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La industria ganadera maniobró para manipular la Declaración de Dublín en favor de sus intereses

Un estudio científico denuncia que el documento aprobado hace tres años en el que se destacaban los productos de origen animal contradice toda evidencia científica. 
La industria ganadera maniobró para manipular la Declaración de Dublín en favor de sus intereses
Carne en un ilneal de supermercado. Foto: ROBERT COUSE-BAKER.

La ganadería es una de las actividades que más contribuyen al cambio climático. Más allá de las emisiones directas de gases de efecto invernadero como el óxido nitroso y el metano, está directamente relacionada con la deforestación y conlleva un gasto ingente de agua. Capítulo aparte merece la contaminación asociada y, especialmente, todo lo relacionado con el bienestar de los animales y las condiciones de hacinamiento en las que viven antes de que terminen en el plato, que generan un rechazo creciente entre buena parte de la población.

Todo ello planeaba en el ambiente cuando, hace tres años, se firmó la conocida como Declaración de Dublín. Un manifiesto que contó con más de 1.200 firmas, muchas de ellas de presuntos especialistas en materia alimentaria, y en el que se destacaron “las ventajas nutricionales y sanitarias» de los productos de origen animal (carne, huevos, productos lácteos), al tiempo que se pidió fomentar su disponibilidad para la población. “Los sistemas de cría son demasiado valiosos para que la sociedad sea víctima de simplificaciones, atajos y prejuicios fanáticos”, rezaba el manifiesto, que concluía echando la vista atrás para justificar su actividad actual: “La civilización humana se ha edificado sobre la ganadería desde los inicios de la edad del bronce, hace ya más de 5.000 años, siendo el pilar de la seguridad alimentaria de las sociedades modernas”.

Ahora, un grupo de científicos desdice de manera rotunda todo lo que recogió aquel documento. Lo hace a través de un estudio titulado La Declaración de Dublín: una ganancia para la industria cárnica, una pérdida para la ciencia, y que ha sido publicado en la revista científica Environmental Science & Policy. Su principal argumento es claro: el manifiesto acordado en la capital irlandesa va en la dirección contraria al consenso científico actual, así como de los repetidos llamamientos de la ciencia a reducir drásticamente el consumo de carne a nivel global.

En esos términos se ha expresado, en la red social X, el economista francés Romain Espinosa, miembro del Centro Nacional para la Investigación Científica de Francia (CNRS) y uno de los responsables del estudio. Para Espinosa, las tesis centrales de la Declaración de Dublín están basadas en falsedades o, como poco, en medias verdades. De entrada, sus responsables se centraron en “modelos no representativos con el objetivo de promover la ganadería” como la agricultura agroecológica, a la que se aludía permanentemente a pesar de que representa una pequeña parte de la agricultura actual. Otra artimaña empleada fue hablar permanentemente de los países de bajos ingresos, cuando, tal y como recuerda Espinosa, “los llamamientos a la reducción del consumo de carne se dirigen a los países de altos ingresos”. 

Conflicto de intereses

Para los responsables del estudio, no hay duda: “Existe una correspondencia evidente entre el contenido de la Declaración de Dublín y los argumentos habituales formulados por la industria, a menudo engañosos”, apunta Espinosa. El motivo es sencillo: la propia industria ganadera participó de manera directa en la Declaración de Dublín, en lo que supone un flagrante conflicto de intereses. 

Entre ellos destaca el hecho de que algunos de los autores de la Declaración son directores ejecutivos o de empresas consultoras de la industria ganadera. Otros forman parte de organizaciones financiadas directamente por ella en ONG financiadas por la industria, e incluso un tercer grupo forma parte de sus juntas directivas o tienen programas de investigación conjuntos con la industria. Además, se da la circunstancia de que toda la evidencia científica que apoya el manifiesto fue publicada en un número especial de la Animal Frontiers, propiedad de cuatro de las grandes asociaciones que conforman la industria cárnica. Eso hace que, como poco, sus conclusiones arrojen “numerosos interrogantes respecto a su valor científico”, apunta Espinosa.

Pero la Declaración de Dublín no se quedó en un mero greenwashing orquestado por el lobby cárnico: fue más allá. Sus postulados influyeron directamente en las políticas públicas europeas hasta el punto de que el manifiesto fue promovido por figuras como el comisario europeo de Agricultura y el comisario de Finanzas, que incluso participó en la Cumbre de Dublín con una aplaudida charla. Tras la Declaración, y gracias a la presión de los lobbies del sector en Bruselas, las conclusiones del manifiesto sirvieron a numerosos miembros del Parlamento Europeo para introducir enmiendas en la denominada Estrategia europea en materia de proteínas, votada el 19 de octubre de 2023.

Pese a que las conclusiones de la Declaración de Dublín han sido refutadas por otros expertos como el propio Romain Espinosa, en su opinión, “el daño ya está hecho”. Y concluye: “Pese a que alentamos el debate abierto, la tergiversación del conocimiento científico, incluso si uno quiere cuestionar este conocimiento, es epistemológicamente dañina”.  

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COMENTARIOS

  1. “La civilización humana se ha edificado sobre la ganadería desde los inicios de la edad del bronce, hace ya más de 5.000 años, siendo el pilar de la seguridad alimentaria de las sociedades modernas”.
    Pero la civilización humana no permanece estática, de su natural debería evolucionar aunque en estos momentos todo indica de que estamos involucionando.
    La ingestión de carne ni es buena para la salud ni para la conservación del Planeta.

    RESISTIR A LA AGROINDUSTRIA. Aternativas agroecológicas al modelo extractivo.
    Este 2024 empezó con tractoradas y protestas agrarias, y el discurso “anti-ecologistas” se ha mezclado en gran parte de la comunidad agraria -atizado por la patronal y ciertos medios de comunicación- con las pretendidas soluciones a los problemas del campo.
    Pero ser ecologista y profesional del primer sector no es contradictorio, sino todo lo contrario, pues unos ecosistemas sanos son los cimientos de la producción alimentaria.
    Compartiremos las conclusiones del informe publicado en el marco de la campaña de agroindustria “El verdadero precio de los alimentos: La cara oculta de la agroindustria en la península ibérica“.

    Pero ser ecologista y profesional del primer sector no es contradictorio, sino todo lo contrario, pues unos ecosistemas sanos son los cimientos de la producción alimentaria. Por ello promovemos la preservación de estos fundamentos naturales en el sector y apoyamos a quienes trabajan en él desde una mirada ecosocial.

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