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La inacción climática no ocurre porque sí. Detrás de la falta de movilización, hay una serie de estrategias que bloquean o retardan políticas. Deliberadamente. Por primera vez, un libro documenta todas ellas: el Climate Obstruction Across Europe, coordinado por la Red de Ciencias Sociales del Clima (CSSN por sus siglas en inglés), de la Universidad de Brown, analiza casos de negacionismo y retardismo climático, greenwashing y la creación de guerras culturales alrededor de la crisis climática en 11 países. España es uno de ellos. En su capítulo, VOX aparece como el actor clave en la difusión de los bulos.
«En cada país, la red de la industria de los combustibles fósiles socava los ecosistemas de información cruciales para la democracia, inclinando a los gobiernos hacia los intereses corporativos en detrimento de los ciudadanos», defiende la publicación. Para ello, en cada país se usan unas tácticas concretas. El libro, por ejemplo, analiza el negacionismo en Italia y en la República Checa, mientras que en Países Bajos destaca el greenwashing, con Shell en el epicentro.
En España, tenemos activamente a VOX (y, en menor medida, también se menciona al Partido Popular) con distintas estrategias que se aprovechan de la politización del cambio climático. Crear guerras culturales, incluso en torno al consumo de carne, y socavar la evidencia científica son dos de sus especialidades.
Los autores de este capítulo, José Antonio Moreno y Núria Almiron, recuerdan, por ejemplo, que el partido ultraderechista presionó para que España abandonara el Acuerdo de París y recibiera una exención de la Ley de Cambio Climático en las elecciones nacionales de julio de 2023.
Para España, el mayor reto, según la publicación, es el de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero no energéticas, sobre todo las del transporte, el turismo y la alimentación, porque implican «importantes intereses empresariales y posturas ideológicas arraigadas». La cuestión de la carne es el principal foco de las guerras culturales extendidas por la ultraderecha.
«España es el país de la UE con mayor consumo de carne per cápita y el sector es responsable del 70% de las Emisiones agrícolas nacionales», explica el libro. «Aunque el consumo de carne ha ido disminuyendo lentamente en España desde 2008 (excepto en 2020), la industria cárnica ha presionado para contrarrestar la imagen cada vez más negativa de los productos cárnicos, difundiendo un contradiscurso para socavar las pruebas científicas que relacionan el consumo de carne con problemas de salud y climáticos».
Cuesta olvidar, por ejemplo, cuando en 2021 el entonces ministro de Consumo Alberto Garzón publicó un vídeo apoyando la reducción del consumo de carne, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se mofó de la campaña diciendo que «un chuletón al punto es imbatible». En aquel momento, las asociaciones de la industria intentaron distorsionar el debate», denuncia la publicación.
Un año antes, España había sido duramente criticada por la campaña Orgullosos de la carne de vacuno de la UE, que recibió más de 2 millones de euros del lobby español para fomentar el consumo de carne roja. También lo hizo el sector porcino, que lanzó campañas similares con fondos públicos millonarios. «Además, los lobbies cárnicos Provacuno e Interporc demandaron a una empresa de alimentación vegana y la obligaron a retirar una campaña de 'hamburguesas' veganas que ponía de manifiesto el impacto medioambiental de la carne», recuerda también el texto.
Otra de las estrategias que destacan en España es la de redirigir la responsabilidad, algo que comparte con Reino Unido, Suecia e Italia. El CSSN pone como ejemplo el proyecto que puso en marcha Repsol en 2022: la calculadora de huella de carbono Motor Verde, que permite a los ciudadanos calcular y compensar sus emisiones pagando por proyectos de reforestación.
Asimismo, tanto en España como en Suecia y en Países Bajos, se observan pautas que vislumbran una influencia de Estados Unidos a través de la presencia de think tanks conservadores.
Resurge el negacionismo e impera el 'greenwashing'
A pesar de que el old denial (o negacionismo) se produce con menos frecuencia que antes ―porque ha dado paso a formas más sutiles de obstrucción climática―, lo cierto es que ha resurgido en algunos países. Es el caso, por ejemplo de Italia o Alemania, donde lo hace de la mano de partidos de ultraderecha como Fratelli d'Italia, con Giorgia Meloni, o Alternativa para Alemania. En estos casos, se debe al gran respaldo de los intereses de los combustibles fósiles.
Destaca, además, el caso de República Checa, tildado como «uno de los países más escépticos de Europa» con respecto al cambio climático. Allí, solo el 39% de la población se interesa por el cambio climático, y solo el 42% cree que sus consecuencias serán todas negativas. «Los que quieren obstruir la acción climática no necesitan hacer mucho lobby para tener impacto, especialmente porque los políticos han mantenido estrechas relaciones con la industria de los combustibles fósiles», detalla la publicación.
Otra herramienta extendida por toda la Unión Europea, cómo no, es el greenwashing o lavado verde. «Las políticas a gran escala sobre impuestos al carbono y comercio de emisiones han sido rechazadas o suavizadas debido a la preocupación por las fugas de carbono a otros países y la amenaza que esto supondría para la industria de la UE». Como prueba de ello, la ONG Reclaim Finance identificó 189 actores de grupos de presión nucleares y de gas ―que a su vez emplean a 825 grupos de presión― que gastaron entre 71 y 87 millones de euros al año y celebraron más de 300 reuniones con la Comisión Europea entre 2018 y 2020.
Por el momento, las encuestas sugieren que los partidos nacionalistas de derecha y extrema derecha podrían obtener casi una cuarta parte de los escaños del Parlamento Europeo en las elecciones que se celebrarán en pocos días. «Comprender el modo en que distintos actores distorsionan los sistemas de información para obstruir la acción por el clima y comprometer la integridad de la democracia en Europa es crucial en vísperas de las votaciones», concluye el organismo.