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¿Está el cambio climático poniendo en riesgo las fiestas de verano?

Las temperaturas cada vez más extremas obligan a los eventos culturales y festivos, desde conciertos hasta diadas castelleras, a adaptarse a la nueva realidad climática.
¿Está el cambio climático poniendo en riesgo las fiestas de verano?
Foto: Foto: Stephen Arnold // Unsplash

Adeje suspende los actos de las fiestas patronales hasta las 19:30 ante los avisos por altas temperaturas. Suspendidos el concierto y la verbena de Segovia por alerta meteorológica de fuertes lluvias. Cancelado el correfocs de Banyeres de Mariola por el calor y el elevado riesgo de incendio. Piden cambiar la fecha de las fiestas locales de Málaga por el cambio climático. Todos estos titulares son reales y han sido publicados en los últimos dos años. Todos nos hablan de una cara de la crisis climática que no nos planteamos muy a menudo, ¿nos va a dejar el calentamiento global sin verbenas?

El cambio climático y las temperaturas cada vez más extremas hacen que cada vez sea más normal pasar mucho calor en los eventos culturales y artísticos que congregan a mucha gente, como los festivales de música. Sin ir más lejos, el año pasado Taylor Swift canceló su gira en Río de Janeiro después de que una persona del público falleciese por las altas temperaturas en el primer concierto. Además, las verbenas y demás fiestas populares empiezan a plantearse que quizá es momento de adaptarse al nuevo contexto climático y escapar de los días y las horas de mayor temperatura.

El avance implacable del verano (y del estrés climático)

Siempre ha hecho calor en verano. Y cada vez hace más calor. Ambas afirmaciones, que no son incompatibles, dependen muchas veces de la percepción de cada persona y de su memoria meteorológica (que suele ser corta y poco fiable). Sin embargo, los datos son claros: en casi todo el territorio de España existe un alargamiento evidente del verano desde la década de 1940. De media, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología, los veranos actuales son un mes más extensos que en el pasado. Es decir, cada vez hay más días con temperaturas máximas propias del verano, un aumento que no puede entenderse por simple variabilidad natural.

Esto tiene consecuencias directas en nuestra salud y no solo porque la mortalidad asociada al calor se dispare (más de 60 000 muertes en Europa entre junio y septiembre de 2022) y las hospitalizaciones se multipliquen en verano, sino también porque el calor actúa como un estresante que activa nuestro sistema nervioso, nos vuelve más irascibles y hasta más violentos y, en definitiva, aumenta nuestro mal humor.

“El funcionamiento correcto de nuestro cuerpo exige que, aunque haga mucho calor, nuestra temperatura corporal se mantenga alrededor de los 37 grados Celsius. Cuando nuestro organismo detecta que alrededor todo se caldea, el cerebro da órdenes para intentar parar o reducir la incómoda sensación de sofoco”, explica Susana P. Gaytán, profesora de Fisiología en la Universidad de Sevilla, a través de Esfera Climática, el proyecto de voces científicas del cambio climático impulsado por el departamento de comunicación del CREAF.

Castells a la sombra y verbenas a la fresca

El 19 de agosto es el día grande de Tarragona. En honor a Sant Magí, la plaza de Les Cols se llena de curiosos a las 12 del mediodía para ver levantarse a los castells, torres humanas de varios pisos de altura y de tradición centenaria, declaradas Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco. Aglomeraciones, esfuerzo físico (los castells más difíciles superan los ocho pisos de altura) y celebración en las horas centrales del día y días del año de mayor temperatura (las estaciones de los alrededores llegaron a superar los 40°C el año pasado en esas fechas). La lista de ingredientes completa para sufrir los efectos del cambio climático.

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Foto: Angela Compagnone // Unsplash.

«Los castellers (las personas que forman parte de la colla castellera que organiza el castell) tienen la percepción de que están experimentando cada vez más calor. Nosotros decidimos analizarlo con datos», explica Anna Boqué, investigadora de la Universitat Rovira i Virgili que estudia el impacto del cambio climático en los festejos castelleros. «La evidencia del aumento de la temperatura y de la humedad desde 1951 es clara en los lugares analizados». El estudio, por ahora, ha empezado con una pequeña muestra de las fiestas de los municipios de Valls, la Bisbal del Penedès, Tarragona y Vilafranca del Penedès y utiliza modelos que toman como referencia estaciones meteorológicas cercanas. Las temperaturas en las plazas centrales de los pueblos y en medio de aglomeraciones humanas son más altas que en las garitas meteorológicas.

«Ahora lo que estamos haciendo es analizar la percepción de los castellers sobre el impacto de las condiciones climáticas en esta tradición y estudiar con ellos las posibles estrategias de adaptación, pero no es sencillo», añade la investigadora. «En los casos en los que se quiere ser realmente fiel a la tradición, no se contempla cambiar la hora ni el día, pero otras collas castelleras sí están abiertas a modificar las fechas. Además, han propuesto medidas sencillas, pero que pueden ser importantes para su salud, como mojar los pañuelos que visten, para regular mejor la temperatura, tener agua fría disponible o reducir las aglomeraciones alrededor del castell».

El de los castells no es el único caso en España. La mayor parte de ferias que se celebran en Andalucía son durante el verano y hace años que los sanitarios emiten consejos para protegerse de las altas temperatura durante la fiesta. Además, las temperaturas extremas –diurnas y nocturnas– son ya un elemento habitual de festivales de música y verbenas en la península y las islas. E incluso otras actividades culturales como el Camino de Santiago estudian medidas de adaptación al cambio climático.

«El cambio climático provoca que cualquier sector, actividad turística, deporte o evento cultural tenga que adaptarse. El patrimonio cultural no es diferente. Además, es algo intangible, no es algo fijo, y si no se adapta para su conservación puede acabar olvidándose», concluye Anna Boqué. «Esa adaptación tiene que llegar de la mano de quienes organizan, cuidan y participan de ese patrimonio, porque son ellos los que sufren el cambio climático y son también ellos los que van a experimentar las medidas de adaptación».

Mientras tanto, no está demás recordar las medidas básicas frente a las altas temperaturas: mantenerse fresco, usar ropa ligera, beber mucha agua, comer ligero, no hacer ejercicio físico intenso, no abusar de las bebidas con alcohol ni cafeína y aprovechar las sombras y los lugares climatizados. Quizá en unos pocos años el Ministerio de Sanidad tenga que añadir una recomendación más a la lista: las verbenas, mejor a la fresca.

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COMENTARIOS

  1. Que todxs estxs «fiesteros» además de divertirse hagan alguna cosa de utilidad durante el año, que se «mojen» para invertir el cambio climático.
    Danzad, inconscientes, danzad sin ver que el barco hace aguas por todas partes.
    Tengo entendido que el verano se ha alargado 6 semanas.
    ¡Que calor, que calor! y no pasamos de ahí. No les importa la mucha gente que muere porque no lo puede resistir. Ni las especies animales y vegetales que agonizan y desaparecen definitivamente a causa del calor.
    Que viva el verano con sus juergas, fiestas, ritmo frenético, y consumismo a tope.
    Yo consumo, tu consumes, el planeta se consume.

  2. Me preocupa que Climática cree titulares como este.
    El cambio climático pone en riesgo LA VIDA, todo tipo de vida, animal y vegetal, por tanto el comercio de las fiestas está en segundo plano, lo jóvenes o no, tendrán que buscar modos de fiesta que no tengan impactos.

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