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María Martínez Lodeiro, emprendedora y actriz, está trabajando para desarrollar un envoltorio libre de plásticos para productos lácteos como el queso o la mantequilla. Una iniciativa sostenible con un enorme potencial que puede repercutir notablemente en la calidad del producto y en la salud de los consumidores. Su inspiración es su abuela, Manuela, quien elaboraba mantequillas en su pequeña explotación de vacas marelas en As Pontes, A Coruña, y las envolvía en hojas de berza para llevarlas al mercado y mantener su frescura.
Cuando el plástico aún no se había apoderado de cada rincón de nuestras cocinas, en el norte de España se utilizaba este vegetal para envolver lácteos. «De forma intuitiva, no utilizaban las hojas de lechuga o de maíz, sino la berza, una crucífera. Lo hacían así porque era un vegetal muy oscuro que no dejaba pasar la luz y mantenía el producto fresco, al ser antioxidante evita que el lácteo que envuelve se enrancie», explica la gallega.
Química de formación, María se ha especializado en procesos y calidad en la industria alimentaria y ha decidido unir tradición y sus conocimientos para lanzar la startup Amarela Leaf Whey. El proyecto crece en colaboración con el programa de aceleración de Business Factory Food, de la Xunta de Galicia, y el Madrid Food Innovation Hub, el centro de innovación Foodtech del Ayuntamiento de Madrid.
El plástico no es inocuo
La emprendedora reconoce que la principal dificultad que enfrenta es convencer a los grandes productores de la industria láctea de las virtudes de dejar de utilizar derivados petroquímicos. «Siempre dicen que necesitan el plástico por seguridad alimentaria», asegura.
Sin embargo, el número de investigaciones científicas que advierten de los peligros de utilizar envoltorios plásticos no deja de crecer. Esta misma semana, un estudio publicado en la revista Journal of Exposure Science and Environmental Epidemiology señala que se han identificado más de 3.000 sustancias químicas en contacto con alimentos en muestras humanas como sangre, orina o leche materna.
«Los materiales en contacto con alimentos no son totalmente seguros, aunque cumplan la normativa, porque transfieren sustancias conocidas a los alimentos”, apuntan los autores de la publicación.
«Muchos compuestos de plástico tienen bisfenol A (BPA), un disyuntor endocrino, y este está en contacto con los bebés a través de los biberones, por ejemplo. La Comisión Europea quiere ahora prohibir este bisfenol A en los materiales en contacto con los alimentos», añade la química.
La industria petroquímica produce más de 450 millones de toneladas de plástico cada año, un volumen de residuos imposible de reciclar. Esto también acaba provocando perjuicios en la salud humana. «La acumulación de plásticos en vertederos a muy altas temperaturas produce dioxinas que pasan a la tierra o al agua y estas sustancias, si llegan a afectar a las personas, son muy cancerígenas. ¡El plástico es muy malo!», resalta la empresaria, que destaca que se impone actualmente en la industria alimentaria porque «es muy barato, es termoestable y es fácil de manipular».
La impulsora de Amarela Leaf Way empezó creando el papel en casa y ahora se plantea abrir su propia fábrica. «Cambiar los procesos industriales para utilizar otros materiales es costoso y, por eso, es un cambio muy difícil, pero poco a poco va a tener que eliminarse el plástico porque lo exigirá la legislación», argumenta.
Ideal para productos ‘gourmet’
María se muestra sorprendida por el interés que ha despertado su idea en varias empresas y centros de investigación. Incluso ha recibido ya ofertas por parte de inversores para impulsar el proyecto. Ahora está en plena fase de desarrollo del producto y espera empezar a comercializar envoltorios libres de plástico en junio de 2025.
Las empresas gourmet del sector lácteo son sus potenciales clientes porque el papel elaborado de elementos orgánicos alarga la vida útil del producto y no varía su sabor. «Mi berza va a aportar algo positivo a esa mantequilla o ese queso. Los productores siempre me dicen que el queso es un producto vivo que continúa con su proceso de maduración y de fermentación, pero el plástico no deja que esto pase».
En Amarela Leaf Way mantienen una filosofía circular y sostenible que aprovecha residuos orgánicos de verduras y hortalizas. Están investigando para integrar el lactosuero que se obtiene en el proceso de fabricación del queso en su papel y evitar así el vertido de este residuo «altamente contaminante». «Por cada quilo de queso se generan nueve litros de lactosuero», afirma.
La emprendedora considera que hay muchos residuos orgánicos que tienen un alto potencial para crear envoltorios orgánicos libres de plástico y hace hincapié en que «hay celulosa más allá del eucalipto». «Se están haciendo cosas con algas, por ejemplo, y quizás se podría aprovechar la paja del arroz o la hoja del plátano. Yo quiero reutilizar el tronco de la berza, un residuo que no me cuesta nada y que así evito que se queme».
María insiste en rescatar la tradición y unirla a la tecnología actual «para ser más sostenibles«. «La naturaleza tiene muchos recursos y debemos invertir en investigación para buscar soluciones basadas en ella. El problema es que el dinero siempre está por encima de todo», concluye.
Que interesante y cuánto de agradecer a María.
Más que malo el plástico, malísimo.
La tierra y sobre todo el fondo del mar están emponzoñados de plásticos.