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El primer paso es sufrir una DANA, o un desastre climático en general. Esto no tendría por qué ser requisito, y de hecho te recomiendo mucho que empieces antes. Sabes seguro que la emergencia climática golpeará también en tu barrio, antes o después, y si te preparas de antemano te irá objetivamente mejor. Pero bueno, supongamos que tu caso es como el mío, y en mi caso el primer paso podríamos ponerlo ahí, en la DANA.
El segundo paso sería dar y recibir ayuda mutua en cantidades conmovedoras, abrumadoras, que te cambian la vida. Esto en realidad podríamos considerar que es parte del primer paso, porque ocurre en todos los desastres. Si quieres leer explicaciones de varios ejemplos históricos te recomiendo Un Paraíso en el Infierno, de Rebecca Solnit. Si prefieres la ficción, La Parábola del Sembrador, de Octavia Butler, parece algo distópico, pero la gestión por parte de la protagonista de un cambio brutal e inimaginable, pero en cierta medida previsible, es tremendamente inspirador y reconfortante en situaciones como esta.

Vale, entonces, segundo paso: darte cuenta de que han pasado un par de meses y no te has asociado aún a nada. Hay mucha ayuda mutua, y participas de ella, dándola y recibiéndola, pero ¿no se ha montado ninguna asociación nueva para esto? ¡Ay, mira, hay una asociación de damnificados por la DANA en tu zona! Dicen algo de pedir cuentas en los tribunales a los (i)rresponsables. Vale, pues te asocias y pones dinero para abogados, porque hace falta intentarlo todo. Estamos en el momento de decir sí a todo, y de movilizar todos los recursos. Si quedan ahorros en el banco, no tiene sentido guardarlos “por si hay una emergencia”: la emergencia es esto, y te estás jugando el futuro.
Tercer paso, te llegan, de gente afín, convocatorias a reuniones de algo llamado “Comités Locales de Emergencia y Reconstrucción”, que pintan muy bien. Justo en tu pueblo no hay, ¡vaya! Y tampoco conoces a mucha gente activista en tu área ni estás realmente en lo que llaman tejido social. Pero hay también una convocatoria intercomités, el lunes. Te acercas. Cuentan un poco lo que están haciendo. Recuerdan que aún estamos en emergencia, especialmente para la gente que aún no tiene solución habitacional, y para quienes quienes por movilidad reducida no pueden salir de casa porque llevan 3 meses sin ascensor. Más la crisis de salud mental que hay en toda la zona. Y todo lo económico, claro. Hablan también de que la dignidad incluye participar en la toma de las decisiones que más te afectan, y que nos toca presionar para poder sentarnos a la mesa donde se tomen esas decisiones, o nos encontraremos con abusos, turistificación y miseria. Dicen que en un par de días es la primera rueda de prensa y la presentación pública de los comités, y que es importante llenar el espacio en el que se ha convocado. Decides ir.
Cuarto paso, la presentación pública, el miércoles. Acto muy conmovedor, muy potente, hay lágrimas además de aplausos. Te da la impresión de que estos comités de emergencia y reconstrucción van a seguir fortaleciéndose, extendiéndose, y articulando la respuesta ciudadana a esta crisis, en las próximas semanas, meses, quizá años. Desde las respuestas más inmediatas a lo que queda de emergencia, a la participación en (y supervisión de) la reconstrucción, a sentarse a la mesa de decidir el futuro de nuestras comunidades y de nuestra sociedad. Y será mucho trabajo, pero muy necesario, porque por el otro lado el plan también está ya en marcha, y es aprovechar para el saqueo.

El esquema es predecible y lo conocemos de otras crisis, en otros países: respuesta solidaria desde abajo, concentración de poder y de capital desde arriba. Y dependiendo de la correlación de fuerzas, acabaremos en un punto o en otro del amplio abanico de lo posible. Urge hacernos fuertes. Urge implicarse en el presente para construir un futuro, necesariamente distinto. No ‘volver a la normalidad’, en el sentido de que la normalidad del cambio climático y de la negligencia urbanística es lo que nos ha traído aquí. Hay que, desde la economía social, reconstruir algo distinto, que no deje atrás los derechos fundamentales de nadie, y que nos prepare para lo siguiente que nos venga. Al final del acto, te haces con el contacto de uno de los organizadores mejor conectados, le expresas que en tu pueblo aún no hay ni comité ni grupo promotor, y el interés que tienes en ayudar a montarlo.
Quinto paso, el jueves: pleno de tu Ayuntamiento. Intentas asistir, pero no se cabe. Te vas a comprar víveres para la cena a un comercio de migrantes en el que nunca habías entrado hasta que, en las semanas posteriores a la DANA, te dieron lo que pediste, gratis y con cariño. En el grupo de la querella que ya ha interpuesto la asociación de afectados por la DANA comentas que no has podido entrar en el pleno. Cuando ya estás en casa cenando, te llama una vecina del pueblo a la que no conoces, que también está en la asociación, que sí ha estado en el pleno. Aún no habláis de comités ni de nada, es solo una primera toma de contacto.
Sexto paso, el sábado: la cuarta mani. Con toda la lluvia, que para la gente del norte no es nada pero que a los valencianos siempre nos para muchísimo. Igualmente, acudes, junto con otras veinitipicomil personas. Acude también la vecina de la asociación, con familia y amistades. Le comentas que quieres montar al menos un grupo promotor de cara a un comité de emergencia y reconstrucción. Te enteras de que ella está en lo mismo y que ya ha juntado a unas cuantas personas pero no tienen claro por dónde seguir. Quedáis en los siguientes pasos: que en los siguientes días abriréis grupo para estar en contacto todas las personas interesadas, que quedaréis con el organizador al que conociste hace unos días para que os explique cómo lo están haciendo en otros pueblos. Y, seguramente en una semana o dos se convocará una asamblea abierta para ver si se une alguien más, y a partir de ahí seguir tejiendo, y seguir reconstruyendo.