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La apuesta es clara: todo a la modernización de regadíos. Con más de 2.340 millones de euros hasta 2027, es la estrategia que está siguiendo el Gobierno de España para, teóricamente, ahorrar agua, entre otros objetivos. Incluso a los proyectos de mejora financiados por Europa se les está eximiendo de la evaluación de impacto ambiental (EIA). Y eso que es la propia Unión Europea la que alerta de los posibles efectos contrarios de esta medida.
El Tribunal de Cuentas Europeo, la OCDE, la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA por sus siglas en inglés) y organizaciones como WWF o la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA) advierten de que esta práctica, a la postre, puede conllevar un aumento en el consumo de agua, lo que preocupa aún más en un país con graves problemas de sequía y en el que, según la Encuesta sobre Superficies y Rendimientos Cultivos (ESYRCE), la superficie de cultivos de regadío ha pasado de 3,35 millones de hectáreas en 2002 (primer año con datos) a 3,77 en 2022 (último año con datos oficiales). Es decir, un incremento del 12,43%. De hecho, en 2022, el regadío ocupaba el 18,7% del total de las tierras de cultivo y, dos décadas después, suponía el 22,4%.
Por el contrario, en ese mismo periodo de tiempo, los cultivos de secano han perdido terreno: de 14,6 a 13 millones de hectáreas (-10,64%).
¿Con la modernización de regadíos se consigue ahorrar agua?
Una de las conclusiones del Informe Especial Uso sostenible del agua en la agricultura: probablemente, los fondos de la PAC favorecen un consumo de agua mayor, pero no más eficiente, elaborado por el Tribunal de Cuentas Europeo (TCE), sostiene lo siguiente: «La modernización de los sistemas de riego existentes puede incrementar la eficiencia del uso del agua, por ejemplo, mediante la reparación de los canales con fugas, cubriendo los canales abiertos para reducir la evaporación o cambiando a sistemas de riego más eficientes».
No obstante, añaden, «las mejoras en eficiencia no siempre se traducen en un ahorro general de agua, ya que el agua ahorrada puede redirigirse a otros usos, como por ejemplo cultivos más intensivos en agua o el riego de una superficie mayor. Es el denominado efecto rebote«.
Agregan que, «como consecuencia de un fenómeno denominado ‘paradoja hidrológica’, incrementar la eficiencia del riego puede reducir el retorno del agua superficial a los ríos, lo que disminuye los caudales permanentes que son beneficiosos para los usuarios intermedios y los ecosistemas sensibles».
Dichas afirmaciones, refieren en el estudio, se extraen de otros dos informes: Mitigating Droughts and Floods in Agriculture: Policy Lessons Approaches, Estudios de la OCDE sobre el agua, y el Informe nº 17/2020 de la Agencia Europea de Medio Ambiente (EEA por sus siglas en inglés).
¿Por qué la mejora de regadíos aumenta el consumo?
Julia Martínez, directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA), explica de una manera entendible lo que supone ese «efecto rebote» y la «paradoja hidrológica», que menciona el TCE (y emplaza al informe Observaciones al RD de aprobación de los planes hidrológicos del tercer ciclo en relación con la modernización de regadíos, para ahondar en la cuestión).
Pone como muestra un regadío por inundación: «El agua que se aporta al regadío se divide en dos partes: la que consumen las plantas para vivir (que es la que se bombea a la atmósfera, en el fenómeno denominado evapotranspiración); y otra parte que no va a la atmósfera, que es agua usada, pero no consumida. Ésta es la que se conoce como excedentes de riego, que van al río o al acuífero (o una parte a cada), y aguas abajo la puede utilizar otro usuario».
Si tú aportas, por ejemplo, 7.000 metros cúbicos por hectárea –continúa Martínez–, “puede que haya 2.000 o 3.000 que no se gastan y vuelven. Pero al modernizar, en vez de devolver esa cantidad, casi no hay retorno”. Es decir, “la modernización de regadíos reduce los retornos del riego, y aumenta el consumo total de agua, incluso aunque no haya un incremento de la cosecha”.
«Los regantes lo saben, pero eluden reconocerlo para que se hagan las obras»
Otro estudio, en este caso de WWF y titulado Falsas expectativas de uso sostenible del agua en las cuentas mediante la modernización de regadío, asevera que «el aumento de la eficiencia del regadío tras la modernización conlleva un aumento de la evapotranspiración por parte de los cultivos. Y, con ello, un incremento en el consumo de agua, que pasa de este modo desde las cuencas a la atmósfera».
Agregan que «este aumento de evapotranspiración se produce a costa de reducir los retornos de riego. Aunque desde el punto de vista productivo los retornos se consideran como pérdidas, en realidad son recursos reutilizables para los usos de la cuenca o los caudales circulantes aguas abajo. En definitiva, el aumento de la eficiencia produce un aumento de la captación del agua por el cultivo, creándose un déficit para la cuenca (efecto rebote)».
El autor de dicho estudio es Alberto Fernández, que, en declaraciones a Climática, afirma que “los regantes saben que esto sucede, pero eluden reconocerlo para que se hagan las obras”.
Señala que, «como además hay fondos europeos, las autoridades del agua y del regadío se han puesto de acuerdo para favorecer la obra pública», que lo que está provocando es un “aumento de la productividad y una intensificación del regadío, a costa de dejar sin agua a los embalses y a los ríos. Se hace la modernización de regadíos, se consume más agua, y ahora decimos que los embalses están vacíos. Claro, porque hay un incremento de la demanda».
2.340 millones de euros: «Una cantidad sin precedentes»
A pesar de las alertas, el Gobierno de España tiene muy clara su hoja de ruta. En una respuesta parlamentaria del pasado 17 de octubre de 2023, explica que, en el marco del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (PRTR), aprobado por el Consejo de la Unión Europea el 13 de julio de 2021, se han destinado 770,7 millones de euros para la modernización de regadíos.
Esa cifra, como apuntó el ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, el 19 de enero de este año, superará los 2.340 millones hasta 2027. «Una cantidad sin precedentes”, afirmó. Para él, «la mejora del regadío es el futuro de nuestra agricultura» y la inversión «una muestra del inequívoco compromiso y apoyo del Gobierno a los sectores agrario y pesquero».
El ministro explicó que «la apuesta por el regadío está en línea con la necesidad de reducción de los costes de producción de la agricultura. Así, además del ahorro de agua, los proyectos de modernización buscan también la eficiencia energética mediante el uso de energías renovables y la reducción de uso de productos fertilizantes y fitosanitarios. Ello implica la digitalización y la incorporación de nuevas tecnologías».