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La última legislación relacionada con la construcción y el cambio climático es la directiva europea que regula el comportamiento energético de los edificios. La norma, en vigor desde el pasado mayo, incluye que los edificios públicos de nueva construcción deben ser climáticamente neutros en 2028. Para el resto de nueva construcción, la fecha es 2030. En el caso de los edificios existentes, el marco temporal se amplía hasta 2050.
El problema es de dónde partimos en España: “El 55% de las viviendas son anteriores al año 80. Y esta fecha es importante porque es el año en el que aparecen por primera vez los criterios mínimos de régimen energético. Es decir, más de la mitad de la vivienda en España es anterior a esta normativa”, indica Pascual Pérez, socio de la Cooperativa de Diseño, Arquitectura y Urbanismo, en su ponencia en el marco de La Uni Climática V.
Esto implica que el 80-81% de las viviendas en España tienen una calificación energética E, F o G, las tres peores calificaciones”, añade el arquitecto. El reto, por tanto, es importante. Lo bueno, como destaca Pérez, es que si se interviene, el impacto puede ser muy positivo.
En su ponencia destaca las diferentes medidas que se pueden adoptar, desde activas –centradas en reducir el consumo– a pasivas – centradas en reducir la demanda, es decir, la cantidad de energía que nuestra casa necesita–. “Lo ideal sería tratar de priorizar las medidas pasivas. Y, una vez que hemos conseguido que nuestra vivienda necesite el mínimo de energía posible, consumirla con equipos lo más eficientes posibles o mediante equipos de energía renovable”, explica.
Un suelo nuevo de material demolido
No obstante, no hay un recetario único. Dependerá de la edificación de la vivienda, de su ubicación, de la orientación, de los sistemas o los materiales a los que tengamos acceso o incluso de la propia configuración del edificio.
El arquitecto pone como ejemplo un proyecto desarrollado en el barrio madrileño de Orcasitas con una fuerte organización colectiva y vecinal: “Aislaron sus edificios, sustituyeron la carpintería, añadieron elementos de sombra, sustituyeron los equipos de gas por otros sistemas más eficientes… Y con todo esto consiguieron reducir la demanda, el consumo y, por tanto, reducir la factura de la luz considerablemente”.
Otra forma de adaptación tiene que ver con el uso del espacio. En ese sentido, Pérez lo ilustra con la rehabilitación de una vivienda con diferentes “pieles”. Así, en invierno, las pieles se cierran y se produce un efecto invernadero: el patio interior se calienta y se transmite ese aire caliente al interior de la la vivienda. En verano se abren y se fuerzan corrientes de aire cruzadas.
O la obra que su cooperativa está desarrollando en Torre Pacheco (Murcia): «Estamos tratando de ver si podemos llevar a cabo este tipo de cosas con la construcción de un suelo de terrazo aprovechando material de demolición de la propia obra: ladrillo, otro terrazo demolido, material cerámico diverso… Que el nuevo terrazo provenga de materiales de demolición de la propia obra”. Lo que se consigue con ello es la circularidad, concluye el arquitecto.
Si quieres disfrutar de la ponencia íntegra de Pascual Pérez en La Uni Climática V, matricúlate antes del 31 de agosto y disfruta de una suscripción gratuita de dos meses a Filmin.