‘Hope! Estamos a tiempo’: un nuevo impulso para solucionar el cambio climático

La nueva serie del divulgador Javier Peña, formada por seis capítulos que se pueden ver gratuitamente a través de la plataforma RTVE-Play, ofrece alternativas viables al desastre ecosocial y al pesimismo ciudadano.
‘Hope! Estamos a tiempo’: un nuevo impulso para solucionar el cambio climático
Foto: ‘Hope!’ se puede ver desde el martes 22 en RTVE Play.

“La mayor amenaza para el futuro de la humanidad es la pérdida de la esperanza”, repite Javier Peña como un mantra a lo largo de los seis capítulos de la serie documental Hope! Estamos a tiempo. La producción audiovisual, que acaba de estrenarse y ha sido financiada por RTVE y El gato verde hasta alcanzar un presupuesto de 2,4 millones de euros, comenzó con un crowfunding puesto en marcha por el famoso divulgador científico, quien es también el encargado de conducirla.

Peña cuenta con cientos de miles de seguidores en redes sociales, fans que llevan años disfrutando de sus contenidos enfocados en informar sobre la crisis climática desde una perspectiva optimista. Como reza su Instagram: “Tenemos soluciones, es hora de aplicarlas”. Y es justo ese impulso por la regeneración de la vida, sin catastrofismos ni escenas apocalípticas, lo que ahora ha trasladado a la pantalla de televisión en una obra definitivamente ambiciosa: ha visitado 17 países en 4 continentes, y ha entrevistado a algunos de los investigadores líderes en las múltiples disciplinas desde las que se aborda el problema. Todo ello puede verse gratuitamente en la plataforma RTVE-Play a partir del 22 de abril, coincidiendo el lanzamiento con el Día de la Madre Tierra. Asimismo, se podrá ver a través de La 2 semanalmente, empezando por el primer capítulo este miércoles 23.

Un plantel de especialistas, muchas soluciones

Por la cámara de Javier Peña pasan expertas como Jane Goodall, etóloga británica, especialista en conservación y bienestar animal, conocida por sus estudios con chimpancés; o como Kate Raworth, cuya investigación en torno a la llamada “economía del dónut” ha puesto sobre la mesa una manera alternativa de entender el funcionamiento económico de nuestras sociedades a partir de los límites que no deberíamos sobrepasar, y de las necesidades sociales que siempre deberían estar cubiertas. Precisamente, Raworth es heredera de una reelaboración de los límites planetarios llevada a cabo por el científico Johan Rockström, también entrevistado en la serie.

Rockström, profesor universitario y director del Instituto Postdam para la Investigación sobre el Impacto del Cambio Climático, identificó nueve procesos que, si cruzan cierto umbral, ponen en peligro la vida humana. Por desgracia, ya se han superado seis de estos nueve límites –el cambio climático, la integridad de la biosfera, la cantidad segura de sustancias químicas, los cambios en el agua dulce, la deforestación y otros cambios en los usos del suelo, y los ciclos biogeoquímicos del nitrógeno y el fósforo–, lo cual no quita para que un entusiasta Rockström aparezca en la pantalla afirmando: “Tenemos muchísimo conocimiento, y una gran capacidad para manejar datos”. Así, ese tono vitalista ubicuo, presente tanto en sus interlocutores como en Peña, va difuminando la posible preocupación que pudiera acarrear el espectador para transformarla en confianza por el futuro.

El esfuerzo audiovisual es loable, en cuanto que implica un giro comunicacional muy alejado del miedo que a menudo transmiten las noticias sobre cambio climático. Sin embargo, la noción de límite, tan importante a la hora de comprender la encrucijada existencial en que nos hallamos, acaba por diluirse en una narrativa con final feliz. Aunque los propios estudios de Rockström son deudores del informe Los límites del crecimiento (1972), capitaneado por la biofísica Donella Meadows y ya analizado en Climática, los expertos parecen abrazar la idea de que no hay barreras en cuanto a las soluciones.

El activista californiano Paul Hawken, fundador de la ONG Proyecto Drawdown, en la que el propio Javier Peña se ha inspirado para el documental, llega a apuntar: “El cambio climático es un regalo para la humanidad”, debido a los aprendizajes que de él se derivan. Así, las diferentes medidas destinadas a reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera, a aumentar los procesos de captura de carbono, o bien a detener una pérdida de biodiversidad conocida ya como Sexta Extinción, se cuentan efusivamente, en ocasiones omitiendo potenciales efectos adversos. “Un mundo 100% renovable” –augura Peña– “sin combustibles fósiles” –recalca–, pasando por alto la forzosa ampliación del extractivismo minero que eso requiere, la caducidad de los paneles solares o los aerogeneradores, y la profusión de zonas de sacrificio. Pese a ello, destacan historias conmovedoras utilizadas como experiencias ejemplarizantes, susceptibles de ser replicadas en distintos lugares del mundo.

La familia de pescadores Castro Lucero, habitantes de Cabo Pulmo (México), relata cómo su biorregión se transformó en Parque Nacional protegido y, cuando creían que el ecosistema moriría por una sobrepesca que también amenazaba con dejarles sin empleo, se regeneró la fauna marina y ellos consiguieron dedicarse al ecoturismo –un caso que subraya la adaptación laboral implícita cada vez que se azuza un cambio ecológico–.

Otras historias destacan las virtudes de la agricultura regenerativa, tanto en la superficie terrestre como en el mar, a partir del impulso de bosques de algas; de la ganadería regenerativa, aunque presuponiendo una disminución del consumo global de carne, insostenible; del cemento ecológico o del plástico biodegradable. La investigadora de la Universitat Politècnica de València Itziar Irakulis explica su método para detectar las fugas de metano, gas de efecto invernadero, y obligar a las empresas a erradicarlas.

Y, en el último capítulo, se analizan alternativas al vehículo individual propulsado por gasolina, como los coches autónomos operados por IA y renovables en régimen compartido. Sin duda, no faltan ideas innovadoras, tecnología ni capacidad financiera para transformar un posible abismo en un porvenir más halagüeño, mensaje que Peña reitera mientras va sumando el ahorro de emisiones que cada iniciativa supondría, ayudado por una supermáquina que evoca los imaginarios del cine futurista. 

Feminista y decolonial

Uno de los logros de la serie consiste en abordar algunas soluciones desde distintos enclaves fuera del marco eurocéntrico habitual, y desde un feminismo practicado asimismo por sus protagonistas, especialmente en el capítulo 6. En la India, el minúsculo pueblo de Piplantri ha conseguido que tener una hija pase de suponer un estigma para la familia a una alegría que fomenta la reforestación –111 árboles plantados por cada nacimiento–. De hecho, a lo largo de la serie, Peña refuerza la tesis de que “la educación de las niñas es una de las soluciones climáticas más poderosas que existen”, por los trabajos esenciales que suelen desempeñar las mujeres en sus comunidades y el control de la natalidad fruto de la escolarización, entre otros motivos.

Poderosa es también la trayectoria de Norah Magero, ingeniera experta en energías renovables y mujer encargada de proveer frigoríficos eléctricos en poblaciones rurales de Kenia para que puedan preservar la comida y las vacunas. Pero tal vez el ejemplo más impactante de liderazgo femenino sea el de Nemonte Nenkimo, activista indígena miembro de la nación Huaorani de la Amazonia. Gracias a su labor, su pueblo pudo enfrentarse a las petroleras instaladas en la selva y detener el proyecto extractivista del Parque Nacional Yasuní. Más allá del activismo, Nenkimo ilumina el discurso de la serie con un desafío de la concepción occidental de progreso: “No queremos que nos vengan a mentir, que eso es desarrollo, más bien es contaminar y exterminar mi cultura”, exclama, tras haber afirmado que “vivir bien es la selva” y que “el capitalismo ve sólo recursos”. 

Las lecciones de Nenkimo, defendidas desde posiciones ecofeministas a lo largo del globo, contrastan con otras alineadas con el tecnoptimismo, como la de Christiana Figueres, ex-secretaria ejecutiva de la Convención Marco de la ONU para el Cambio Climático, quien no titubea al decir: “Las energías renovables no son sólo abundantes, son ilimitadas”, obviando el coste de fabricación e implementación de los sistemas. Aunque quizá el mayor desliz de Hope! lo constituya el anhelo reiterado de no superar el 1,5 ºC de calentamiento global, fijado en el Acuerdo de París de 2015. Si bien para dar por perdido ese objetivo debe rebasarse la cifra durante un largo periodo (décadas), en 2024 se superó por primera vez el grado y medio, lo que es una clara señal de que no se va por el buen camino. Tampoco entra el filme en consideraciones geopolíticas, como el hecho de que Estados Unidos se haya desvinculado de ese acuerdo. 

En definitiva, Javier Peña ha dirigido una serie monumental, capaz de canalizar el empoderamiento ciudadano y activar la acción social en torno a un fenómeno aterrador, y de hacerlo con júbilo y optimismo basándose en la exploración del rigor científico y en ejemplos concretos de éxito localizado. Las omisiones puntuales no pecan de negacionismo y los discursos abarcan aproximaciones desde varias disciplinas que aluden, en mayor o menor medida, al dilema de los límites, presente de manera más exhaustiva en corrientes ecologistas como el decrecimiento –y aquí sólo sugerido en la figura de Raworth–. Tanto el trabajo audiovisual como el de documentación fomentan un aprendizaje ameno y, sobre todo, abren puertas de una imaginación hasta ahora cooptada por inercias destructivas. Esperemos que la esperanza siga su curso.

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    ¡Juntos demostramos que no vale la pena jugar con la vida en las profundidades marinas! En diciembre del año pasado, pudimos celebrar una gran victoria: el gobierno noruego decidió poner fin a la concesión de licencias para la minería en aguas profundas en el Ártico, al menos hasta las próximas elecciones en Noruega.
    Y ahora, en abril, tenemos aún más buenas noticias: la empresa minera noruega Loke Marine Minerals, que tenía la ambición de convertirse en la mayor empresa minera de aguas profundas del mundo, ha quebrado.
    En noviembre del año pasado, Loke Marine Minerals admitió que estaban teniendo dificultades para encontrar nuevos inversores. ¿Por qué? Porque sus potenciales inversores «no eran inmunes» a la masiva oposición pública a la minería de los fondos marinos. La noticia de la bancarrota llegó el mismo día en que activistas de Greenpeace interrumpieron una conferencia de cabildeo para la industria minera de aguas profundas en Bergen convirtiendo la reunión en un colorido casino. Porque la minería en el fondo marino es como una ruleta rusa, donde está en juego la vida en las profundidades marinas.
    El Ártico es seguro, al menos por ahora, ¡y vale la pena celebrarlo!
    Nuestras victorias demuestran que el cambio es posible, pero también que debemos continuar la lucha : nosotros y nuestro planeta nunca te hemos necesitado tanto como ahora. Eres más que bienvenido a bordo.
    Greenpeace Danmark.

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