Sembrando en el desierto (1): una pequeña revolución verde en el Sáhara

Hace medio siglo se produjo la expulsión de la población saharaui de sus tierras junto al oceáno Atlántico. De ser gentes libres y nómadas, se vieron forzadas a vivir como refugiadas en el exilio. Hoy, las mujeres saharauis hacen posible lo impensable: reverdecer el desierto con huertos.
Sembrando en el desierto (1): una pequeña revolución verde en el Sáhara
Los campamentos saharauis están viviendo una revolución cultural con la expansión de los huertos agroecológicos. Foto: David Segarra.

Climática inicia una serie de tres artículos desde los campamentos de personas refugiadas saharauis. Queremos explicar la pequeña revolución verde que unas mujeres están llevando a cabo en las más difíciles condiciones: crear una red de huertos en el desierto.

Sáhara significa desierto en árabe. Saharaui es el habitante del desierto. Por eso hoy se denomina saharauis a las personas del Sáhara Occidental. Tanto a aquellas que permanecen bajo dominio marroquí como a las que viven refugiadas en Argelia. Sin embargo, hay que saber que el desierto no es sólo arena y desolación. El Sáhara es también agua, es el océano Atlántico que baña sus interminables costas, son las lluvias ocasionales que causan inundaciones. Y lo son también las nubes y los pastos verdes que persiguen algunas familias para sus rebaños. Según diversos estudios científicos, hace milenios esta dura tierra fue una sabana de abundantes precipitaciones. Como recordatorio de aquello han quedado las tallas de jirafas y vacas grabadas en las rocas.

Actualmente, la mitad de la población refugiada saharaui vive lejos del mar, en la hamada argelina, meseta desértica y rocosa de temperaturas extremas. Allá, bajo la arena y la piedra, permanecen los acuíferos fósiles. Aguas nacidas en un pasado remoto. Cuando el porvenir se presenta más precario que nunca, un archipiélago de pequeños oasis está naciendo. En el Sáhara también hay vida para quien la busca. Para quien sabe cuidarla.

Recuerdo un cartel que leí hace unos años en el campamento saharaui de Smara: «Aquí no crecen árboles y plantas, pero florecen personas». Se refería poéticamente al alto nivel educativo que la población refugiada había logrado en un entorno tan hostil. La paradoja es que ahora sí que hay plantas y árboles creciendo y floreciendo, gracias a estas mismas personas.

Mientras que en Gaza, València y Orán la agricultura existe desde hace milenios, las culturas saharauis son histórica y antropológicamente nómadas y ganaderas. Su patria ha sido móvil, desde los poblados junto al océano, a los pastos y oasis en tierras hoy de Mauritania, Marruecos, Argelia o la República Saharaui. Que una sociedad sin tradición agrícola, y obligada a vivir en un desierto rocoso, inicie una revolución campesina parece una utopía. Es lógico pensar eso. Pero partimos de que ya se ha hecho. De que no es un futuro posible, sino un presente tangible. Tanto como la ensalada que preparamos con cebolla tierna, tomate, lechuga, espinacas, zanahorias y remolachas. Confieso que me cuesta reconocerlo, pero sabe igual o mejor que la que compro a mis amigos campesinos de la huerta valenciana. ¿Cómo un puñado de mujeres del desierto han logrado esto en unos pocos años?

En la Maktaba Alhamra, o Biblioteca Alhambra en castellano, de El Aiuún, me prestan el libro Poetas y Poesía del Sáhara Occidental. Y es que para empezar a entender el alma de una sociedad hay que leer a los poetas de la tierra. A los poetas y a los ingenieros, que no sólo de versos vive el hombre. Taleb Brahim es ingeniero agrónomo en el Ministerio de Desarrollo Económico saharaui, y en un texto de 2016 explicaba cómo la población refugiada había quedado atrapada en la dependencia de la ayuda alimentaria internacional. Y cómo después de años de avances, la salud había vuelto a empeorar, generalizándose la anemia y otras patologías.

Por esta razón, se impulsó la creación de huertos nacionales, regionales y familiares. Para enfrentar el desafío sanitario y económico, pero también el más crucial: el reto de la autosuficiencia. En apenas veinte años, centenares de huertos se han puerto en marcha. En una tierra barrida por tormentas de arena, y que llega a los cincuenta grados en verano. ¿Pero cuántos han prosperado? ¿Y cómo se practica la agricultura en un desierto?

El primer día que salimos a conocer a las coordinadoras de los huertos familiares, veo un pajarito blanco y negro. Es el resistente bubisher, de la raíz árabe bushra, buenos augurios. La primera clave a tener en cuenta es que la gran mayoría de huertos son dirigidos y trabajados por mujeres. La formación y el acompañamiento de muchos de ellos lo realiza la ONG Centro de Estudios Rurales y de Agricultura Internacional (CERAI) con sede en Catarroja, en la Albufera de València. Y no hay cierta ironía o reencuentro histórico en todo ello. Como la historia nos enseña, la agricultura de huerto y de oasis llegó a la península Ibérica y al Magreb a través de los árabes del Levante Mediterráneo. Y hoy, ese mismo vínculo se renueva.

La ciencia moderna confirma y ayuda a hacer más eficiente el conocimiento que salió de Fenicia, Egipto y Mesopotamia hace milenios. Las campesinas saharauis heredan y renuevan la tradición y la ciencia agrícola. Ghalia, Kafia, Muna, Adiba y Yamila se reúnen tomando notas con sus teléfonos móviles, mientras comparten pastas, frutos secos, zumos y té con menta. Esta mañana se reparte agua del pozo bendito de Zamzam, venida de La Meca. Parece ser que la tecnología, el trabajo, la hospitalidad y la espiritualidad en el Sáhara se complementan.

Hasta veintitrés tipos de semillas se distribuyen para la siembra: perejil, lechuga, nabo, remolacha, calabacín, zanahoria, acelga, guisante, tomate, cebolla, espinaca, ajo, sandía o melón, entre otras. Pero claro, un huerto también necesita polinizadores, flores, hierbas medicinales y aromáticas para el té y para la botica. Un estudio propio merecería la etnobotánica saharaui, como comprobaremos al final del trabajo.

En el perímetro se plantan palmeras, higueras, granados, moringa y olivos. Además de árboles propios del desierto como las acacias, en sus variedades argelina y saharaui. Porque no hay huerta tradicional que pueda sobrevivir sin sombra. Todo ello se trabaja desde criterios agroecológicos, sin fertilizantes químicos y pesticidas que podrían generar dependencia, nuevas enfermedades, o contaminar los acuíferos. Por eso no me sorprendo cuando veo entre las hojas una mariquita, signo de salud y autorregulación. Es por eso que la presencia de animales como gallinas y cabras, y hasta camellos, es beneficiosa y necesaria en la creación de los huertos-oasis. Esto es resultado del modelo agrario, los análisis, las prácticas y las evaluaciones llevadas a cabo durante años, como se refleja en el plan estratégico para la población refugiada saharaui 2020-2024.

Celia Climent, Vega Díez y Laia Pons, tras años de experiencia en CERAI, escriben que entre 2010 y 2021 ya se habían desarrollado 320 huertos familiares coordinados por mujeres. Entre los huertos nacionales, regionales, institucionales, familiares y muchos otros espontáneos, es posible que se haya llegado ya al millar. La revolución verde es pequeña, humilde y frágil, pero es una revolución.

En el Sáhara se criaba el ganado,

tras la lluvia se sembraban los valles

y los pozos se cavaban en el Sáhara.

Sobre las piedras todo quedó tallado.

Bunana Uld Abdelhay

Textos y fotografías realizados por David Segarra con el apoyo del equipo de CERAI, formado por Víctor Martínez, Zahraa Ahmed Elkheir, Saúl Reyes, Sidahmed Mohamed-Islem, Mahmud Abeid, Jalil Mahmud Lehbib y Vega Díez.

Esta iniciativa es parte del programa CONTRAST de la Coordinadora Valenciana de ONGD, financiado por la Generalitat Valenciana, Caixa Popular y la Diputación de València
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  1. Vida sencilla y natural.
    Al vivir con más calma y tener más tiempo para pensar seguramente son gente más sabia y plena interiormente que la mayoría de nosotrxs, los occidentales.
    Como dicen los sabios orientales: ¡hombre, hacia donde corres, si el viaje es hacia tí mismo!. Saber simplificar es una ciencia.

    El reino de España, si tiene conciencia, debe sentir un gran malestar con su actitud tan desleal e indigna con el Pueblo Saharaui, su antigua colonia.
    En lugar de pedirle perdón se desentendió de ella dejándola a merced del autoritario, tirano y déspota rey marroquí, el «querido hermano» del Borbón.
    Y ésto va de mal en peor para el Pueblo Saharaui por parte de las autoridades marroquies y españolas.
    España sabrá por qué se pliega a las ilegítimas aspiraciones sobre el Sáhara por parte de Marruecos. No sólo se pliega sino que va a favor de Marruecos.
    Una injusticia más, como hay pocas….

    ———————————
    Manuel Medina, Canarias Semanal:
    Como hemos venido advirtiendo en este mismo medio en el curso de los últimos años, desde que se produjo la normalización de relaciones entre Marruecos e Israel en diciembre de 2020 la región del Sáhara Occidental se ha convertido en un foco de creciente actividad militar, económica y cultural, marcada por la presencia activa del Estado israelí.
    Estos cambios no son, como podrá constatarse más adelante, un asunto menor. Detrás de las cifras de inversión y cooperación técnica se esconde todo un entramado estratégico que podría tener profundas repercusiones más allá del Magreb.
    Con el Archipiélago canario a apenas 100 kilómetros de distancia de algunas zonas militarizadas del Sáhara, la cuestión adquiere unas dimensiones que no deberían ser ignoradas ni por los canarios, ni tampoco por España. La dimensión más preocupante de la presencia israelí en el Sáhara Occidental es, sin duda, la militar. La cooperación entre Tel Aviv y Rabat se ha terminado traduciendo en la presencia de entrenadores, técnicos y asesores militares israelíes operando en el terreno.
    Se sospecha, además, que Israel está construyendo una base de espionaje en la estrecha franja atlántica entre El Guerguerat y La Güera, un enclave geoestratégico con vistas al Océano Atlántico y a las rutas marítimas próximas al Archipiélago canario.
    Además, Israel está colaborando activamente en el despliegue y mantenimiento de sistemas de defensa como los misiles SPYDER y Barak. Incluso se ha confirmado la fabricación y pruebas de drones de combate en suelo saharaui ocupado, incluyendo modelos como el WonderB, ThunderB, Heron y el dron suicida SpyX, algunos de los cuales han sido avistados en regiones cercanas al muro militar marroquí. Todos estos dispositivos no solo amplían el alcance táctico de Marruecos, sino que también introducen un nuevo nivel de sofisticación bélica en una región en disputa.
    La cooperación no se limita al plano militar. Empresas israelíes están desplegando una estrategia intensiva de inversión en el Sáhara Occidental, centrada en sectores estratégicos como la agricultura, las energías renovables y la industria alimentaria.
    La firma Halman Al-Dubi Technologies, por ejemplo, ha iniciado operaciones en proyectos de tecnología agroalimentaria, al tiempo que las autoridades de ocupación marroquíes han confiscado miles de hectáreas a propietarios saharauis para destinarlas a megaproyectos agrícolas.
    Paralelamente, NewMed Energy —empresa pública israelí— ha puesto en marcha la exploración de gas natural frente a la costa saharaui, en un área marítima de 34.000 kilómetros cuadrados, que se superpone con aguas disputadas entre Marruecos y el Estado saharaui. Esta concesión, otorgada por Rabat, sin ninguna legitimidad internacional, se sitúa peligrosamente cerca de las aguas canarias, generando preocupación por sus posibles efectos ambientales y geoestratégicos…….
    https://canarias-semanal.org/art/37520/israel-y-marruecos-una-alianza-que-reconfigura-geopoliticamente-el-triangulo-marruecos-sahara-canarias

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