Andrea Duane, experta en incendios forestales: «España también es muy vulnerable a grandes fuegos»

La ambientóloga y doctora en Ecología Terrestre, formada en la Universitat Autònoma de Barcelona, vive desde hace año y medio en California, donde estudia las diferencias entre el régimen de fuegos de la actualidad y del pasado.
Andrea Duane, experta en incendios forestales: «España también es muy vulnerable a grandes fuegos»
Foto: Andrea Duane en una foto cedida por ella.

Por conocimiento y ubicación geográfica, Andrea Duane es una de las fuentes más confiables para analizar lo que está ocurriendo en Los Ángeles, donde distintos incendios, activos desde hace casi una semana, están arrasando zonas residenciales con una intensidad pocas veces vista. Esta ambientóloga y doctora en Ecología Terrestre, experta en incendios forestales, vive en California, donde investiga, justamente, la ecología del fuego, su evolución histórica y sus nuevas formas en un mundo cada vez más caliente por el cambio climático antropogénico. 

En diálogo telefónico con Climática, Duane contextualiza el incendio de Los Ángeles, buceando en sus motivos y causas. Admite su sorpresa por cómo el fuego penetró en las urbanizaciones, por la intensidad y velocidad de su propagación. También traza un paralelismo con España, con clima mediterráneo similar al de California. 

«España también es muy vulnerable. Hasta ahora, hemos tenido un poco de suerte de que los grandes incendios no afectaron a las grandes urbanizaciones. No hemos tenido los episodios que estamos viendo en estos días en Los Ángeles. Pero podría ocurrir», advierte.

¿Qué está viendo cómo experta en los incendios que están arrasando parte de Los Ángeles?

Hay un dato que a mucha gente le sorprenderá: en California, en el pasado, había muchísimos más incendios de los que hay hoy en día. Un millón y medio de hectáreas quemadas anualmente de media. Estamos hablando de antes de la llegada de los europeos, del hombre blanco, siglo XVII y XVIII. Las poblaciones tribales usaban muchísimo el fuego como forma de gestión de los paisajes. Si miramos esta foto, vemos que California era un sitio que se quemaba mucho y estaba lleno de humo. Con la política muy fuerte de supresión de los incendios en el siglo XX esto cambia, lo que genera que se acumule mucha más vegetación dentro del mismo bosque. Los incendios extremos que estamos viendo en California tienen un factor compuesto: más vegetación y el calentamiento global, lo que hace que esta vegetación esté más disponible para quemar. 

Hay menos incendios, pero más intensos. ¿Esta es la ecuación?

Exacto. Sabemos esto del pasado, sabemos que hoy en día se quema menos pero se quema con mucha más intensidad y severidad. Es decir, los incendios de hoy tienen más efectos sobre los ecosistemas. En muchos sitios de California está costando recuperar el bosque que había en el pasado. California tiene un clima mediterráneo, caracterizado por veranos secos y cálidos, en los que por una causa natural y antrópica ocurren incendios. Ha ocurrido en el pasado, está pasando y seguirá pasando. Es verdad que California es un hotspot (punto caliente), un sitio en el que estamos viendo un cambio importante en la actividad de incendios respecto al siglo pasado. 

¿Y esto a qué se debe?

Pues a lo que comentaba antes. Estamos ante paisajes más inflamables, paisajes donde cada vez hay más combustible –más vegetación– y estamos ante fenómenos climáticos más severos, como por ejemplo la gran sequía que sufrió California desde el 2011 al 2017. Esto ha generado que desde el 2018 se hayan producido los incendios más grandes desde que hay registros. En julio del año pasado ocurrió el cuarto incendio más grande de la historia. Y ahora estamos viendo unos incendios con una capacidad destructiva impresionante. 

Y fuera de temporada. ¿La desestacionalización también forma parte de esta nueva realidad?

Sí, pero igual aquí hay un matiz: los vientos de Santa Ana, que han hecho de motor de propagación de este incendio, son típicos del otoño y principios del invierno. Los incendios más destructivos siempre han ocurrido en esta época. En Los Ángeles, normalmente, llueve en diciembre y enero. ¿Qué ha pasado este año? Que ha llovido muy poco y que los vientos de Santa Ana han sido muy fuertes. También hay que decir que no estamos frente a una sequía de larga duración. Veníamos de unos años lluviosos en los que la vegetación creció. En el último año, la vegetación se secó mucho, otro motor de estos incendios.

La destrucción de zonas residenciales era algo que especialistas preveían en algún momento. ¿O también le ha sorprendido?

La zona estaba con aviso máximo de la alerta de incendios. Y las autoridades sabían que esto podía ocurrir. Ahora bien, la propagación del incendio a tal intensidad y velocidad nos sorprendió a todos. Nos sorprende, pero tampoco es un escenario que hubiésemos dicho que era imposible que pasase. En el sur de California hay muchísima gente viviendo en urbanizaciones con mucha vegetación entre las casas. Sabemos, por tanto, que se trata de un sitio muy vulnerable. 

¿Qué lección nos puede dejar este incendio?

Habrá mucha reflexión sobre el tema del urbanismo. Espero que haya lecciones aprendidas sobre cómo se propaga un incendio una vez que entre en una urbanización, qué construcciones resisten y cuáles no, qué medidas se pueden hacer a nivel colectivo. Tu casa puede estar muy bien preparada, pero si la del vecino no lo está, es muy probable que la tuya también se queme. Después, cómo hacer para que los bosques no estén tan colindantes con las urbanizaciones y pensar en un paisaje más gestionado. Pero es difícil. Se ha quemado vegetación desarrollada que tenía más de 20 años, pero el incendio también encontró una zona ya quemada en 2019, la vegetación con menos carga de combustible, y también propagó.     

¿Cómo convive el ciudadano medio en California con este constante riesgo de incendios?

Se vive con frustración, con ansiedad. Mucha gente tiene temor. La cultura de riesgo está aumentando. En 2018, en Paradise, se quemaron 18 mil casas y murieron 90 personas. Lo que está pasando es que hay gente que se está resignando, que se está mudando. Es una época de cambios para California y para los seguros. No es mi expertise, pero estoy segura que se van a dar importantes cambios en cómo las empresas aseguradoras gestionan todos estos eventos. También estamos a las puertas de cambios en las empresas eléctricas, que tienen pérdidas millonarias al tener que pagar las indemnizaciones de los incendios cuando son causadas por alguna chispa de las líneas de alta tensión. Ojalá haya un fuerte aumento de concienciación sobre el riesgo. Pero se sigue lejos de tener un cambio real. 

¿Cúal sería?

Pues, primero, muchos ciudadanos americanos tienen que aceptar que estamos en pleno calentamiento global debido a un cambio climático antropogénico. Tienen que saber que sus acciones tienen consecuencias en situaciones de este tipo. Por otro lado, habría que mirar más al monte, al paisaje, y ver qué podemos hacer para reducir la capacidad de estos incendios de propagar. Tenemos que volver a instaurar el fuego como un elemento de gestión del paisaje que permite ir disminuyendo las cargas de combustible. Necesitamos bosques más resistentes y resilientes. Otro paso sería aumentar la actividad rural para que ayude a controlar la propagación de estos incendios.

En cuanto a clima, California y España comparten el bioma mediterráneo. ¿Estamos preparados para esta nueva realidad?  

España también es muy vulnerable a grandes incendios de alta intensidad y velocidad. España tiene un proceso curioso que cuando lo explicas en otros sitios del mundo quedan sorprendidos. La actividad de los incendios ha disminuido respecto a los años 80 y 90, pero los incendios grandes son cada vez más grandes. Cuando comienza un incendio con condiciones meteorológicas muy adversas, se propaga a mucha velocidad debido a que se encuentra con un paisaje inflamable y con unas condiciones más severas de las que había décadas atrás. Se ha tenido un poco de suerte de que estos incendios no hayan afectado grandes urbanizaciones. No hemos tenido los episodios que estamos viendo en estos días en Los Ángeles. Pero podría ocurrir. La diferencia grande con California es que en España las zonas rurales siguen teniendo actividad, lo que en algún punto, al fragmentar el paisaje, previene estos grandes incendios. Pero con el actual momento de abandono de la actividad rural, el paisaje es cada vez más propenso a que haya estos incendios de alta intensidad. 

¿La despoblación es aliada del fuego?

Si en California el problema es que la gente vive en zonas de riesgo, el problema en España es que la gente se va de las zonas de riesgo. No estamos hablando del mismo perfil de población. En California estamos hablando de un perfil urbano, que ve el monte como un decorado, mientras que en España la población que residía en zonas de alto riesgo de incendio vivía de la actividad rural. Esta población hacía la prevención. Es un problema que esa gente se esté yendo. 

Ante la proliferación del hormigón, se habla mucho de la necesidad de renaturalizar y reverdecer la mayor cantidad de espacios posibles. ¿En materia de incendios, esto tiene un daño colateral?

Hay que identificar y definir qué paisajes queremos. Los queremos biodiversos, en los que no perdamos biodiversidad, pero también seguros, que no afecten a la seguridad de la gente que vive allí. Y también queremos paisajes vivos, en los que la gente pueda desarrollarse. Hay margen para que estos elementos se junten, sumen y no contrarresten. Lo que es clave es que el mundo de la conservación entienda cuál es el papel del fuego, que no es un papel destructor al hablar de ecosistemas. Y cómo un fuego bueno puede ayudar a aumentar la biodiversidad y la resiliencia de los incendios.

¿Cuán importante es que las administraciones hagan pedagogía social de los incendios con la problemática fuera de agenda? En los incendios de Portugal de 2017, mucha gente murió en carreteras angostas llenas de eucaliptos, una trampa mortal que no advirtieron.

La buena información es clave. Hay que entender que no vamos a poder controlar todos los incendios que ocurran. Por eso necesitamos que los ciudadanos estén preparados junto con las autoridades a saber qué hacer. Esto se tiene que trabajar durante todo el año. Saber qué escenarios pueden ocurrir y cómo hay que afrontarlos. Los incendios están cambiando y hay que estar preparados todo el año.   

En la DANA de Valencia, muchas víctimas bajaron a los garajes a sacar sus coches, lo que terminó siendo una trampa mortal. ¿Puede ocurrir lo mismo, con otras malas decisiones, en casos de incendios extremos que se propaguen muy rápido? 

La percepción del riesgo disminuyó en la DANA porque en las zonas más afectadas no había llovido tanto. Esto podría pasar también en un incendio, pensar que como el fuego está lejos puedo coger una carretera pequeña porque por ahí el incendio no va a pasar, convirtiéndose en una trampa. Por eso es necesario hablar y trabajar esto con la gente que vive en zonas de riesgo. Y entender que se pueden dar situaciones totalmente nuevas, que no conocemos, que no sabemos cómo reaccionar. Por eso hay que aprender las lecciones que estamos viendo en otras partes del mundo. 

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