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La historia tiene ribetes cinematográficos, de documental de Netflix. Una ley clave para el futuro de Europa. Un cabildeo de meses para intentar sacarla adelante. Una normativa transformada en chivo expiatorio por agricultores y por la ultraderecha. Una votación perdida hasta pocas horas antes de apretar los pulsadores. Y una ministra que, in extremis, desoye la voluntad de su Gobierno y levanta su mano para que las generaciones futuras no vivan en un continente inhóspito.
«Cuando está en juego la vida sana y feliz de las generaciones futuras se requieren decisiones audaces. Dentro de 20 o 30 años, cuando hable con mis dos sobrinas y les muestre la belleza de nuestro país y de este continente, y me pregunten: ‘¿Qué hiciste cuando todo estaba en juego? Quiero poder decirles: Traté de apoyar tanto como pude‘», justifica mientras, en su país, se desata un tsunami político por su «traición».
La escena no es ficticia. Ocurrió este lunes en Luxemburgo, en la reunión en la que los ministros y ministras de Medio Ambiente de la UE dieron el visto bueno final a la Ley de Restauración de la Naturaleza. La heroína de la historia se llama Leonore Gewessler (46 años), una activista medioambiental que gracias al auge de los partidos verdes en 2019 ―en retroceso en los comicios del pasado 9 de junio― se ganó un lugar en la colisión de gobierno de su país, Austria, liderada por los conservadores del Partido Popular (ÖVP).
Desde enero de 2020, es ministra federal de Clima, Medio Ambiente, Energía, Movilidad, Innovación y Tecnología, una cartera nueva en la historia política de Viena. «Austrian Greens’ ‘super minister’ takes the reins» («La ‘super ministra’ de los Verdes austríacos toma las riendas»), tituló Financial Times sobre su asunción en el cargo.
De 2014 a 2019, esta licenciada en Ciencias Políticas estuvo del otro lado del mostrador. Fue directora del grupo de presión y organización benéfica ambiental más grande de Austria, Global 2000. Como activista por el clima, defendió con uñas y dientes una campaña popular con la expansión de la envejecida central nuclear de Mochovce en la vecina Eslovaquia.
La ONG recogió 260.000 firmas y Gewessler golpeó varias veces la puerta del despacho del entonces canciller Sebastian Kurz (conservador) para que presionara a Bratislava y detuviera los planes de ampliación al considerar a la energía como una «tecnología peligrosa y obsoleta».
No es la primera vez que como ministra se gana enemigos por impulsar políticas ecologistas. Su primera gran pelea fue por los trenes nocturnos, un negocio en manos privadas que ella cuestionó en su plan de movilidad sostenible. Austria tiene hoy trenes nocturnos de titularidad estatal, algunos de los cuales funcionan con electricidad limpia (hidroeléctrica, solar y eólica). Gracias a esta política, Viena es un hub del tren nocturno de Europa con conexiones a Bruselas, París, Berlín, Roma y Zurich, entre otros destinos.
Gewessler también fue artífice del lanzamiento de «Klimaticket», un billete de transporte público anual subvencionado válido en toda Austria. «El objetivo es persuadir a los viajeros a que abandonen sus coches», explicó la ministra sobre el porqué de la medida.
Otro choque frontal con los conservadores de su Gobierno y con la industria automotriz ocurrió cuando, en 2021, paralizó la ampliación de varias autovías. Gewessler se interpuso en los proyectos de construcción de la firma ASFINAG, la empresa responsable de las carreteras austriacas.
La ministra fue criticada por el alcalde de Viena, Ludwig, por el gobernador de Baja Austria, Mikl-Leitner, y por las grandes empresas de este sector. «Más carreteras significan más coches. Más carreteras generan más tráfico», se defendió ante cada ataque.
El recelo de los conservadores por estas decisiones se transformó este lunes en un enfrentamiento abierto y directo con su jefe, el canciller austriaco Karl Nehammer. El domingo, veinticuatro horas antes de la votación, Gewessler convocó por sorpresa a una conferencia de prensa para anunciar su decisión: un «voto de conciencia» contrario a la decisión de su Ejecutivo.
Como cuenta el medio Político, después del anuncio, Nehammer escribió una carta al primer ministro belga, Alexander De Croo, desautorizando a su ministra. «No puede dar su consentimiento ya que no tiene derecho a comprometer a la República de Austria», aclaraba el canciller.
«Las acusaciones hechas en la carta del Canciller Federal son incorrectas y no reflejan con precisión la situación legal austriaca», replicó Gewessler en otra misiva dirigida a De Croo, en la que lamentaba haberlo involucrado «en las disputas políticas internas de Austria».
Según la legislación austriaca, las regiones federales del país deben adoptar una posición común en materia medioambiental. En caso de no haber consenso, la decisión final recae en el ministro/a.
Hasta la semana pasada, todas las regiones se oponían al proyecto de ley. Sin embargo, a última hora, Viena cambió de opinión, lo que le permitió a Gewessler un «escudo legal» para respaldar la ley.
Tras aprobarse la normativa, el canciller austríaco presentó una denuncia ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea pidiendo que se anulara la votación. En paralelo, interpuso personalmente una denuncia contra Gewessler por entender que había violado la constitución y por «abuso de poder» de su cargo. «Ha mostrado su verdadera cara con una conducta flagrante», cuestionó ante la prensa.
Nehammer descartó deshacer el Ejecutivo a pocos meses de las elecciones, pero dejó entrever que la relación con Los Verdes está rota tras la decisión de la ministra.
Consultada por este escándalo político, Gewessler insistió en la importancia de esta ley. «Estoy absolutamente convencida de que, en momentos en que hay que tomar decisiones que son desesperadamente necesarias para las generaciones futuras, hay que dar un paso al frente y actuar. Eso es lo que he hecho», respondió desde Luxemburgo.
Bendita seas, Leonore.
Hay personas como tú que a veces nos sorprendeis con una gran alegría.
Me acuerdo de otra singular persona, Greta Thumber. No se oye hablar de ella. Hay que silenciarla.