Las labores de limpieza llegan a los cultivos de arroz de la Albufera afectados por la DANA

La organización ecologista Agró organiza equipos de voluntarios para trabajar en el parque natural, lleno de basura tras las inundaciones de octubre.
Las labores de limpieza llegan a los cultivos de arroz de la Albufera afectados por la DANA
Zona de acopio de los objetos voluminosos sacados del arrozal. Foto: Amador Iranzo.

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Limpiar un campo de arroz lleno de basura se puede convertir en una búsqueda del tesoro: un tubo de crema de manos reparadora, un blíster de paracetamol o un frasco de aloe vera (con un poco de barro, eso sí). Con puntos extras por hallazgos extraordinarios. Este último domingo del año, alrededor de 40 personas participaron en el reto al sumarse a una convocatoria de la organización ecologista Agró para recuperar una zona de cultivo de arroz afectada por la DANA situada en término municipal de Massanassa, dentro del parque natural de la Albufera de València. 

“Le dimos prioridad a este campo porque había medicamentos y cosméticos arrastrados por el agua procedentes de una empresa distribuidora situada en el polígono industrial. Era urgente eliminar esos restos para evitar que pudieran dañar la tierra”, explica Lurdes Ribera, miembro de Acció Ecologista-Agró que trabaja en el Tancat de la Pipa, un antiguo espacio de arrozal situado junto al lago de la Albufera restaurado como humedal. Ribera es la encargada de coordinar el trabajo de los voluntarios de ese día y lo primero que hace es explicar el sistema de clasificación de los residuos: plástico duro, plástico blando, medicamentos y cosméticos. El tratamiento de estos últimos lo hacen a través de una empresa especializada. 

En el campo todavía quedan algunos objetos voluminosos (restos de palés, placas de madera hidrófuga utilizadas en construcción…), aunque la mayoría ya han sido retirados en jornadas de trabajo anteriores. Una de las tareas es acabar de transportar esos residuos más grandes y pesados a la zona de acopio situada junto al campo, formada ya por montones de basura. A su lado, las coles plantadas en una pequeña huerta luchan por sobrevivir. “Esta fase es más de trabajo fino, de precisión”, aclara Ribera, que agrega que ahora hay que escarbar para encontrar medicamentos: “Pero haberlos, los hay”.

El fango del arrozal está casi seco, aunque unas ligeras lluvias recientes han devuelto la humedad a algunas zonas. Los voluntarios calzan botas de agua, y quienes no tienen pueden disponer de los pares que ha traído la coordinadora de la actividad junto con otro material de trabajo como rastrillos y palas. En el suelo se puede encontrar casi cualquier cosa. Placas de pladur más o menos desechas están esparcidas por todo el campo. En una zona más alejada, trozos de cartón han quedado atrapados entre el barro cuarteado y resulta imposible quitarlo sin que se rompa. En una parte han aparecido pañales, algunos totalmente destrozados y con su interior esparcido. Más allá, una pelota de tenis. Alguien intenta descifrar el significado de los números 18 y 40, tallados en madera, encontrados sobre el terreno: “¿Un cumpleaños?”. 

Begoña Sánchez y Jesús Rodríguez son de Alicante. Hace un mes fueron a la zona afectada por la DANA a llevar muebles a unos conocidos y ahora han decidido implicarse directamente en un voluntariado medioambiental. “Hemos venido aquí porque los sitios naturales me parecen fundamentales. Veía que llegaba ayuda a los pueblos, pero no tanta a parajes como este de la Albufera”, explica Sánchez, que cuenta que descubrió la iniciativa de Agró a través de las redes sociales. “Nos hemos comprado todo el equipo: botas, guantes, así que tendremos que volver”, remacha la alicantina con una sonrisa. 

Lurdes Ribera cuenta que empezaron a organizar este voluntariado medioambiental el 23 de noviembre. La primera zona en la que actuaron fue el puerto de Catarroja. Las personas que se apuntan a la actividad proceden mayoritariamente del área metropolitana de València, aunque también de las otras provincias de la comunidad autónoma y de lugares como Huesca, Teruel o el País Vasco. «Los fines de semana pueden apuntarse entre 30 y 50 personas. Entre semana menos, entre ocho y diez», señala la miembro de Agró, que añade que empezaron haciendo salidas diarias, pero que ahora solo las hacen entre jueves y domingo porque ya no llegan a más. 

A media mañana se presenta Vicent Moncholí, el agricultor propietario del terreno. La gran mayoría de sus arrozales están en los términos de Sueca y Sollana y no resultaron afectados por la DANA. En Massanassa, aunque no tiene tanto terreno —“Este es un pueblo pequeño”, apunta Moncholí—, lo ha perdido todo. La inundación se produjo cuando el cereal ya estaba recolectado y almacenado. “Mi arroz bomba ha vuelto a la marjal”, se lamenta. No obstante, dice que la situación actual no se puede comparar con la de épocas anteriores: “Ahora tenemos seguros, ayudas… Cuando mi padre perdía una cosecha, lo primero que hacía era hacerse un agujero más en el cinturón”.

Moncholí destaca con orgullo su condición de patrono de honor de la Fundació Assut, una entidad dedicada a la conservación de los sistemas litorales y zonas húmedas. Gran conocedor y amante de la Albufera, no se cansa de explicar con detalle el ciclo de cultivo del arroz. Lamenta, eso sí, la poca sensibilidad que existe hacia este paraje natural. Aunque ya han pasado los años en los que mataderos y grandes empresas como Ford arrojaban sus desperdicios sin control en el lago, “no hay conciencia de lo que es y representa la Albufera. València no actúa como Cap i Casal, solo sabe mirarse al ombligo», denuncia Moncholí. 

Acaba la jornada y los resultados del trabajo realizado son apreciables. Los objetos más voluminosos han desaparecido completamente del campo. Carlos Gonzalo, un consultor medioambiental que está documentando en fotografía y vídeo el impacto de la DANA en la Albufera, muestra una imagen de la zona tomada poco después de las inundaciones en la que el terreno aparecía completamente cubierto de basura. Nada que ver con la situación actual. Pocos tesoros quedan ya por descubrir, lo que, en este caso, es una buena señal. 

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