un acuerdo en temas de financiación climática. Los gobiernos del Norte global intentan centrar todo el debate en cuestiones procedimentales. Sin ir más lejos, el último texto presentado se basa exclusivamente en textos orientativos y, como manifestaban en un plenario los pequeños Estados insulares, se acumula un enorme retraso en un programa de trabajo pactado hace varios años. Entre las cuestiones que están generando mayor bloqueo en las negociaciones es el número de países que deben contribuir, voluntariamente o no, a la provisión de fondos. Unas declaraciones que incrementan la desconfianza de muchos países que ven en esta maniobra un intento del Norte global de evitar asumir su responsabilidad histórica. Ecologistas en Acción recuerda que el primer paso para exigir algo a alguien es empezar dando ejemplo: “Resulta muy difícil otorgarle credibilidad al Norte global cuando, cuatro años más tarde de lo previsto, se siguen sin proveer los 100.000 millones anuales que se prometieron”, expresa la organización.