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¿Te acuerdas de los incendios de la Sierra de la Culebra? 45 días del verano de 2022 que arrasaron con un 6% de la provincia de Zamora. Aquellas imágenes nos atenazaron durante semanas, pero luego pasaron a segundo plano, como todo siempre. Pero la vida en aquel territorio arrasado seguía, claro: con sus vecinos muertos, y sus casas perdidas, y sus vacas y ovejas desaparecidas, y sus bosques devastados, y sus traumas a cuestas. Sin que los responsables políticos de la catástrofe afrontasen las consecuencias ni ofreciesen las necesarias reparaciones a esta comarca marcada por la despoblación y la desatención.
Juan Navarro García, periodista, vivió aquellos días cubriendo los incendios para El País, pero luego no volvió la mirada hacia otra parte. Los rescoldos de la culebra. Fuego y muerte en los incendios de Zamora (Libros del KO, 2024) ofrece una crónica sobrecogedora de lo que ocurrió mientras estaba vivo el fuego, pero también de las cenizas que vinieron después. Con una mirada aguda y una gran capacidad descriptiva, este libro nos lleva a los escenarios de esta historia —sean los pueblos de la Sierra o los despachos de la Junta— y, sobre todo, nos presenta a sus protagonistas, en un destilado de conversaciones que convierten a este trabajo en un relato colectivo de algo que no deberíamos olvidar.
Este libro, sobre todo en la primera parte, está articulado en torno a una serie de nombres propios. ¿Quiénes son?
Lo que yo intento en este libro, más allá de mostrar el escenario político, medioambiental y demás, es pensar en las personas. Empiezo con cuatro figuras que son muy dispares pero sintentizan muy bien cuál es el escenario rural de la actualidad, y más particularmente en un incendio. Hay un bombero, Daniel Gullón, que falleció trabajando, lo que nos da una idea de las condiciones y la falta de recursos. Un pastor, Eugenio Ratón, con todo lo que acarrea sobre la despoblación, la situación del campo y el abandono de los bosques; que además está salvando a su padre, Daniel Ratón, que nos habla sobre la demografía porque es ya mayor y que ha visto cómo todo el mundo se va yendo de la sierra. Luego tenemos a Ángel Martín, este señor de Tábara que tiene una empresita y que fallece intentando salvar al pueblo; y a Victoriano Antón, que murió mientras pastoreaba con sus ovejas en el campo. Entre todos proyectan esa idea de despoblación de una tierra sin posibilidades de recuperación o de futuro.
Otro protagonista es el propio territorio, del que va trazando un mapa a través de la descripción de distintas escenas. ¿De qué lugar estamos hablando? ¿Cómo influyen sus características en lo que pasó?
El territorio de la Sierra de la Culebra es muy particular porque comprende todos los ejes de la despoblación. Es una zona medioambientalmente preciosa, que es a su vez el elemento que nutre a las familias: ya sea el alojamiento rural, el avistamiento de lobos, la micología, la apicultura, la ganadería, la agricultura… Es un ejemplo de economía circular. Pero con muy poca gasolina exterior, muy pocas subvenciones, muy pocas inversiones. Es verdad que esto que ocurre en esta zona de Zamora es común a muchas partes de Castilla, y también de Aragón, Extremadura… Son zonas con muy pocos recursos, en los que los suelos son de mala calidad y están desprotegidos porque no hay rebaños que los limpien; en las que se conjuga la despoblación, la falta de inversiones, el envejecimiento… Con una chispa que caiga en Teruel, en Soria, en Cáceres, puede ocurrir tres cuartos de lo mismo.
«Con una chispa que caiga en Teruel, en Soria, en Cáceres, puede ocurrir tres cuartos de lo mismo».
Si algo tiene el fuego es que lo va transformando todo a su paso. Más allá de lo evidente, ¿qué supuso esta serie de incendios para esta zona?
Estos incendios fueron la estaca sobre el corazón de la Sierra de la Culebra. Le dieron la puntilla. Los jóvenes tienen ganas de quedarse, de disfrutar de su tierra, pero la situación es la que es: las carreteras son pésimas, hay muchas zonas en las que no hay cobertura, los consultorios médicos están cerrados… ¿Cómo me voy a instalar aquí si no tengo pediatra o si se me cae el wifi van a tardar días en arreglármelo? Yo quiero pensar que puede haber alguna alternativa, que se debe luchar por lo que es nuestro, pero todos estos elementos que se vuelven más intensos cuando se produce un golpe tan terrible como el de estos incendios.
Además, es un círculo vicioso, porque esos elementos hacen que cuando ocurre algo así las consecuencias sean peores, como estamos viendo ahora con la Dana.
Estuve en Valencia porque muchos bomberos de Zamora fueron a trabajar porque estaban o en paro o en vacaciones forzadas. Me pareció una historia bonita así que fui con ellos, y cuando estábamos por allí, en Catarroja o en Paiporta, y veíamos los polígonos industriales destrozados, arrasados, nos decíamos: «Joder, qué bien le vendría un polígono de estos, solo uno a Ávila, a Zamora, a Palencia, a Segovia. Dos mil empleos, cuarenta empresas… Y aquí tienen setecientos». La gente decía: «Que no se olvide esto». Y nosotros decíamos: «Bueno, aquí sois mucha gente y generáis dinero, con lo cual será más complicado que esto se abandone». No se trata de competir en desigualdad, pero ¿a quién le importa Zamora si da tres diputados para el Congreso y, además, no tiene a la Seat ni a Zara?
«¿A quién le importa Zamora si da tres diputados para el Congreso y además no tiene a la Seat ni a Zara?»
Estos incendios también tienen un componente medioambiental y climático. En el libro explica que se consideran de «sexta generación», un nuevo tipo que tiene que ver con condiciones extremas de calor.
Yo me enfado mucho porque me parece ridículo que no se vea que el cambio climático está sobre nosotros. Yo tengo 31 años, soy de Valladolid, estamos a mediados de diciembre y no ha helado. Cuando yo era chaval helaba desde octubre tranquilamente. En esa zona de Zamora, antes hacía calor todo el día, sí, pero luego la temperatura te bajaba diez o doce grados por la noche. Los incendios de sexta generación, las tormentas tropicales, las Danas… Son cosas que hace veinte años no teníamos. Hay un pasaje del libro que para mí es durísimo, aunque es el único que es virtual. Es el vídeo de un ganadero que falleció y que cuatro meses antes está narrando cómo va a morir, la secuencia de factores que van a desencadenar su muerte. Dice: el regato baja sin agua, el bosque está tan sucio que mis animales no pueden ni pasar, está todo sequísimo y estamos en marzo, tiene mala pinta para verano… Esa alianza es la que luego le mata.
Y por todo eso, nadie responde. Hay otros nombres propios en esta historia, que son los de los responsables políticos. Recorre esos despachos, tiene esas conversaciones. ¿Qué se encuentra?
Lo primero que hay que preguntarse es quién tiene competencias en qué. Las competencias de gestión forestal son de las comunidades autónomas. ¿Quién gobierna aquí? El PP desde 1987. Pero vamos a comparar cuánto invierte Castilla y León en el ámbito forestal, que son 18 euros por hectárea, con otras comunidades que también son del PP: Andalucía invierte 66 y Galicia 89. Yo entiendo el desafecto. Luego pasa, por ejemplo, que se ponen a hacer dos conciertos para que dejen algo de dinero para la gente, y se monta el circo que se montó. O que venden no sé cuántos tickets para un sorteo y eso deja 250 euros, que da para una merendola. Pues entiendo que el agraviado diga: ¿Qué está pasando aquí? Yo no estoy para dar lecciones o señalar, pero lo que sí pretendo es que con todos los elementos en la mesa, quien lee pueda decir: esto estuvo mal, o esto fue un desastre, o esto es un pitorreo, o esto está bien. Cada cual que saque su conclusión.
¿Ha habido reparaciones a día de hoy?
Es verdad que la Junta ha aumentado el presupuesto anual para la gestión forestal. Ahora bien, ¿cómo? Los bomberos siguen siendo subcontratas, que claro, van al céntimo y hacen que sus condiciones sean peores. No ha habido más formación. La gente más capacitada y válida se va en cuanto puede de los retenes. Se va a opositar, se va a otra Comunidad, porque les pagan 1.200 euros escasos. Daniel Gullón cuando falleció tenía 62 años y estaba a pie de fuego con un contrato temporal. Estas cosas siguen pasando. Ha habido cierta inversión, hay que reconocerlo, pero hay que ver qué da de sí. Luego está también la capacidad de olvido que tenemos. Cuando vas por allí, te encuentras con que alguna gente es más beligerante que otra, pero se ve sobre todo una resignación galopante: sucedió esto, la catástrofe, qué pena, pero ya está.
Y fuera de allí, más. «La secuencia impacta a la audiencia por unas horas antes de ser olvidado entre el carrusel de fatalidades bombardeadas desde el televisor o en las redes», escribe. Durante unos días ese verano vimos estas imágenes pero luego el foco se movió.
Sí, los dichosos focos de siempre. En función de la capacidad que tengas de atraer atención, claro. Imagínate que esto ocurre en Madrid, tendríamos para veinticinco años. Pero lo que ocurre en una tierra pequeña por ahí, con pocos habitantes, que no da casi diputados… Pero también hay que preguntarse cuánta gente hay en los medios que sea de fuera de Madrid y Barcelona. Porque igual si llega a los medios el hijo de un ganadero de Salamanca, o de Zamora o de Teruel, pues tiene otro punto de vista. Si no, el debate acaba viciado en manos de ciertas élites.
Y cuando llega la población, como yo vengo observando (procedo del medio rural), los que llegan son especuladores, destructores, gente que sólo quiere sacar provecho del territorio y enriquecerse. Si ha de venir esta clase de gente yo casi prefiero que estén despoblados.
Pues que te voy a decir yo, Juán, que nací en el 47, de los inviernos que yo viví. Y los manantiales y los barrancos, que dejaban aquellos inviernos de nieve, hielo y frío hasta bien entrado el verano. Tampoco se conocían estos vientos huracanados que tronchan enormes árboles y lo secan todo, ni se había visto que incluso en pleno invierno, el sol te queme la piel. Cuando la gente dice que son ciclos yo también me enfado.