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En septiembre de 2023, los vecinos y vecinas de Metamórfosi, en la región griega de Tesalia, un pequeño pueblo de agricultores de algodón, sufrieron lo que hoy padecen los habitantes de Sedaví, Paiporta, Catarroja o Aldaia, todos en València. Una DANA con una violencia inusual provocó una inundación que arrasó con todo a su paso: casas, cosechas, vehículos, muebles, recuerdos.
Nadie en el pueblo, ni siquiera los ancianos, recordaba una lluvia torrencial como la que azotó a esa zona del país aquellos días de finales de verano. La tormenta Daniel descargó más de 500 litros de agua por metro cuadrado en la región. En dos días llovió lo mismo que cae en Inglaterra en un año, uno de los países más lluviosos de Europa.
Las fuertes precipitaciones dejaron 17 muertos en todo el país, dos de ellos en Metamórfosi: un hombre y su madre que los bomberos encontraron ahogados en su casa. En total, el Servicio Helénico de Bomberos recibió 10.546 llamadas de auxilio, una cifra récord. Se llevaron a cabo 3.576 operaciones de rescate, de las cuales 807 fueron aéreas, en su mayoría de gente atrapada en tejados.
Antes, cuando el ser humano no había saturado la atmósfera de gases de efecto invernadero, en Tesalia, un evento extremo como la gota fría del año pasado ocurría cada medio siglo, explica Efthymios Lekkas, profesor de Geología Aplicada Tectónica Dinámica y Gestión de Desastres de la Universidad de Atenas.
La de 2023 fue la tercera inundación en Metamórfosi en lo que va de siglo. El pueblo está expuesto al agua por su ubicación, rodeado de ríos y de afluentes, y por estar en el punto más bajo de toda una extensa llanura.
Tras el desastre, casi todos los vecinos y vecinas se mudaron a casas de familiares o alquilaron viviendas en pueblos cercanos. Un grupo, en representación de los 240 habitantes del pueblo, pidió una reunión con el alcalde. La catarsis –cosechas y hogares destruidos– dio paso a una petición: una gestión al más alto nivel político, con el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, para reubicar al pueblo en terrenos menos inundables.
En los años 1960 y 1970, el país realizó varios traslados planificados, financiados por el Estado, con las comunidades rurales montañosas amenazadas por los deslizamientos de tierra. Los vecinos de Metamórfosi exigieron en aquella reunión un plan similar para ellos. El argumento no era caprichoso. Tenía el respaldo de una literatura científica que coincide que el Mediterráneo, por el cambio climático, sufrirá eventos extremos como la tormenta Daniel con mayor frecuencia y mayor intensidad.
Semanas más tarde, el primer ministró visitó el pueblo para escuchar la petición de sus habitantes. El dirigente se volvió a Atenas con un estudio del departamento de ingeniería civil del municipio que citaba «inundaciones repetidas» para los próximos años por su geomorfología y por la nueva realidad climática.
Con el aval político, el vecindario realizó en noviembre un referéndum –una votación en el bar del pueblo– sobre la reubicación. Se propuso, con el visto bueno de técnicos e ingenieros, construir nuevas casas en el pueblo de Palamas, a unos 8 kilómetros de distancia, en terrenos municipales.
La otra propuesta que se votó fue la de quedarse y confiar en las promesas del Gobierno nacional de realizar varios proyectos de infraestructuras para reducir el impacto de las inundaciones, una opción lejana –las obras tardarían años en finalizarse– y mucho más costosa que el traslado.
La propuesta número uno, la de la mudanza, obtuvo la mayoría de las papeletas. Una periodista de la agencia Reuters cubrió el referéndum. Habló con varios de los vecinos, entre ellos, Thanasis Tsoukalas, un agricultor de 55 años: “No veo otra alternativa que reubicarnos. Aquí nos criamos, aquí nacimos, aquí están las tumbas de nuestros padres, es nuestro pueblo. Pero la seguridad es lo primero. No se puede vivir con esta inseguridad todo el tiempo», explicó.
El plan ya está en marcha. Las nuevas casas se están construyendo. El pueblo conservará su nombre, que, paradójicamente, significa «transformación« en griego. Se espera que la mudanza se concrete a mediados de 2025.
Migrantes climáticos
Una vez trasladados, los habitantes de Metamórfosi pasarán a integrar la lista de migrantes climáticos. De acuerdo con la definición de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se trata del “traslado de una persona o grupos de personas que, predominantemente por cambios repentinos o progresivos en el entorno debido a los efectos del cambio climático, están obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual, u optan por hacerlo, ya sea de forma temporal o permanente, dentro de un Estado o cruzando una frontera internacional”.
Según la ONU, en un mundo afectado por el cambio climático, las migraciones ambientales están alcanzando proporciones “sin precedentes”, lo que se traduce en el desplazamiento forzado de millones de personas.
En 2022, 32,6 millones de personas se vieron obligadas a desplazarse por desastres naturales, superando en un 41% el promedio de los últimos diez años, según el Portal de Datos Mundiales sobre la Migración.
Meses atrás, en junio, las 300 familias de la isla Gardi Sugdub, frente a Panamá, emigraron a tierra firme ante la amenaza de la subida del mar. Fueron trasladados por el Gobierno a unas casas construidas en una nueva barriada, próxima a la costa. Se trató de la primera mudanza climática organizada y financiada por un Estado en Latinoamérica.
En paralelo a la reubicación, el Gobierno de Panamá, con ayuda de científicos y especialistas –entre ellos técnicos del Instituto de Hidráulica Ambiental de la Universidad de Cantabria– realizó un estudio para identificar todos los impactos del ascenso del nivel del mar.
La investigación arrojó que Panamá perderá el 2,01% de su superficie para 2050 y que un total de 63 comunidades –casi 38.000 habitantes– tendrán que ser trasladadas a medio plazo por “riesgo de hundimiento”.
Ligia Castro, exdirectora de Cambio Climático del Ministerio de Ambiente –en julio hubo cambio de gobierno–, la funcionaria que coordinó el traslado la isla Gardi Sugdub, explica: “Todas las costas del mundo van a estar afectadas por la subida del mar en diferentes velocidades”. Lo que está haciendo Panamá –dice– es anticiparse a los impactos ganando tiempo con “gobernanza climática”.
“Tener un diagnóstico, saber con exactitud qué terrenos van a quedar bajo el agua en las próximas décadas es fundamental para adoptar medidas de adaptación”, concluye.