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A todos ellos, militantes de Futuro Vegetal, les une luchar por medidas eficaces contra el cambio climático. También, el haber sido considerados como terroristas por la Fiscalía General del Estado en lo que denominaron “ecologismo radical”. Entre sus grandes hazañas, pegarse a cuadros, cortar carreteras y lanzar pintura soluble al agua en algunos enclaves destacados, como las escaleras del Congreso de los Diputados o en la casa del futbolista Leo Messi. Ahora, ocho de estos activistas han escrito un libro conjunto, Cambiar el sistema, no el clima. Vivencias de ocho ‘ecoterroristas’ (Catarata, 2024), en el que desgranan su particular visión de esta «represión por parte del Estado».
Alba del Río tiene 23 años, estudia Biología en Madrid y abre la monografía con un capítulo titulado como su organización, Futuro Vegetal. La ecologista es tajante: “Yo creo que nos consideraron terroristas porque somos el colectivo que más directamente señala a los políticos por su inacción. Es cierto que hay partidos negacionistas del cambio climático, pero el greenwashing de la izquierda también mata”, expresa.
Ella es una de las acusadas por pertenencia a organización criminal. Cuando el pasado 1 de diciembre fue requerida su presencia en comisaría, Del Río no entendió nada de lo que sucedía. “Ya hace más de dos años avisamos de lo que podría suponer superar los 1,5 ºC [de calentamiento], y lo hemos visto ahora con la DANA en Valencia”, explica. Asimismo, denuncia que la clase política “no ha hecho nada» en todo este tiempo para paliar la emergencia climática: «Solo infiltrar a policías en el movimiento y acusarnos de criminales”.
Esta joven ha decidido dedicar algunas líneas a su bagaje en el activismo climático. Si comenzó en Fridays for Future, saltó a Futuro Vegetal para poder aumentar las acciones de protesta. “Hemos conseguido repercusión, pero la gente debe saber que nuestro propósito nunca es dañar algo, sino lanzar el mensaje de que la inacción frente al cambio climático conlleva la muerte”, sentencia. Para Del Río, a quien la Justicia pide 90.000 euros por otra acción que causó el cierre de una pista de Barajas durante tres horas y que no afectó a la circulación aérea, asegura que seguirá luchando por exponer la verdad. “El conjunto de acciones pequeñas es lo que hace un mundo más justo”, enfatiza.
Sacrificar comodidades individuales por el bien común
Bilbo Bassaterra prefirió llamar a su capítulo Ser una persona buena es lo importante. Este jornalero de 32 años fue uno de los impulsores de Futuro Vegetal cuando el colectivo ni siquiera había elegido un nombre. “Para mí, lo importante de este libro es que la gente pueda llegar a comprender que nosotros somos personas que nos preocupamos muchísimo por nuestro entorno, los animales y las plantas, por el planeta en general. Nos duele tanto el mal que sufren otros seres que no nos podemos quedar quietos ante tanta injusticia”, enuncia.
Desde su punto de vista, las personas buenas son aquellas que sacrifican ciertas comodidades que podrían tener en otros escenarios a cambio de intentar que la vida de los demás mejore. Bassaterra también tiene varios frentes penales abiertos. “La Policía tiene orden de la Brigada de Información de detenernos cada vez que hacemos una protesta. Si esto sucede, nos hacen pasar siempre una noche en el calabozo”, se queja.
Uno de los aspectos que más llama la atención a este ecologista es la respuesta represiva tan fuerte por parte del Estado a acciones que nunca han causado ningún estrago a ninguna persona. “Es más, entre nuestros principios está la no violencia. Hemos dejado de hacer acciones en las que se podían dañar plantas. Somos muy cuidadosas en ese sentido”, comenta.
Bassaterra considera que esta persecución policial y judicial encuentra su razón de ser en haber “puesto en entredicho al dios de esta generación, la propiedad privada”, en sus propios términos, en referencia a la acción efectuada en la mansión de Leo Messi, en jets privados o megayates. “Estas protestas son las que reflejan la necesidad de afrontar la crisis climática y lo necesario de primar bienes comunales ante la propiedad privada y la deriva individualista de nuestro tiempo”, concluye.
La solidaridad y apoyo mutuo como respuesta
El último capítulo de este corolario de voces de activistas reprimidos por el Estado se titula Por el mundo que llevamos en nuestros corazones y está escrito por Luna Lagos. Esta joven de 27 años es temporera agraria y, al igual que los otros dos entrevistados, se enfrenta a una pena de prisión de entre tres y ocho años por la acusación de pertenencia a organización criminal. “Una acusación de este tipo te paraliza la vida. De todas formas, yo intento seguir con mi activismo”, cuenta.
Lagos sostiene que casi por todas las acciones de desobediencia civil que ha llevado a cabo en su vida ha terminado en el calabozo. “He hecho tantas cosas por intentar dar la voz de alarma frente a la inacción climática que ya he perdido la cuenta de las acusaciones judiciales a las que me enfrento”, remarca.
De todas formas, esta temporera agraria ha utilizado su capítulo para aportar un toque de esperanza al reflexionar sobre la sociedad que le gustaría alcanzar. “No creo que haya una respuesta fija a esto. Lo ideal es ir aprendiendo de todas las experiencias, de las personas y de los colectivos, y de las necesidades de cada uno”, apuntilla. Por eso, el mundo que ella lleva en su corazón, al igual que tanta otra gente, es un mundo libre de opresiones en el que no solo los humanos, sino todos los seres vivos, se pueden desarrollar en armonía y encontrar equilibrio en los diferentes ecosistemas.
Para llegar a ello, Lagos recalca la necesidad de actuar, algo que liga a la situación actual tras la DANA de Valencia. “Ahora que estamos sufriendo de manera muy directa y en nuestro territorio las consecuencias catastróficas de la crisis climática, constatando además la incapacidad de las instituciones para dar una respuesta a la altura de la emergencia, se hace más evidente que nunca la importancia de la autoorganización popular para dar respuesta a las necesidades cotidianas e inmediatas de las vecinas”, defiende.
Por otro lado, esta activista demanda que “este movimiento de solidaridad y apoyo mutuo que ha surgido no acabe en unos meses cuando mejoren las condiciones materiales, sino que tejamos un entramado comunitario desde abajo capaz de gestionar desde los problemas cotidianos de los barrios hasta este tipo de catástrofes”. Mientras eso sucede, tanto ella como siete activistas más tendrán que probar en sede judicial que no pertenecen a una organización criminal.
Con vosotrxs FUTURO VEGETAL. Toda mi gratitud. Poca gente tan auténticamente comprometida como vosotrxs. De ahí que estorbéis al sistema.
Hoy mismo voy a por el libro o lo encargo.
“Estas protestas son las que reflejan la necesidad de afrontar la crisis climática y lo necesario de primar bienes comunales ante la propiedad privada y la deriva individualista de nuestro tiempo»
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El greenwashing de las grandes empresas conservacionistas.
“Esto no es conservación, es destrucción”
A principios de este año Survival y el periodista de investigación Ian Birrell iniciaron una campaña para impedir el robo de tierras y la expulsión forzada de pueblos indígenas por parte de grandes empresas conservacionistas con el objetivo de crear las llamadas Áreas Protegidas.
La investigación reveló que los guardaparques empleados por una de estas organizaciones, African Parks, estaban cometiendo abusos atroces contra el pueblo indígena Baka, como palizas, torturas y violaciones.
Estas violaciones de derechos humanos se suceden en la selva ancestral de los bakas, ahora ocupada por el Parque Nacional Odzala-Kokoua en el Congo, gestionado por African Parks.
Nuestras denuncias a African Parks, al príncipe Harry (miembro de su junta directiva) y a sus financiadores, llevaron a la organización a contratar a Omnia, un bufete de abogados para que investigara el caso.
Sin embargo, y a pesar de nuestras peticiones, African Parks sigue sin comprometerse a publicar los resultados de la investigación de Omnia ni a implementar sus recomendaciones.
Survival instó a Omnia a que investigara no sólo las violaciones de derechos humanos, sino también en términos más generales el modelo de conservación racista y colonial que sustenta la gestión de Odzala por parte de African Parks.
Pero nuestras preocupaciones siguen sin resolverse, y los propios fundamentos que han permitido a African Parks apropiarse de tanta tierra indígena siguen sin ser cuestionados. Esto significa que, sea cual sea el resultado de la investigación, no ayudará a los bakas a recuperar sus tierras y que, sin acceso a su selva, su propia supervivencia como pueblo está amenazada: es un genocidio verde.
Survival ha recibido informes estremecedores de nuevas palizas a un grupo de mujeres y niños bakas por parte de guardaparques de African Parks, que provocaron que una mujer baka perdiera al bebé que esperaba. Esto ocurrió mientras la investigación estaba en curso, lo que sugiere que los guardaparques siguen pensando que pueden actuar con impunidad.
La conservación NO debería significar destrucción. Hay otra manera: respetar los derechos de los pueblos indígenas es, con diferencia, la forma más eficaz de proteger la biodiversidad.
¿Quieres apoyar con tu firma al pueblo baka?
https://actua.survival.es/page/142939/action/1?ea.tracking.id=EmailNewsletter&utm_medium=email&utm_source=engagingnetworks&utm_campaign=utm_campaign&utm_content=241121+Email+Update+African
Las grandes petroleras de EEUU amenazan el futuro de Greenpeace. Es la mayor amenaza a la que nos hemos enfrentado en más de 50 años.
Las grandes petroleras han lanzado un ataque global y coordinado contra Greenpeace. Son demandas multimillonarias, todas dirigidas a silenciarnos y disuadir a todo nuestro movimiento.
El gigante petrolero Energy Transfer ha lanzado una demanda de 300 millones de dólares que podría ser el fin de Greenpeace USA.
Ahora que la noticia de la victoria de Trump se ha extendido por todo el mundo, nuestro movimiento global debe redoblar sus esfuerzos para desafiar la codicia corporativa y el extremismo político que amenaza nuestro clima.
Y sé que estamos preparados para luchar: en todos los rincones del mundo, la gente está plantando cara a la destrucción de las grandes petroleras. Empresas como Shell, ENI, TotalEnergies y Energy Transfer saben que ha llegado su hora. Saben que se avecina un cambio.
Estas demandas exageradas -las llamadas demandas SLAPP- no se hacen sólo para distraernos: están diseñadas para destruirnos, disuadirnos y amordazarnos.
No se trata sólo de Greenpeace: es un ataque contra todos los que exigimos naturaleza, aire limpio, agua limpia, derecho a protestar y responsabilidad empresarial. Nos atacan a todos.
Este es un momento sin precedentes en la historia de Greenpeace.
Puede que las grandes petroleras estén estrechando el cerco, pero se olvidan de algo: de ti y de mí.
Durante más de 50 años, personas como nosotros nos hemos negado a sucumbir cuando fuerzas poderosas amenazan nuestro mundo natural y ponen en peligro nuestro futuro. No pararemos hasta que lo hagan. Gracias por estar siempre de nuestro lado.
Estoy leyendo vuestro libro «Cambiar el sistema no el clima».
A mi, qué hago mis pequeños gestos en favor de la salud del Planeta, me estáis dando mucha fuerza, a veces la situación o la gente te desanima, te hace titubear e incluso pensar que tienes que resignarse a que está todo perdido y que tienes que tirar la toalla.
El libro lo voy a tener a mano para cargarme de fuerza en los momentos bajos.
Sois los imprescindibles. Mil gracias Hermanos Mayores.
P.D. Mil gracias Hermanas y Hermanos Mayores.