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Cuando su charla TED ¿Pueden las nubes darnos más tiempo para resolver el cambio climático? se hizo viral, Kate Marvel estaba en un momento muy distinto al actual. Trabajaba en el Goddard Institute for Space Studies de la NASA. Y pasaba sus días estudiando, entre otras cosas, las nubes y su relación con el clima del planeta o modelando el cambio climático y sus riesgos. Sin embargo, un día decidió cambiar de rumbo.
Esta científica climática, astrofísica de formación y gran divulgadora, no dejó de hacer ciencia. Pero empezó a aplicar su conocimiento y su formación a las soluciones. “Vivimos en un momento especial en muchos sentidos, un momento en el que vemos que los impactos son cada vez peores, pero en el que también tenemos a nuestro alcance muchas soluciones”, señala la investigadora estadounidense.
Así, se unió al proyecto Drawdown, una organización con un única misión: ayudar al mundo a detener el cambio climático de la forma más rápida, segura y equitativa posible. Aquí, Marvel se encarga de estudiar los impactos climáticos positivos de casi un centenar de soluciones que la organización ha identificado como disponibles y útiles, así como el impacto climático de no ponerlas en práctica.
En uno de sus últimos tuits, antes de despedirse de la plataforma, llama a la Tierra el único planeta bueno. Es algo que ha dicho muchas veces.
Bueno, estudié cosmología, que es el estudio de todo el universo, literalmente. Y me di cuenta de que la mayor parte del universo es un poco aburrido, vacío, frío… En él hay un montón de planetas, además de los del sistema solar. Que sepamos, ninguno de ellos tiene vida e, incluso si tuvieran vida, no estoy segura de que fuese una vida muy emocionante. No creo que fuese el tipo de vida que me gustaría vivir.
Haber estudiado esto me dio la perspectiva de lo especial que es este planeta en el que vivimos. Me alegro de que estudiemos otros planetas, es un conocimiento importante, pero Marte, al final, es solo una gran roca y Júpiter, una inmensa bola de gas. Pero la Tierra es mucho más interesante, un planeta en el que los seres vivos interactúan con la atmósfera, con el océano, con la tierra y con el hielo. Es un lugar especial en el que vivir, pero también muy especial científicamente.
¿Y cómo acaba bajando del cosmos a estudiar la Tierra?
Las habilidades y las técnicas usadas en ambos campos son similares. Si usas la física para estudiar el universo, puedes usar la física para estudiar la Tierra. Cuando estaba en Stanford durante mi posdoctorado, tuve la suerte de trabajar con Ken Caldeira, y empezamos a hacernos un montón de preguntas interesantes sobre la Tierra. Y utilizando los mismos métodos que ya conocía, de física y de computación, intenté responderlas. Ahí empecé.
Volviendo a lo del planeta bueno. ¿Es la Tierra hoy un peor lugar para vivir de lo que era antes?
Eso depende de qué entiendas por peor. Es un planeta diferente al de antes de la Revolución Industrial. Está entre 1,1 y 1,2 °C más caliente y tiene un 45% más de dióxido de carbono, un 100% más de metano y un 20% más de óxido nitroso en la atmósfera. Vivimos bajo un cielo muy diferente. Además, si vemos lo que los humanos han hecho, no solo cambiando el clima, sino cambiando la tierra para la agricultura y la ganadería, observamos también un gran impacto. Así que vivimos en un planeta muy diferente al que vivían nuestros antepasados.
¿Y no diría que es peor para la vida? Al menos, para muchas especies.
Sí, claro, pero depende de lo que seas. Si eres una ballena, por ejemplo, el mundo es claramente un lugar peor. Si formas parte de un pueblo indígena, probablemente también. Bajo el capitalismo no le ha ido bien a todo el mundo. Pero también es cierto que, por ejemplo, no hace tanto la mayoría de los niños morían antes de cumplir los cinco años y eso ya no sucede. Son solo un par de ejemplos, pero es que no me gusta esa narrativa de que los seres humanos son terribles.
Tenemos una gran influencia en todo lo que nos rodea, pero tenemos la capacidad de tomar decisiones. Podemos tomar decisiones que tengan un impacto positivo y otras que tengan un impacto negativo.
Estuvo trabajando como investigadora en el Goddard Institute for Space Sciences de la NASA durante más de una década. ¿Cuánto aprendimos sobre el cambio climático en todo ese tiempo?
Creo que mucho, la verdad. Hace un siglo que sabemos que los gases de efecto invernadero hacen que el planeta se caliente. Pero en los últimos años hemos comprendido mejor cómo los gases de efecto invernadero y el cambio climático afectan a los patrones de lluvia, cómo alteran el ciclo del agua y cómo influyen en las sequías. También hemos avanzado mucho en la comprensión de las retroalimentaciones climáticas, los procesos que cambian en el planeta a medida que este se calienta y que pueden afectar al propio cambio climático.
Es difícil para los científicos hablar sobre las cosas que sabemos, porque siempre estamos pensando en las cosas que no sabemos. Es nuestro trabajo. Quizá por eso no somos los comunicadores ideales de la ciencia: la gente quiere saber hechos establecidos, pero los científicos vivimos en la incertidumbre, es de eso de lo que más nos gusta hablar.
Teniendo en cuenta esa incertidumbre, pero sabiendo lo que sabemos, ¿hacia dónde nos dirigimos?
Te voy a dar una respuesta muy de científica, lo siento. No lo sabemos. Y no lo sabemos por un montón de razones diferentes. A corto plazo, la variabilidad interna del sistema climático nos aporta incertidumbre. Por ejemplo, el episodio de El Niño que se está desarrollando este año subirá la temperatura global. Pero, ¿qué pasará en la próxima década, vamos a tener un montón de El Niño o será La Niña la dominante? No lo sabemos.
Tampoco conocemos exactamente cómo van a comportarse otros factores que influyen en el clima, como las nubes. La forma en que las nubes se crean y se organizan podría cambiar y mitigar el cambio climático, aunque tenemos muchas razones para sospechar que no va a ser así. Pero todavía hay mucho que no sabemos de ellas. Tampoco sabemos cuánto del dióxido de carbono emitido por los humanos permanecerá en la atmósfera a largo plazo ni qué va a pasar con la capacidad de las plantas y el fitoplancton para absorber CO2. Hay todavía muchas incertidumbres desde el punto de vista científico.
Sin embargo, la razón principal por la que no sabemos qué va a pasar es que no sabemos qué vamos a hacer los seres humanos. Las decisiones que tomemos ahora determinarán el futuro de la Tierra. Creo que aún es posible limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius. Y, si no lo logramos, todavía podremos limitarlo a menos de 2 grados. Ahora bien, para lograrlo, necesitamos reducir drásticamente las emisiones. Debemos reducirlas a la mitad en la próxima década y tendremos que seguir recortándolas a lo largo del siglo. Esa es una tarea inmensa, un cambio muy importante. Pero la humanidad ha hecho grandes transiciones antes. Que sea difícil no significa que sea imposible.
Una respuesta científica y también optimista. Pero viendo lo que hemos logrado hasta ahora, las tendencias de las emisiones, los cambios acelerados en el clima, ¿qué piensa?
Si tomo las evaluaciones científicas, las políticas climáticas que se han implementado hasta la fecha y las proyecciones de calentamiento, la Tierra a finales de siglo estará entre tres y cinco o seis grados más caliente. Sería catastrófico. Pero hay que tener en cuenta también que limitar el calentamiento a algo menos de 3 grados, por ejemplo, no nos va a dejar un planeta muy agradable, pero sí mejor que uno seis grados más caliente.
Ahora, si observamos los compromisos de los países que todavía no se han implementado, parece posible contener el calentamiento por debajo de dos grados. Y las tendencias en algunos sectores, como las energías renovables, son muy positivas. No sé qué va a pasar, porque la gente es demasiado complicada. Por eso estudié física. Pero lo que sí sé es que las cosas han cambiado mucho desde que empecé mi carrera.
Si me hubieras dicho hace diez años que la energía eólica y la solar iban a ser las formas más baratas de generar electricidad, que Europa iba a endurecer sus objetivos climáticos, que Estados Unidos iba a aprobar leyes del clima o que China iba a construir renovables a toda velocidad, te habría dicho que era imposible. Eso no significa que estemos en el camino de limitar el calentamiento a niveles seguros, pero hay cierto margen para actuar.
Cuando en 2018 se publicó el informe del IPCC sobre los 1,5 grados, yo solo podía pensar, “genial, otro informe, es justo lo que necesitamos”. Creía que nadie lo iba a leer ni a tomarlo en serio. Pero me equivocaba, tuvo un gran impacto. Después llegaron las huelgas climáticas, lideradas por Greta Thunberg y secundadas por miles de personas. En definitiva, mi experiencia me ha enseñado que es mejor que no intente predecir el futuro a menos que tenga una ecuación bien definida y condiciones muy controladas, porque siempre me acabaré equivocando.
Ahora que habla de informes y de activismo, además de investigar ha dedicado muchos esfuerzos a comunicar y divulgar. ¿Está la gente hoy más abierta a escuchar a la ciencia que antes?
Puede ser, probablemente. Pero también creo que no solo se escucha a la ciencia, el debate ha avanzado. Hace diez años, todo lo que se decía en los medios giraba alrededor del cambio climático en sí mismo, de si era real o no, de la lucha entre quienes defendían su existencia y los que no. Es un enfoque que no me gusta, es aburrido e inútil. Hoy siento que ese tipo de historias han dejado de contarse casi por completo. Poca gente duda de que sea un problema real.
Me gustaría pensar que esto ha cambiado porque los científicos somos grandes comunicadores, pero creo que no es eso lo que ha modificado las percepciones, sino lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Son los incendios, las inundaciones y las olas de calor causados por el cambio climático las que han hecho cambiar la opinión de la gente.
Teniendo esto en cuenta, ¿dónde deberíamos colocar el debate, desde el punto de vista de la comunicación?
Todos debemos hacer nuestra parte. Yo voy a seguir hablando de ciencia porque es lo que me interesa y de lo que sé. Creo que todos merecen conocer lo maravillosos que son los sistemas de la Tierra, lo conectados que están y cómo están cambiando. Pero es muy importante que tengamos muchas voces diversas hablando del cambio climático, porque nos está afectando a todos y de muchas maneras.
Un científico tendrá siempre una perspectiva bien informada sobre los modelos climáticos y los procesos físicos, pero no estoy segura de que esta sea una perspectiva particularmente útil para entender cómo debemos sentirnos ante el cambio climático o qué debemos hacer políticamente al respecto. No creo que haya una única narrativa sobre el cambio climático que tenga sentido. Necesitamos escuchar un montón de historias diferentes.
El proyecto Drawdown, para el que trabaja ahora, se centra en las posibles soluciones al cambio climático. ¿Por eso dejó la NASA para unirse a él? ¿O se cansó de que nadie escuchase a los científicos?
Pensé que quería ver si había alguna manera de usar mi conocimiento científico para empezar a implementar y desplegar soluciones. Y creo que he aprendido muchísimo desde que llegué aquí. No se trata de esperar a que llegue una solución mágica y nos salve. No estamos esperando por los materiales semiconductores a temperatura ambiente o por la fusión fría.
Pero, cuando analizas de dónde vienen las emisiones de gases de efecto invernadero, te das cuenta de que en muchos casos existen alternativas limpias, baratas y viables. Sentirlo es reconfortante. Hablar de cómo cocinar sin emisiones, de cómo llevar las bombas de calor a cada casa o de cómo hacer acero sin emitir CO2 transforma las grandes preguntas del cambio climático en algo mucho más divertido y asequible.
¿La ciencia debería pasar más a la acción, implicarse más, o seguir estudiando las cosas desde la distancia?
Creo que los científicos necesitamos entender los límites de nuestro conocimiento. Y que los héroes de la transición energética van a ser los huelguistas escolares, los electricistas o los instaladores de paneles solares y no vamos a ser necesariamente nosotros. La ciencia tiene un papel increíble por delante, descubrir y entender lo que pasa y comunicar ese conocimiento a las personas que pueden usarlo.
Muchos de nosotros pasamos mucho tiempo siendo los únicos a los que les importaba el cambio climático, pero eso ya no es cierto. Y tenemos que entender que eso es maravilloso.
Antes mencionaba a Greta Thunberg. En los últimos años, la sociedad se ha vuelto más consciente del problema climático y una parte importante ha pasado a la acción. Pero, al mismo tiempo, la oposición, el negacionismo, también parece haber crecido.
Es cierto, y es algo peligroso, pero soy reacia a malgastar el tiempo con los negacionistas climáticos. No sé cómo es en Europa, pero en Estados Unidos el grupo de personas que no aceptan la ciencia y niegan por completo la existencia del cambio climático no es muy alto. Creo que es mejor centrarnos en todas aquellas personas que, de una forma u otra, están preocupadas por lo que está pasando, pero creen que no pueden hacer nada para evitarlo.
Ante el cambio climático, es muy fácil sentirse diminuto. ¿Qué puede hacer una persona frente a algo tan global? Pero todos estamos conectados, formamos parte de una red en la que hay escuelas, trabajos, iglesias, amigos y familia. Todos formamos conexiones que son mucho más grandes que nosotros mismos como individuos. Y esas redes son muy útiles para hacer que las cosas cambien. Podemos poner paneles solares en nuestra casa, pero si logramos que los edificios públicos de nuestro distrito usen energías renovables, el cambio será mucho mayor.
Es difícil influir en las decisiones que toma el presidente del país, pero sí podemos involucrarnos a nivel comunitario y hacer que los líderes locales se tomen el problema en serio. Creo que, cuando comunicamos el cambio climático, es muy importante dirigirse a todas esas personas que están preocupadas, pero no saben qué hacer.
Tampoco podemos ignorar que detrás de los movimientos negacionistas hay intereses muy poderosos.
Es cierto y es importante hacer todo lo posible para reducir ese poder. Puede parecer desalentador, pero no son invencibles. No tienen la capacidad de decidir sobre todo. Y si todos los que nos preocupamos nos unimos, nos levantamos y decimos no, formamos una fuerza imparable. No estoy diciendo que vayamos a lograrlo, que vayamos a limitar el calentamiento a 1,5 °C, ni que vaya a ser fácil. Solo digo que vale la pena intentarlo.
¿Mantenemos entonces la esperanza en frenar el cambio climático?
Respondo con preguntas. ¿Podemos acabar con el cambio climático? No, no podemos. El margen para eso hace tiempo que se ha terminado. ¿Podemos evitar los peores efectos? Sin duda. ¿Debemos evitar los peores efectos? Sí. Tengo una especie de relación extraña con la esperanza porque para mí es como preguntar, ¿tienes esperanza en poder limpiar tu habitación? No tiene sentido, vas y limpias tu habitación. A nadie le importa si esperas o no poder limpiarla.
Con el clima siento que pasa lo mismo. ¿Tengo esperanzas en que podamos resolver el cambio climático? No lo sé, pero tengo certezas. Sé que podemos hacerlo y sé que tenemos las soluciones. Así que manos a la obra. Hagámoslo. Una vez que empiezas a hacerlo y te involucras en ello, formas parte de una gran comunidad de personas inteligentes y dedicadas, y es increíble. ¿A quién le importa si yo tengo o no tengo esperanza? Tengo certezas y estoy contenta por hacer lo que tengo que hacer.
Mejor acción y decisión que esperanza.
A ver, no soy anti esperanza [risas]. Si alguien quiere tener esperanza, adelante, es genial. Pero hay que ponerse manos a la obra.
El proyecto Drawdown estudia cómo acelerar la implementación de multitud de soluciones al cambio climático, desde reducir el desperdicio alimentario hasta la agricultura regenerativa. ¿Hay alguna que merezca especial atención o que sea particularmente efectiva?
Todas son importantes. No hay una solución única, no existe algo mágico que vaya a resolver el cambio climático. Necesitamos hacer todo lo posible al mismo tiempo. Cuando empiezas a ver las soluciones disponibles por sectores, todo cobra sentido y parece más manejable. Por ejemplo, una cuarta parte de las emisiones globales provienen de la generación de electricidad, para la cual quemamos carbón, gas y petróleo. Las soluciones a eso son bastante sencillas: ser más eficientes para necesitar menos electricidad y generar la energía de otra forma, sin emisiones.
Otra cuarta parte de las emisiones proviene de la forma en que usamos la tierra, principalmente para la agricultura. En este caso, una solución urgente es detener la deforestación. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero también tenemos que entender que traería muchos otros beneficios para la biodiversidad, para los ecosistemas y para muchas de las personas que viven en esos bosques.
Otro ejemplo parecido: el transporte. Hay muchas cosas que podemos hacer para abandonar los vehículos con motores de combustión interna, y no hablo solo de coches eléctricos. Podemos hacer que nuestras ciudades sean más amables para las bicicletas y los peatones, algo que tiene también muchos otros beneficios.
Muchas de las soluciones al cambio climático serían muy positivas, incluso si no existiese el cambio climático. Pueden hacer que el aire que respiremos sea más limpio, que la biodiversidad del planeta esté en buen estado, que la economía sea más fuerte y los trabajos, mejores.
En el debate de las soluciones, sí que hay quien intenta hacernos creer que va a existir esa solución mágica que va a permitirnos que todo siga igual y que continuemos quemando combustibles fósiles como sin nada. Pero, ¿existe una alternativa real a abandonar el petróleo, el gas y el carbón?
Dejar de quemar combustibles fósiles es una condición necesaria para detener el cambio climático, pero no es suficiente en sí misma. Solo dos tercios de las emisiones provienen de la quema de combustibles fósiles, tenemos que abordar también las emisiones de CO2 que provienen del uso de la tierra, las de metano que genera la ganadería o los gases que se liberan al fabricar cemento y acero, por ejemplo. Vamos a tener que deshacernos de los combustibles fósiles, está claro, pero hay muchas otras cosas que tenemos que hacer.
El 20 de agosto de 2023 el pueblo ecuatoriano está convocado a un referéndum histórico para el mundo: decidirá si la explotación petrolera debe extenderse al corazón de la selva amazónica de este país o prohibirse allí para siempre. En el Parque Nacional Yasuní, la región en cuestión, hay más especies de árboles y arbustos en una sola hectárea que en todo el continente norteamericano: existen 150 especies de anfibios, 121 de reptiles, 598 de aves, unas 204 de mamíferos y cerca de 3.100 vegetales. En 1989, fue declarado Reserva de la Biosfera por al UNESCO.
La decisión popular del 20 de agosto no atañe únicamente al futuro, sino que también implica desmontar la infraestructura petrolera que nunca se debió instalar en una parte del parque nacional Yasuní, concretamente en el Bloque 43 o ITT.
Ese mismo día también, se realiza una consulta que trata de impedir la entrada de la minería en otra Reserva de la Biosfera, la del llamado Chocó andino, en la región de Quito.