Etiquetas:
En la puerta del Mercado de la Ribera, en Bilbao, una pegatina en el suelo anuncia que el inmueble funciona como «refugio climático». Se trata de uno de los 65 espacios interiores que la ciudad vasca considera como tal y que, durante el verano, sirven a vecinos y turistas para salvaguardarse de las altas temperaturas.
Precisamente, los refugios climáticos son el tema abordado por Ana Terra Amorim-Maia en su ponencia de La Uni Climática V. Esta ingeniera ambiental, doctorada en Ciencia y Tecnología Ambientales, explica qué son estos espacios, cómo han surgido y qué deberían ofrecer, además de señalar malas prácticas de refugios. Asimismo, la investigadora expone que las ciudades, por su configuración y su alta densidad de población, se encuentran muy expuestas a la subida de temperaturas, lo que supone un riesgo para vecinos y vecinas.
Ante esto, las instituciones han optado por crear refugios climáticos como medida de adaptación ante las altas temperaturas (y, poco a poco, también ante las bajas temperaturas). “Mi definición de refugio climático es que debería ser un espacio público que brinda confort térmico en situaciones de calor extremo o frío extremo, mientras mantiene su uso habitual. Por ejemplo, […] pueden ser refugios interiores, que serían bibliotecas o centros cívicos, o exteriores, como parques e incluso interiores de manzanas”, explica Terra Amorim-Maia durante su clase.
Este tipo de espacios están pensados, principalmente, para personas que son “excepcionalmente vulnerables” a las altas y bajas temperaturas, es decir, adultos mayores, bebés o niños pequeños y mujeres embarazadas, así como personas con enfermedades crónicas de carácter respiratorio o cardiovascular, entre otros. Pero los refugios climáticos también están dirigidos a personas de bajos ingresos o en situación de pobreza energética “que no tienen los medios para mantener el aire acondicionado o sistemas de calefacción en sus habitaciones” o cualquier otra persona que lo necesite.
El concepto nació a raíz de los Cooling Spaces estadounidenses y australianos, espacios públicos o privados que disponen de aire acondicionado y que permiten refugiarse de los efectos adversos de los fenómenos climáticos extremos como las olas de calor. “Aquí en España, a finales de 2019 y principios del 2020, se empezaron los primeros proyectos piloto de refugios climáticos. Pero la diferencia es que en vez de utilizar espacios como canchas deportivas o estadios, como en Australia y en Estados Unidos, aquí lo que se hizo fue utilizar, por ejemplo, bibliotecas, centros cívicos, museos y escuelas que son adaptados para convertirse en refugios climáticos mientras mantienen su uso habitual”, explica Ana Terra.
Características de un refugio climático
Para poder ser considerado como tal, la investigadora enumera una serie de características que deben cumplir este tipo de espacios. “Primero de todo, frescor o confort térmico”, apunta la especialista en Ciencia y Tecnología Ambientales, que cifra la temperatura entre 26 y 27 ºC la temperatura óptima. En caso de tratarse de lugares al aire libre, como parques o plazas, la sombra es un elemento indispensable, principalmente natural a través de árboles (o, en su defecto, con toldos y marquesinas). “También deberían ofrecer agua con fuentes de agua potable”, además de zonas de descanso con “asientos cómodos” y actividades de entretenimiento o alternativas como facilitar revistas o televisión para permitir que las personas que hacen uso de los refugios “no estén mirando a la pared”.
La especialista también ofrece ejemplos de “malas prácticas y errores”. Como Investigadora postdoctoral del Basque Center for Climate Change (BC3), Terra Amorim-Maia utiliza el caso de la estación de funicular de Archanda, en Bilbao, catalogada como refugio climático: “Pero no tiene asientos, no tiene zonas de descanso, no creo que ofrezca agua. Sí que tiene sombra, pero para mí esto no es suficiente para ser considerado un refugio climático”, argumenta.
Sin embargo, el principal problema actual de los refugios climáticos es la falta de conocimiento por parte de la mayoría de la ciudadanía. Según una encuesta realizada por la propia Ana Terra, el 85% de los vecinos de La Prosperitat, en Barcelona, desconocían la red de refugios, por lo que la especialista pide más “medidas de educación y de comunicación para que la gente sepa sobre estos espacios y para que la gente también sepa sobre los peligros del calor extremo y qué hacer para hacer frente al calor extremo”.
Si quieres disfrutar de la ponencia íntegra de Ana Terra Amorim-Maia en La Uni Climática V, matricúlate antes del 31 de agosto y disfruta de una suscripción gratuita de dos meses a Filmin.