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A mediados de septiembre, unas lluvias sin precedentes ocasionaron inundaciones en Europa central en las que murieron una veintena de personas. Ahora, gracias a un rápido estudio de atribución, es posible saber que el cambio climático impulsado por la quema de combustibles fósiles y la deforestación hizo que las precipitaciones fueran al menos dos veces más probables y un 7% más intensas.
El estudio fue realizado por 24 especialistas de ocho países del World Weather Attribution, el grupo que se encarga de realizar investigaciones para determinar cuánto influye el cambio climático en un evento extremo. Para ello, analizaron las lluvias torrenciales que dejó la tormenta Boris entre el 12 y el 16 de septiembre sobre Polonia, Chequia, Austria, Rumanía, Hungría, Alemania y Eslovaquia.
Acorde a los investigadores, la cantidad de lluvia caída en esos países durante los cuatro días fue la más intensa jamás registrada, abarcando una superficie incluso mayor que las anteriores inundaciones históricas de 1997 y 2002. En cuanto a la causa, señalan una combinación de patrones meteorológicos, como el movimiento de aire frío sobre los Alpes y de aire muy cálido sobre el Mediterráneo y el Mar Negro, lo que dio lugar a una ‘tormenta perfecta’.
Según los datos históricos aportados por el equipo científico, en un planeta con un calentamiento como el actual –1,3 ºC, aproximadamente– se espera que este fenómeno pluviométrico de cuatro días se produzca, por término medio, una vez cada 100-300 años. No obstante, si el mundo no abandona los combustibles fósiles y se alcanzan los 2 ºC de calentamiento, se volverían un 5% más intensas y un 50% más frecuentes, con el consiguiente riesgo de inundaciones aún más destructivas.
«Hasta que el petróleo, el gas y el carbón no sean sustituidos por energías renovables, tormentas como Boris desencadenarán lluvias aún más intensas, provocando inundaciones devastadoras para la economía», apunta Joyce Kimutai, investigadora del Instituto Grantham de Cambio Climático y Medio Ambiente del Imperial College de Londres que ha participado en el estudio.
Además de las muertes, las graves inundaciones afectaron a unos dos millones de personas. Los países que padecieron las lluvias sufrieron cortes de electricidad, lo que provocó el cierre de escuelas y fábricas, así como de hospitales.
Para Ian Duff, responsable de la campaña Stop Drilling Start Paying de Greenpeace Internacional, hay que «tener claro quién es la víctima y quién el villano» en estas históricas inundaciones». En este sentido, señala a compañías petroleras y gasísticas «como Total, Shell y OMV», quienes «obtuvieron beneficios extraordinarios gracias a las emisiones que calientan el clima, mientras que los ciudadanos de a pie, desde Viena a Varsovia y en toda la UE, tienen que pagar la factura de los daños». Unas declaraciones que se producen como respuesta a los 10.000 millones de euros que ha prometido la Unión Europea para reparar los daños ocasionados por las inundaciones.
Desde el WWA, también han destacado los sistemas de gestión de emergencia ante el evento extremo, sobre todo si se compara con eventos pasados que fueron menos intensos y extensos pero más mortales. Por ejemplo, en 2002 perdieron la vida 232 personas por las inundaciones ocurridas en Alemania, Austria, Chequia, Rumanía, Eslovaquia y Hungría; y en 1997, al menos 100 fallecieron tras unas fuertes lluvias sobre Alemania, Polonia y Chequia. O, más recientemente, las inundaciones de Europa Occidental de 2021, cuando más de 200 personas perdieron la vida. Aun así, ante la previsión de que las inundaciones se intensifiquen con el cambio climático, el grupo de especialistas insta a los países a invertir más en medidas de adaptación y a reducir la construcción en zonas propensas a inundarse.