Florence Prud’Homme, una excepción (climática) en Burdeos

Su explotación vitivinícola, situada en una ladera, entre los ríos Dordoña y Garona, está relativamente protegida del cambio climático. El resto de la región, en cambio, ha sufrido un exceso de humedad, granizo y heladas que han afectado a las cosechas.
Florence Prud’Homme, una excepción (climática) en Burdeos
Florence Prud'Homme, viticultora francesa, nos cuenta su experiencia de pequeña productora en su país. Foto: JEAN-BERNARD NADEAU.

Florence Prud’Homme embotella y etiqueta unidades de Utopie, un Bordeaux Superior que cosecha y produce en el Château Saincrit, en Saint André de Cubzac. Sus vides están a 35 kilómetros de Saint-Émilion, en el suroeste de Francia, reconocida ciudad medieval por su producción vitivinícola y la extensión de sus viñedos de suelos arcillosos. Una parte del viñedo que administra Florence goza de un microclima que lo mantiene a salvo de los efectos indeseados de granizos y heladas que azotan la zona desde hace algunos años. Esas parcelas están ubicadas en una de las laderas, en la parte alta del viñedo, y por su posición son las que se mantienen más resguardadas.

En líneas generales, «la combinación de ladera y río protege una parte de las plantaciones de uvas de esos eventos extremos y fuera de temporada. En los últimos años, hemos tenido un aumento de episodios de granizo que afecta mucho a la región, pero a estas parcelas dentro de mi finca, no», explica Florence Prud’Homme, que nos recibe ataviada con unos jeans y botas de campo. No obstante, el exceso de heladas y agua en los alrededores de Saint André de Cubzac han provocado el ataque del mildiu en parte de la cosecha de la finca de Florence. Se trata de un hongo que prolifera especialmente con la humedad. «En 2021, si bien el hielo afectó la cosecha, gracias a la orientación de estas laderas más altas, gracias a la luz solar y protección del río, esta parte quedó más resguardada», dice.

De acuerdo con estudios del INRAE (Instituto Nacional de Investigación sobre Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente de Francia), el impacto del cambio climático en los viñedos bordeleses no se debe a la sequía, como ocurre en la cuenca mediterránea francesa, sino a los granizos y al exceso de agua.

La investigadora Nathalie Ollat, del Bordeaux Sciences Agro, apunta: «Estamos experimentando una variabilidad climática inédita y eso es lo que más afecta al proceso de la uva. El 2022 fue un año cálido y raramente seco. El año 2023 fue muy húmedo y con precipitaciones de granizo. El exceso de humedad estimula la proliferación de enfermedades y es pésimo para las cosechas». Y, por añadidura, las heladas primaverales que azotan a la región desde hace algunos años perjudican, sobre todo, a los brotes jóvenes de las vides, que pueden nacer menos fértiles y menos productivas.

Florence Prud’Homme observa los fenómenos meteorológicos y sus efectos en las vides a diario. Es un ejercicio en el que activa todos sus sentidos para escudriñar sus 15 hectáreas junto a los colaboradores que la acompañan. «A lo largo de los años, mis viñas se han adaptado relativamente bien al cambio climático, salvo en las heladas, por lo que comencé a emplear otras prácticas, como podar más tarde para evitar que nos afecten tanto», explica. Esa adaptación está relacionada con el estuario de la Gironda. «La confluencia de los ríos Dordoña y Garona en el estuario crean un microclima que genera condiciones diferentes a otras áreas más alejadas», asegura la viticultura. 

Las viticultoras y la red de colaboración 

Florence carga su camioneta con cajas de vinos para hacer entregas a clientes de la región. «Si el vehículo no está lleno, ofrezco entregar los vinos de una colega del viñedo vecino. Es algo que hacemos desde el principio, con total espontaneidad», enfatiza.

En esta región, la solidaridad entre las viticultoras crea otro tipo de microclima, uno donde comparten conocimiento, tiempo, conversaciones y técnicas de adaptación de las vides, con colaboración estable, mutua y desinteresada. Florence recibe a su vecina Cecilia. «Compartir esfuerzos no solo reduce la carga y crea un ambiente más solidario en el sector. Sabemos que salir juntas es menos agotador, así que vamos en pareja a entregar los vinos a nuestros respectivos clientes», explica Cecilia, la vecina de Florence.

Históricamente, el mundo de los vinos y los viñedos suele estar más asociado a lo masculino, desde el terreno hasta el consumo. Hombres en tractores o que realizan la vinificación en sus grandes cavas y bodegas, liderando el proceso de destilación en tanques gigantescos. «Sin embargo, la presencia de las mujeres comienza a verse más en enólogas, periodistas especializadas, consultoras… Donde aún se ven más hombres, y tal vez sesgos de machismo, es en el campo, en los procesos de producción de los viñedos», dice Florence Prud’Homme. 

En Francia, hasta los años setenta, las mujeres en el medio vitivinícola ejercían posiciones subalternas. No sería hasta finales de siglo pasado e inicios del nuevo que la situación evolucionaría. Se estima que el 31% de las personas que trabajan hoy en el sector vitivinícola galo son mujeres. Ellas se dedican más a tareas relacionadas con el funcionamiento de las bodegas: el marketing empresarial, las exportaciones, la contabilidad, la gestión estratégica (por ejemplo, sobre las cepas y las cosechas). 

En el Chateau Saincrit, Florence asume todas las responsabilidades estratégicas y técnicas, a excepción de la conducción del tractor. «El machismo aparece en pequeños actos que pueden pasar inadvertidos. Me ha pasado a menudo que, al intentar utilizar una herramienta determinada, mis vecinos varones me corrijan o me animen a no hacerlo porque ‘no va a funcionar’. Puede ser por una cuestión de género, pero también puede ser porque llevo apenas 20 años en esta labor y no tengo tanta experiencia», ironiza. 

Florence Prud’Homme forma parte desde hace un tiempo de un grupo de mujeres viticultoras con quienes se reúne para conversar e intercambiar conocimiento. «Hablamos mucho porque compartimos tiempo en las camionetas, al hacer el reparto de vinos por la región». Además, comparten programas de tratamientos en las vides para entenderlas mejor y conocer todo el repertorio de sus efectos.

La vecina Cecilia ayuda a Florence esta mañana a etiquetar las botellas del Utopie. Florence comparte su sueño de permanecer en estas tierras. «Aquí he logrado replantar y ahora estoy en proceso de transición a la viticultura ecológica. Agradezco todos los días estar aquí y ver el resultado de mi trabajo. Voy a aumentar un poco la gama y calidad de los vinos, pero con menos producción y vendiendo de forma directa a clientes y socios. Quiero acompañarlos en estos tiempos desafiantes». Su intención es reforzar ese micromundo con microlazos más humanizados, con menos intermediarios y lejos de esos otros grandes viñedos, en manos del capital internacional, que se encuentran en otras partes del suroeste de Francia.

Monica Rivero Cabrera ha colaborado en la elaboración de este reportaje, que ha sido posible gracias al apoyo de Journalism Fund Europe y de IJ4EU. Publicado originalmente en Los Andres.

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