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Científico titular en la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC), a Miguel Clavero se le puede leer en sus redes sociales y artículos (científicos y de prensa) denunciar sin descanso las tropelías que se hacen día tras día a costa de la biodiversidad.
Uno de los casos que más le indigna es el de la angula (el juvenil de las anguilas), muy presente en familias humildes en el pasado pero ahora reservada para los bolsillos más pudientes y unos chefs que –conscientes o no– usan este animal en peligro crítico de extinción como un ingrediente más de sus extravagantes platos.
Entre sus principales líneas de investigación están las invasiones biológicas y sus impactos. De ahí viene su obsesión por el llamado (a su pesar) cangrejo de río ibérico. Clavero, en contra de lo que defiende el propio Ministerio para la Transición Ecológica y otros organismos internacionales, ha investigado su origen y demuestra que de español tiene poco: su llegada a la península ibérica se produjo en el siglo XVI como un capricho de los reyes de la época.
Charlamos con el investigador experto en biodiversidad por videollamada sobre estos y otros animales como los gatos, los linces ibéricos o los lobos. Sobre este último dice que «es un chivo expiatorio que han encontrado determinados grupos políticos para tener apoyos del mundo rural«.
No sé si siempre ha sido así, pero últimamente hablar de biodiversidad implica meterse en muchos jardines, no solo en sentido literal. Usted lo sabe bien. ¿Siempre ha sido así?
La conservación vista como un bien común siempre implica confrontarte con una parte de la sociedad que saca beneficio. Pero eso pasa con cualquier actividad que vaya en defensa del bien común, como la regulación de contaminantes en agricultura o intentar regular el tabaco en los espacios públicos, por ejemplo.
Tengo la impresión de que hubo un momento de mucha fortaleza del movimiento ecologista, donde había mucha base naturalista. Las legislaciones españolas y europeas de medio ambiente y protección de la biodiversidad vienen de un movimiento ecologista que fue muy potente y que tenía muchas raíces en el mundo naturalista.
Ahora mismo eso se ha perdido bastante. Actualmente, el movimiento ecologista, que es relativamente fuerte, es muy climático, y en muchos casos tienen muy poca relación con la biodiversidad. Hay gente que no sabe o que no le interesa esto, y no sabe distinguir la importancia de conservar una lagartija endémica o una colonia de gatos. Les parece lo mismo
Uno de los temas que más le interesa, más ha investigado y más divulga es la anguila y su versión juvenil (la angula). Hace unos días, el reconocido cocinero David Muñoz subió una foto de una pizza con angulas. No es un hecho aislado, ya que es un pez muy usado en la alta cocina. ¿Por qué se sigue pescando, comiendo y comercializando un animal en peligro crítico de extinción? Se lleva años alertando y todo sigue igual.
No ha cambiado nada y es muy sorprendente. Tengo la sensación de que la Unión Europea se aferra a la legislación [de 2007] que se hizo sobre la anguila. Esa normativa fue un hito, pero ha dejado de funcionar.
Luego, hay un lobby fuerte de la pesquería, destacando principalmente The Hill Group, que actúa como una ONG pero que está sustentada por las empresas que mueven el sector de la anguila. Es un lobby que dificulta mucho las cosas.
Y el tercer componente que ayuda a entender todo esto, y que es donde entran David Muñoz y demás, es el lujo. El mercado del lujo tiene unas particularidades muy claras, basadas en mercadear con cosas fuera del alcance de la mayoría de la gente. Antes, la angula era un producto popular, era barato y abundante. La gente salía de su casa, cogía un puñado en el río y se lo llevaba para comérselo. Ahora se ha hecho un producto de lujo y ha entrado en unos bucles perversos de exclusividad que son difíciles de parar.
En ningún restaurante se ofrece lince ibérico, lagarto gigante de Gran Canaria o desmán ibérico, especies en peligro crítico de extinción o muy vulnerables. En cambio, sí que se puede comer anguilas, igualmente en peligro extremo de desaparecer. ¿A qué cree que se debe esta doble vara de medir?
Tiene que ver seguramente con el peso de las inercias y las tradiciones. Las cosas que se han hecho toda la vida son más difícil pararlas. Las sociedades son sensibles y los políticos tienen miedo a enfrentarse con el angulero vasco que es la tercera generación o con el tipo de Valencia que coge las anguilas y hace all i pebre.
Hay un componente muy fuerte de tradición. Ninguna de esa gente vive de la anguila, porque no hay anguilas como para vivir de ellas. Pero simbólicamente sigue siendo muy fuerte y es seguramente lo que más lastra el poder tomar decisiones que deberían haberse tomado hace 20 años.
Utilizamos el ejemplo del lince ibérico porque es bueno aquí en España, pero en realidad se parece más al uso en la medicina tradicional china de los dientes de tigre, las escamas de pangolín o los cuernos de rinoceronte. Ya no hay rinoceronte en el mundo, ¿por qué se tienen que seguir utilizando? «Porque se ha hecho toda la vida», se dice, les da igual lo demás.
¿De dónde viene las angulas que se consumen en España?
Proceden de las capturas legales españolas reportadas que se hacen desde el Miño, todo el Cantábrico, y luego fundamentalmente el Ebro y Valencia, aunque las pesquerías más grandes son las de Asturias, Galicia y País Vasco, si bien ahora son todas miserables comparado con lo que había antes. Luego, se trae mucha de Francia. Probablemente, más del 85% de las angulas europeas llegan a la costa atlántica francesa debido al movimiento de corriente.
¿Y cómo es la situación en Francia y otros países? A nivel social, político y científico.
La anguila está igual de mal porque es una única población. Como todos los individuos se reproducen juntos, lo que pasa en un sitio influye en los demás. Lo que pasa es que en Francia la situación es todavía peor porque los pescadores tienen muchísimo poder real. De hecho, las asociaciones de pescadores, en general, son las encargadas del seguimiento y regulación de los peces, unas funciones que aquí hacen las confederaciones hidrográficas o las consejerías de medio ambiente. Al igual que los cazadores, tienen muchísimo poder.
En Francia están aún más lejos de una posible moratoria. En España hay ciertos movimientos que podrían dar lugar a una regulación. En Francia, la única posibilidad es una regulación europea. Tú imagínate a Marine Le Pen ahora si Europa le prohíbe la pesca del Angula, sería una bomba aquello.
¿Cuál sería a día de hoy la medida más efectiva para revertir este declive?
Desde luego, la moratoria, cerrar directamente las pesquerías. Ya luego hay que ver cómo se compensa a la gente afectada, aunque supondría una diezmilésima parte de la Política Agraria Común, que se lleva la mayor parte del presupuesto de la Unión Europea.
También sería importante la regulación de la comercialización. Hay lugares importantes para la anguila que no están incluidos en la Unión Europea como son Marruecos y Reino Unido. Sería clave que la UE (y también los países de Norteamérica, pero eso lo veo muy complicado) regulase el comercio de anguila, tanto la europea como cualquier especie del género, porque cuando se prohíbe la comercialización de una se podría intentar sustituir por otras especies muy similares, como la americana, la japonesa… En el mundo, el motor principal de sobreexplotación y desequilibrio de las anguila es la cultura japonesa.
Entonces, no solo están en peligro la anguila europea, también el resto.
La anguila europea probablemente es la que está peor. La anguila americana está bastante mal, y además, con un declive más fuerte porque se está sobreexplotando en muchos países. Y la japonesa no levanta cabeza desde que se derrumbó a principio de los 70.
El ciclo de vida de la anguila es fascinante y, en parte, desconocido.
Todas las anguilas europeas nacen en el Mar de los Sargazos. Cuando nacen se llaman larvas ectocéfalas, que son unos bichos alargados y aplanados, como si fueran hojas de sauce. Esos animales son arrastrados por las corrientes del Golfo en un viaje que dura entre uno y tres años hasta acabar por toda Europa y el norte de África.
Sabemos que nacen en el Mar de los Sargazos porque, a principios del siglo XX, un danés llamado Johannes Smith se puso a buscar dónde se encontraban los ectocéfalos más pequeños. Fue estrechando el cerco hasta llegar a la conclusión de que las anguilas se reproducen en masa allí. Pero es que el Mar de los Sargazos es como media Europa de grande, y lo realmente fascinante es que no hemos llegado a saber nada más desde entonces.
Una vez que las larvas ectocéfalas se están acercando a la costa, se transforman en angulas. Dejan de ser aplanadas y toman la forma de una anguila adulta pero transparente. Con forma de angula pasan poco tiempo, semanas o meses, hasta entrar en los lagos continentales, donde se pigmentan y transforman en lo que llamamos anguila amarilla. Como mínimo, están unos cuatro años en los humedales y ríos, aunque puede llegar a estar hasta 20 años.
Cuando llega la hora de marcharse tienen la última metamorfosis: se transforman en anguilas plateadas, les crece mucho el ojo y se les desarrollan los órganos sexuales, ocupando toda la cavidad interna, de forma que ya no pueden comer.
El viaje de vuelta lo hacen sin parar de nadar, sin comer y variando en profundidad entre día y noche unos 500 metros.
Vamos con otra especie a la que le dedica mucha atención. Defiende que el cangrejo de río ibérico no es ibérico, sino italiano. Pero el Ministerio de Transición Ecológica y organismos como la IUCN consideran que sí lo es. El MITECO, además, lo cataloga como una especie en peligro de extinción y ha desarrollado hace poco una estrategia para su conservación. ¿Cómo se explica todo esto?
Siempre se consideró que los cangrejos de río del género Austropotamobius eran en Europa dos especies, el pallipes, que tenemos aquí, y el torrentium. Pero dentro de lo que llamamos pallipes, en realidad hay dos especies, que también son muy diferentes y antiguas.
Una es la italiana, la que ahora se llama fulcisianus, que vive en la península Ibérica y en la costa Adriática de los Balcanes, y luego pallipes. Esta última no está en la península ibérica y no lo ha estado nunca. Sin embargo, tanto la UICN como el MITECO usan repetidamente el término pallipes para referir al cangrejo de aquí.
¿Por qué lo hace el Ministerio? Porque el grupo de especialistas de cangrejo de río que trabaja en la estrategia de conservación le dice que tiene que hacerlo. ¿Y por qué hace eso? Pues porque Austropotamobius pallipes está en el listado en la Directiva Hábitats. Pero la otra especie no aparece. Eso es un problema que tiene la Directiva Hábitats, que tiene una taxonomía que es de los años 90 y no incluye muchas especies actuales porque aún no habían sido descritas.
Lo que no acepta este grupo de expertos del cangrejo ibérico, que es un grupo de gente que lleva trabajando 30 años en ello, es la posibilidad de que sea una especie no nativa de la península ibérica. Pero cuando vas viendo la acumulación de información, nada cuadra con que sea una especie nativa, no tiene sentido. Yo tengo artículos sobre el cangrejo de río diciendo que es una especie nativa y que quien decía que no es nativa no tiene razón. Pero mi trabajo posterior me ha desmentido a mí mismo, porque cuando empiezas realmente a rascar la información te das cuenta de que es un animal introducido de Italia.
Aunque el cangrejo no sea una especie autóctona, ¿se debería dejar que se extinga en España? ¿Cómo se debería afrontar la conservación de una especie introducida?
Aquí hay dos puntos que hay que diferenciar. Uno es decidir si la especie es nativa o no, que es una discusión meramente científica y que se basa en quién puede aportar una explicación más plausible a lo que observamos en la realidad. Y la otra es cómo se gestiona la especie.
Dejar que se extinga es una de las posibilidades de gestión. Otra sería gestionarla en colaboración con Italia para ver cómo se podrían utilizar las poblaciones ibérica como un arca de Noé histórico para saber qué cantidad de diversidad genética original se ha conservado en la península que ya no existe en Italia. Y otra posibilidad es mantener el estatus quo, que nade cambie. A mí está última, que no me parece muy lógica, es una posibilidad real, porque es una decisión político, no científica.
¿Una especie introducida puede convertirse en nativa? No sé si hay ejemplo de ello.
Hay quien dice que sí, pero en realidad, por la propia definición de especie introducida, no debería ocurrir eso. Una especie introducida es aquella que las personas han movido de un sitio a otro saltando barrera geográficas. Esa es la definición técnica. Luego entramos en la gestión. ¿Se deben gestionar todas las especies introducidas como especies exóticas invasoras? Claramente no.
Hay un momento en el que deja de tener sentido intervenir. Podemos pensar en la jineta, por ejemplo, que es un carnívoro introducido en la península Ibérica, o el erizo moruno. Incluso especies que siempre se consideraron nativas como la ranita meridional, que en realidad son introducciones antiguas. No tiene sentido tratarlas como invasoras, igual que al cangrejo italiano, porque realmente ya no lo es. Si si se mira su tendencia se parece más a una especie amenazada que a una especie invasora.
En Fuerteventura, la ardilla moruna es una especie invasora que se ha convertido en un atractivo más para los turistas. Parece impensable imaginar su erradicación. ¿Lo normal es que una especie invasora lo acabe siendo para siempre de ese lugar?
Las erradicaciones son difíciles, pero no imposibles. Se han hecho cosas importantes cuando se dedican grandes recursos, aunque también se han tenido fallos importantes a pesar de dedicarle muchos recursos. Pero de eso también se aprende.
Otra cosa es que hay especies con las que no hay ninguna posibilidad de éxito, por lo menos en el futuro cercano. Yo trabajo en ríos y pasa que cuando hay poblaciones establecidas en cuencas fluviales grandes no hay vuelta atrás.
Y claro, independientemente de si se puede o no hacer algo, está el hecho de que se quiera o no hacer.
El caso de la ardilla no lo conozco, pero sí el del siluro. Hay sectores de la sociedad a las que le gusta mucho que haya estos peces en los sitios, porque van a pescarlos y es un animal espectacular para hacerse fotos. En este caso, sería viable actuar para erradicarlo, pero se introduce un conflicto social ante el que las administraciones no son muy valientes. Y con la ardilla probablemente pasaría algo parecido intuyo.
Se considera que una especie es introducida cuando llega a un territorio gracias a la acción directa del ser humano, es decir, cuando la transporta, ya sea de forma consciente o no. En un contexto de cambio climático y destrucción de ecosistemas impulsados por el ser humano, ¿se considerarían también como introducidas a las especies que llegan a un territorio debido a cambios en su hábitat, clima, etc.? ¿Hay algún ejemplo?
Mi respuesta es que esas especies no son introducidas, no son invasoras. La pregunta no es ninguna tontería, pero ninguna, porque es que en el mundo científico eso no está claro, no está bien definido y hay diferentes opiniones sobre ello. Pero para mí, siguiendo la definición estricta, no serían introducidas y no habría que manejarla con control y erradicación.
Cómo las especies se distribuyen en el mundo ha ido cambiando y lo que vemos hoy es una es una foto fija de una cosa que es dinámica. Hace 10.000-12.000 años, la mayor parte de Europa estaba cubierta por hielo y todo lo que hay ahora han sido especie que se han movido de forma natural o movido por la gente. Son cambios de distribución naturales como los que están pasando ahora mismo con el calentamiento de planeta, aunque sea efecto de la acción humana.

¿Los gatos son especies invasoras?
Este es un tema del que tampoco hay consenso en el mundo científico y que genera mucho conflicto a la hora de la gestión. Los gatos son, sin duda, especies invasoras en las islas. En Eurasia, también en Australia, es difícil aplicarle directamente la etiqueta de especie invasora porque la especie original de la que vino es una especie nativa de Eurasia.
Pero independientemente de todo esto, podría haber una gestión diferente de la que se está haciendo. La actual ley de bienestar animal de España lo que ha hecho es una protección casi completa de los gatos como individuos, estén donde estén y en cualquier situación. Eso no tiene mucho sentido y no hace falta clasificar como una especie invasora para para modificar esa forma de gestionarlo.
Cuando hablamos de biodiversidad y de especies invasoras suele surgir el concepto de sacrificio y ahí se generan tensiones. ¿Es realmente la mejor solución para el control de especies?
En el caso de los gatos es una medida más, pero en la mayoría de los casos no es necesario aplicar el sacrificio. El sacrificio es la única opción sobre la mesa cuando estamos hablando de gatos completamente asilvestrados como los que hay en algunas zonas de Canarias, donde son animales que, como no tienen depredadores, viven bien en el medio. Y digo que el sacrificio es la única opción porque esos animales generan muchos daños en la biodiversidad y no hay ninguna opción para tenerlos en condiciones aceptables de bienestar en cautividad, porque son animales salvajes y no se le puede meter en una jaula.
Pero a los animales que no son salvajes, que dependen de la gente y que están acostumbrados al contacto con la gente, sí se le puede meter una jaula. No una pequeña, sino unas instalaciones de confinamiento, digamos. Esos animales sí pueden vivir así.
Otro acción que se debería extender es dejar de dar de comer a los gatos. No actuar en contra de ellos, pero sí dejar de alimentarlos. Hay gente que dice: «Bueno, es que se van a morir de hambre». A ver, se van a morir de hambre como cualquier otro animal silvestre. Nadie está preocupado por si las salamanquesas o los barbos se mueren de hambre.
Al final, el debate se envenena mucho porque quien se preocupa mucho y casi exclusivamente por los gatos tiene la sensación –o la transmite públicamente– de que quienes los vemos como un problema para la biodiversidad y la salud pública estamos obsesionados con el sacrificio de los gatos. Parece que nada más se quisiera matar gatos cuando casi toda la gente que conozco implicada en este tema vive con sus gatos y están enamorados de ellos.
Hemos hablado mucho sobre especies en peligro de extinción y de conservación. El lince ibérico ha sido un caso reciente de éxito, si bien su situación sigue siendo muy delicada. ¿Teme que pueda volver a una situación de declive?
No lo conozco a fondo el tema, pero el mayor peligro que corre el lince ibérico a la hora de salir de esta tendencia positiva tiene que ver con el declive del conejo de monte en muchos lugares de la península. Eso va a dificultar que realmente la tendencia positiva se mantenga en algunos sitios.
Siempre puede ocurrir que la imagen social de la especie se deteriore, pero por ahora está está muy bien. El lince es una especie muy bien aceptada socialmente y y la gente está contenta de tener linces en la zona donde vive.
Sucede lo contrario con el lobo. Ahora mismo hay en España y Europa una cruzada por parte de determinados grupos y gobierno contra el lobo ibérico, rebajando su nivel de protección y permitiendo su caza. Desde el punto de vista científico, ¿qué le parece?
Se parece mucho a un chivo creativo. Es un elemento muy fácil y rentable que han encontrado determinados grupos políticos para tener apoyos del mundo rural. Es muy sorprendente lo bien que funciona. Señalar al lobo tiene muy pocas consecuencias para quien lo hace y, en cambio, le reporta mucho rédito.
Desde cualquier punto de vista que se mire, el lobo no tiene impacto sobre la economía rural. Tú pones sobre la mesa todas las ovejas y vacas muertas, y no tiene ningún impacto real sobre el mundo rural.
Otra cosa que pueda tener impacto sobre algunas explotaciones concretas. No niego el daño que sufren las personas en ese momento, porque realmente sí tiene un impacto sobre algunas familias. Pero si se miran los problemas que tiene el mundo rural, el lobo no aparecen entre los más importantes porque no lo es.
Pero lo que pasa es que sale gratis señalar al lobo como un problema muy grande porque no chocas con ningún lobby relevante. Esa es la pena: el lobby ambientalista-naturalista ha dejado de ser relevante en el mundo del funcionamiento de la política europea.
Y resulta sorprendente el éxito de todo esta presión, porque la gente que se aferra a los daños del lobo, la ganadería extensiva, vive ahogada por un sistema que favorece la ganadería intensiva. El sistema de producción de productos animales ha hecho que la gente que tiene los animales en el campo no tengan nada, que sus productos no valgan nada y no puedan competir. Es realmente una situación ruinosa en la que alguien les ha dicho: «Tu problema es el lobo». Y la gente se lo cree porque si le dijeran que su problema son las macrogranjas te enfrentas a un lobby gigantesco.
Hay un control y un sistema de producción de productos animales (lácteos y de carne) que deja completamente fuera a esta gente. Y ahí el lobo se ha erigido como una especie de icono al que hay que atacar como si fuera la fuente de los males cuando no lo es. Funciona perfectamente como chivo expiatorio gratuito para quien lo señala. Y ahí estamos perdiendo todos porque la la presencia del lobo en el medio es un bien común como biodiversidad que es, pero además es un factor muy importante a la hora de controlar poblaciones de herbívoros y de regular cómo funcionan los ecosistemas.
Suele ocurrir que a la hora de elegir qué especie proteger pesa mucho el aspecto visual y emocional. Esto provoca que animales en peor situación queden invisibilizados. Vamos a cambiar eso: dime algunas especies que necesitan urgentemente más atención y un plan de conservación.
Hay bastantes casos en peces. Está el jarabugo, un pez marroncito y pequeñito que a nadie le llamaría la atención, pero es un género exclusivo de la península Ibérica que solamente está en la cuenca del Guadiana y en algunas partes de Guadalquivir, y está muy amenazado por la presencia de especies invasoras.
Cada vez sabemos más de la diversidad de peces. Lo que durante mucho tiempo se ha considerado una especie (Cobitis paludica), ahora sabemos que son muchas. De ellas, la colmilleja de Tarifa (Cobitis mellaria) es la mas amenazada. Se parece mucho a los peces de acuario que están siempre por el fondo. Un pez realmente bonito de aspecto, pero es pequeñito y la gente no lo ve y no lo conoce, no sabe que existe. Tiene un área de distribución diminuta y que está en un riesgo de extinción gigantesco. Seguro que ni siquiera la gente en Tarifa sabe que tiene una especie única en el mundo, que lleva 5 millones de años existiendo en ese sitio, que no hay en ningún otro lugar de de la Tierra y que está a punto de desaparecer.
Es difícil meter especies que no se han tenido en cuenta tradicionalmente en el imaginario de la conservación