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Ante la tragedia provocada por la DANA en la Comunidad Valenciana, y más allá de la prioritaria reconstrucción física, psicológica y urbanística, también hay que hacerse algunas preguntas: ¿por qué están aumentando los daños por inundaciones? ¿Por qué tal virulencia? La respuesta, según los expertos de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), no está en la manida limpieza de los ríos o la eliminación de los azudes.
En un breve informe, desde la FNCA afirman que el problema no es que los ríos estén sucios ni que falten embalses o diques más altos. “El clima mediterráneo presenta desde siempre sequías recurrentes y lluvias torrenciales, pero en las últimas décadas los daños por inundaciones se están disparando”, comentan. Y otra vez: ¿por qué? Estos son los ocho factores que incrementan la peligrosidad de las inundaciones.
El cambio climático
Aunque faltan estudios de atribución completos sobre lo sucedido en la Comunidad Valenciana, dos de los primeros que se han publicado ya apuntan a una notable implicación del cambio climático.
En el informe, los investigadores de la FNCA recuerdan que el cambio climático supone una subida de las temperaturas medias del aire y los mares y conlleva una mayor frecuencia e intensidad de fenómenos extremos como las sequías y las lluvias torrenciales. “La cuenca del Mediterráneo es especialmente sensible a estos cambios”, subrayan.
La ocupación de las zonas inundables
Viviendas e infraestructuras de distinta índole han ocupado las llanuras de inundación fluvial y los humedales, “lo que incrementa la exposición al riesgo de la población y los bienes allí asentados, al tiempo que reduce el espacio por el que de forma natural habría de circular el agua”, señalan los expertos.
Espacios agrarios
En la FNCA apuntan también a lo que denominan “espacios agrarios cada vez más intensivos y sin prácticas de conservación”.
La agricultura industrial y la expansión de regadíos intensivos están incrementando la escorrentía y el arrastre de sedimentos, por la práctica general de mantener los suelos desnudos, sin la protección de la cubierta vegetal, y en ausencia de prácticas de conservación, comentan los autores del informe.
Y agregan que “se incrementan los daños aguas abajo porque el agua llega en menos tiempo, en mayor cantidad y cargada con más sedimentos”.
Impermeabilización del suelo
La “imparable” impermeabilización del suelo, “por expansión urbanística y proliferación de infraestructuras, reduce la infiltración e incrementa drásticamente el volumen y la velocidad de circulación superficial del agua y, con ello, los daños”, subrayan.
Nuevas infraestructuras de transporte
Los investigadores apuntan a “nuevas infraestructuras de transporte que desorganizan el drenaje natural (autovías, líneas ferroviarias, rotondas…), creando barreras que alteran la red de drenaje y desvían los flujos de agua hacia zonas hasta entonces libres de inundaciones”.
Obras de defensa frente a inundaciones
Con estas obras, los autores se refieren a “dragados, motas, diques, cortes de meandros y encauzamientos, que crean una falsa seguridad que favorece una mayor ocupación de las zonas inundables, aumentando la exposición al riesgo”.
Además, continúan, “estas infraestructuras aumentan la velocidad del agua y su capacidad de destrucción aguas abajo”.
“Los encauzamientos de barrancos que permitieron la expansión urbana de los pueblos de l’Horta Sud y el posible efecto barrera del dique sur del nuevo cauce del Turia, que limita el espacio de inundación natural de la rambla de Poio, son ejemplos dramáticos de este fenómeno”, destacan.
Sistemas de alerta
Mucho se está hablando de los sistemas de alerta, y también se mencionan en el estudio de la FNCA. Aseveran que “los recursos materiales y humanos no están, en ocasiones, a la altura de las exigencias de episodios de inundación cada vez más graves”.
Para los autores, “en muchos casos no es un problema de falta de información y capacitación (hay planes de emergencia, sistemas de alerta, etc., por supuesto mejorables), sino de una cultura política que prefiere minimizar los problemas en lugar de trasladar a la población la gravedad de los mismos”.
Cultura de gestión del riesgo
Por último, reseñan que existe “una forma de pensar que no ha interiorizado el principio de precaución para la gestión de la incertidumbre y antepone sistemáticamente el beneficio económico privado a la seguridad de la ciudadanía, retrasando la adopción de medidas”.
A lo que añaden que “en el conjunto de la sociedad se detectan carencias de formación para una evaluación adecuada de los riesgos y respuesta ante una emergencia”.